En Zapiola y Echeverría hay una plaza bastante nueva. Unas vías muertas la separan de la Estación Belgrano “R”, donde las vías “vivas” laten al son de los vagones que las desandan todos los días. Un par de caminos de adoquines la cruzan y se juntan justo en el centro, formando dos círculos perimetralmente flanqueados por hileras de bancos. Viejos árboles se agitan junto a alguna espigada palmera y a una bandera argentina que flamea en lo más alto de un mástil. Antes había un vivero en el lugar, pero ahora ya no está más. No parece mal que después de un vivero venga una plaza. Al fin y al cabo, son como parientes lejanos: más cerrados, un poco más abiertos, pero familiares al fin.
En aquella plaza que está junto a las vías del tren, todas las parejas se sientan a discutir. Algunos vienen desde lejos, especialmente a pelearse en alguno de aquellos bancos que rodean los adoquines. Otros quizás llegan alegres, juntos y enamorados, pero luego de un rato a la sombra de alguno de sus grandes árboles, comienzan a enfrentarse por cualquier cosa y jamás logran ponerse de acuerdo. Es un fenómeno muy extraño, es cierto, pero lo he presenciado miles de veces, pues es una plaza que particularmente me sienta bien, especialmente cuando voy solo.
Ayer mismo presencié una ruptura, cuando volvía del supermercado con varias bolsas colgando de mis brazos. Ya era plena noche, pero las puertas de reja aún no estaban cerradas. Mientras pasaba por la vereda de en frente, comencé a escuchar tremendos gritos que venían desde adentro. Una adolescente le hacía aireados reclamos a su noviecito, al parecer por una reciente traición. Seguí mi camino presuroso, pues ya conocía el triste desenlace de aquella historia.
Dicen que si una pareja sobrevive a la plaza de los discutidores ya no se separa jamás, que si logran besarse en uno de sus bancos o acostados en el césped, querrá decir que han sido hechos el uno para el otro. Pero yo no conozco a nadie que lo haya logrado.
A las jóvenes parejas les recomiendo mantenerse alejados de la plaza de los discutidores, al menos hasta encontrar la plaza de la reconciliación. Y también les pido algo: que cuando la encuentren, me avisen, por favor.
1 comentario:
Suelo entrometerme con mi cachorro a jugar en el césped cuando nadie nos vé.... y él juega a correr alrededor de los bancos formando un círculo.
Publicar un comentario