27.10.08

El cantante más famoso del subte

Quizás muchos de ustedes lo conozcan. La semana pasada lo vi mientras viajaba en la línea B, pero es una fija de casi todos los ramales del subterráneo. Llevaba musculosa gris, un pantalón bien alto al mejor estilo Mono Navarro Montoya y su clásico walkman. En su mano derecha, sostenía una tarjeta con la que tapaba su boca, esa misma que suele lanzar agudas y estridentes estrofas musicales. Es, sin dudas, el cantante más famoso del subte.

“¿Qué pasa, qué pasa, que no hay más fernet con coca?, ¿qué pasa, qué pasa, que no hay más fernet con coca”?. Con este mágico estribillo de Fernet con coca, emblemático tema de Vilma Palma e Vampiros, el muchacho hizo su aparición estelar en aquella formación. Y no dejaría de repetirlo en ningún momento, mientras recorría los distintos vagones, casi siempre parado frente a alguna puerta, totalmente ajeno al resto de los pasajeros.

Miradas esquivas, indiferencia, risa contenida, miedo: las reacciones que genera el cantante más famoso del subte (al que algunos califican lisa y llanamente como “el loco del subte”), son de lo más diversas. Sin embargo, a él parece no importarle y por nada del mundo deja de entonar su tema del día. Esta vez parecía fanatizado con Vilma Palma, pero su repertorio es mucho más amplio. Tendré que esperar a la próxima oportunidad para escuchar algún otro de sus hits.

8.10.08

La ciudad, según Paul Auster

"Cuando vives en la ciudad, aprendes a no dar nada por sentado. Cierras los ojos un momento, o te das la vuelta para mirar otra cosa y aquella que tenías delante desaparece de repente. Nada perdura, ya ves, ni siquiera los pensamientos en tu interior. Y no vale la pena perder el tiempo buscándolos; una vez que una cosa desaparece, ha llegado a su fin."

"En la ciudad hay muchas calles por todos lados, pero no dos iguales. Pongo un pie delante del otro, luego el otro frente al primero, y sólo espero poder volver a repetirlo todo otra vez. Sólo eso. Me gustaría que entendieras cómo es mi vida ahora: me muevo, respiro el aire que se me concede y como lo menos posible. No importa lo que digan los demás; lo único importante es mantenerse en pie."

"Lo cierto es que si no fuera por el hambre ya no sería capaz de seguir. Hay que acostumbrarse a sobrevivir sólo con lo indispensable. Si uno espera poco, se conforma con poco, y cuanto menos necesite, mejor se sentirá. Esto es lo que la ciudad le hace a uno, le vuelve los pensamientos del revés. Le infunde ganas de vivir y, al mismo tiempo, intenta quitarle la vida. No hay salida, lo logras o no lo logras; si lo haces no puedes estar seguro de conseguirlo la próxima vez; si no lo haces, no habrá próxima vez."

"Cuando caminas por las calles debes dar sólo un paso por vez. De lo contrario, la caída se hace inevitable. Tus ojos deben estar siempre abiertos, mirando hacia arriba, hacia abajo, adelante, atrás; pendientes de otros seres, en guardia ante lo imprevisible. Chocar con alguien puede ser fatal; cuando dos personas chocan comienzan a golpearse con los puños o, en su lugar, se dejan caer y no intentan levantarse nunca más. Antes o después llega el momento en que uno ya no intenta levantarse. El cuerpo duele, ya ves, no existe ningún remedio contra esto y aquí resulta mucho más terrible que en cualquier sitio."

"Se levantan nuevas ruinas y las antiguas desaparecen. Es imposible saber por qué calles se puede caminar y cuáles hay que evitar. Poco a poco, la ciudad te despoja de toda certeza, no hay ningún camino inmutable y sólo puedes sobrevivir si aprendes a prescindir de todo. Debes ser capaz de cambiar sin previo aviso, de dejar lo que estás haciendo, de dar marcha atrás. Al final todo se reduce a esto, por lo tanto es necesario aprender a descifrar los signos."

"La mejor política en la ciudad es creer sólo en lo que ven tus propios ojos. Aunque ni siquiera ese es un método infalible ya que muy pocas cosas son lo que aparentan ser, especialmente aquí con tanto que asimilar a cada paso, con tantas cosas que desafían el entendimiento. Cualquier cosa que veas tiene la capacidad de herirte, de hacerte sentir inferior a lo que eres, como si por el mero hecho de ver algo te despojaran de parte de ti mismo. A menudo uno siente que mirar puede ser peligroso y suele apartar la mirada o incluso cerrar los ojos."

"Lo principal es no acostumbrarse, porque los hábitos son nocivos; incluso la centésima vez que te topas con una cosa, debes hacerlo como si no la conocieras de antes. No importa cuántas veces, siempre debe ser la primera. Esto es casi imposible, ya lo sé, pero es una regla absoluta."

Extractos de El país de las últimas cosas, Paul Auster.