29.3.10

humanidades VIII (el regreso)

¿Qué son esas cosas? ¿Hormigas? ¿Mierda de murciélago? No, son las “gomitas” de la cancha de fútbol 5, esas que desparramás por toda la casa cuando te sacás las zapatillas.

Johanna habla con lapicera. En vez de “para”, dice “detiene”; en vez de “dijo”, “manifiesta”. Y nunca tiene “hambre”, sino “apetito”. Escribe con la boca.

Recién cuando ella se puso a hablar por celular, él pudo dejar de mirarla. Estaba dentro de un colectivo junto a otras veinte, treinta personas. Observó con detenimiento el rostro de casi cada uno de ellos. Sus ojos habían recuperado el mundo.

Cuando se acordó que tenía que devolver la película, Diego sufrió una repentina regresión. Pero duró muy poco y, al instante, lo envolvió la alegría: no iba a tener que rebobinarla.

Es un papelón. A veces, cuando uno se ríe fuerte en forma nasal, un flujo mucoso sale sin control, como disparado, y queda en evidencia ante la mirada de los terceros. Manotazo rápido. Pañuelo. Pero ya está. Tragame tierra.

Ya sabemos que a Johanna le gusta hablar con propiedad. Pero a veces tira palabras que son de otra época, como cuando para referirse a una publicidad habla de una “reclame”. Me hace acordar a mi nonna Tola.

Hubo una vez un editor que era tan pero tan fanático de Atlanta que cuando Chacarita (su clásico rival) logró el ascenso a Primera División, él se “olvidó” de publicarlo.

4.3.10

Hijueperra...

El corazón pega un salto y queda al borde del infarto. Un crepitar de células inquietas sube desde las entrañas, hace escala y estremecimiento en el estómago y se va directo a la capocha. La boca abierta como un túnel deja entrar una ráfaga de aire y después queda ahí, congelada. Un perro acaba de ladrar desde el otro lado de la reja, justo cuando aquel desprevenido peatón menos lo esperaba...