Naturaleza y cemento.
23.1.13
Ventosas
18.1.13
El Chancho y la Sube
Pensé que se habían
extinguido, pero no. Viajaba en el 107 cuando divisé a uno subiendo por la puerta
de adelante. Cincuentón, medio pelado, de panza prominente, prolijamente
enfundado en su tándem reglamentario camisa-corbata a pesar del sofocante
calor. Un inspector. Un Chancho. Uno de aquellos otrora temidos controladores
de boletos que por estos días deben conformarse con pedirle a los pasajeros que
le muestren sus tarjetas Sube. Qué
humillación.
Al grito de “A ver sus
tarjetas”, el Chancho dio comienzo a su labor. No hubo caras de terror. Tampoco
aquella clásica y nerviosa búsqueda del pedazo de papel en algún bolsillo o en
la mochila o en la cartera o en el piso. Nada de eso. Uno a uno, los
viajantes fueron sacando sus plásticos de color violeta para mostrárselos al barrigón
inspector, que con sólo posar sus ojos en la Sube daba por pagado el viaje.
“Yo no saqué”, escuché
que le decía una chica a otra en tono cómplice. Mientras tanto, yo hurgaba en
el fondo de mi bolsillo en busca del boleto de $3,25 (no tengo el bendito
plástico). Cuando el Chancho llegó a nuestra posición, saqué el pedazo de papel
y él lo marcó con una birome roja (¡¿y el perforador?!). La jovencita mostró
impávida su tarjeta Sube y hasta se jactó de haberle pagado a sus amigos que
viajaban en el asiento del fondo. El Chancho asintió sin más. No hubo
preguntas. No hubo dudas. Ni siquiera una mirada seria o una mueca amenazante.
Chanchos eran los de antes.
7.1.13
Trabajo de hormiga en el continente mandarina
2.1.13
Santa Claus del Monte
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