6.11.09

Aprendizajes (de un tiempo a esta parte)

Que no hay que callarse nada, pero que las palabras muchas veces no alcanzan. Que el pase es la mejor manera de dejar rivales en el camino (mucho mejor que la gambeta). Que los obsecuentes siempre van a tener trabajo, pero nunca respeto. Que los panchos y las hamburguesas son el mejor antídoto contra la resaca. Que hay que vivir más y contar menos. Que después de las 12 de la noche es mejor no esperar el 140. Que entre jugar y jugarse hay un abismo. Que siempre hay que llevar encima una birome y un papel. Que un rato al sol te puede cambiar el día. Que con un poco de limón, la bondiola de cerdo es mucho más rica. Que la música puede ser una excelente compañía. Que el helado de menta contamina fácilmente el pote entero. Que si uno quiere volar no puede tener siempre los pies sobre la tierra. Que nunca voy a poder dejar ciertos vicios como los Sugus confitados, el Nesquik frío o las milanesas con lo que sea. Que los sectarismos no llevan a ninguna parte. Que en el cable uno siempre termina viendo las mismas películas que ya vio. Que cuando las papas queman algunos se borran. Que conviene ir lavando día a día y no acumular una tremenda pila de platos sucios. Que a veces hay que “pensar” con el cuerpo. Que demasiado mate te deja la lengua verde y demasiado vino los labios morados. Que para estar despierto nunca hay que dejar de soñar.

26.10.09

humanidades (hasta agotar stock)

Patricio y Natalia estaban tan ansiosos por ir a ese cumpleaños que llegaron con una semana de anticipación. Su determinación era tal que hasta se pelearon con el “patovica” de la puerta del bar donde se realizaba (siete días después) la fiesta (a la que finalmente no fueron).

Diego es particular hasta para atarse las zapatillas. De chico, quiso aprender el modo “normal”, pero no lo logró. Bah, obtuvo el mismo resultado final a través de un camino diferente. Un cordón que vuela para allá, otro para acá, ajustar, pasar y listo. Ver para creer.

Marcos no necesitaba echar a nadie de su casa cuando tenía invitados y quería irse a dormir. Con su clásico “Bueno, muchachos…”, todos sabían que era tiempo de partir. Y aún lo saben.

Emiliano instaló la técnica, pero el Beto la llevó a la perfección. Cuando ansían abandonar una fiesta o un boliche y no quieren ser convencidos de lo contrario, tiran la famosa “bomba de humo” y se van sin saludar.

Le dicen “El incondicional”. Y es que no se pierde cumpleaños, fiesta, bautismo, despedida, asado, reunión o salida a la que lo convoquen.

Gabriel trabaja de noche en un octavo piso desolado y casi en penumbras. Pero no está solo. Una vez vio una silla moviéndose de acá para allá por sus propios medios. Y también asegura que las computadoras se prenden y apagan solas. “Hay fantasmas”, dice.

Diego tiene muy poca maña para arreglar las cosas del hogar. Y una gran capacidad de adaptación. Por eso, cada vez que quiere usar la cocina, tiene que abrir la llave de gas y encender siempre la misma hornalla que pierde. Por eso, ahora que se le rompió la soga de la persiana del living, ese ambiente parece condenado a la oscuridad.

En Malasia, Carolina y Ezequiel se metieron en un curso de meditación Vipassana. Tenían miedo de no aguantar los diez días que dura aquella experiencia, así que fijaron una contraseña por si querían darse a la fuga. “Está todo bien”, era la clave. El problema es que allí adentro no los dejaban hablar. Carolina no tardó en cansarse, pero no sabía cómo comunicarse con Ezequiel, que parecía muy concentrado en las técnicas de meditación. Hasta que, luego de varios días, él se levantó la remera cuando nadie miraba. En su panza, escrito con marcador, decía: “Tomo el desayuno y me voy”.

22.10.09

Esa utopía recurrente de romper con todo

¿Quién no la tuvo alguna vez? ¿Cuántos realmente la cumplen?

Música: Society, Eddie Vedder (Banda de sonido de la película Into the wild)

17.10.09

Vino (y se fue)

Un vasito. Y otro. Y otro más. Malbec. Syrah. Cabernet. Otro corcho que se va. Otro vaso que se llena. Un par de patadas por debajo de la mesa. Y otro vaso de tinto. Salud. Y otro. Y otro más. Hasta que la cabeza dice basta. Qué bueno el futón. Y la mañana que llega. Con cierto mareo. Y una sorpresa. Se había ido. Ya no estaba. Por fin se fue.

9.10.09

La cátedra

“Con el tiempo, no esta noche, Humberto va a saber que sólo le falta su propia historia. Encontrarla. Conseguirá precisar algo de eso en una caminata por los entrepisos del shopping, o al aplastar entre dos porciones y el moscato su masa cerebral contra el mostrador de la pizzería: su historia no tenía imágenes dentro de él. Parpadeaba en alguna otra parte. En el espanto, llegará a decir Humberto. Recién entonces empezará a comprender que lo abominable, eso apagado, raspando, persiste siempre en los bordes de las cosas.”

La cátedra, Nicolás Casullo

Como recuerda Ricardo Forster hoy en una columna publicada en Página/12, hace un año fallecía Nicolás Casullo. El Doctor Chapatín, como muchos estudiantes de Comunicación le decíamos desde las sombras, fue quizás el profesor que más impacto me causó en mis años de paso por Ramos Mejía. Pasión. Eso es lo que uno llegaba a sentir a veces en sus téoricos y a lo largo de buena parte de esa historia del pensamiento trazada en el libro Itinerarios de la modernidad.

Todavía recuerdo aquella mañana del 19 de diciembre de 2001, cuando Casullo, el titular de la cátedra, me tomó el final de Principales Corrientes del Pensamiento Contemporáneo (PCPC, en la jerga estudiantil). Sí, el 19 de diciembre. Apenas un rato antes que la historia argentina inmediata diera un vuelco. Estaba nervioso, como siempre antes de un exámen oral. Pero el Doctor Chapatín transmitía paz y serenidad. Y pude aprobar sin problemas.

Casullo me hizo conocer, entre otras, la obra de tipos como Karl Kraus, aquel ácido periodista vienés que en soledad escribía, editaba y vendía su propio periódico (La Antorcha) y que ya en 1910 decía cosas como esta: “Estoy convencido de que los acontecimientos ya ni siquiera acontecen. Son los clichés, la fraseología la que trabaja por su cuenta. El lenguaje ha podrido la cosa, el tiempo tiene hedor de frase periodística”.

Hoy, un año después de la muerte de Casullo, casi con seguridad tengamos una nueva Ley de Medios. Ojalá así sea, aunque la norma pueda tener sus deficiencias. Al menos, para que podamos respirar mejor. Para que ese hedor no sea tan nauseabundo.

Rebelde

5.10.09

Código genético

H(82) N(94) MV(07) V(07) – H(05) L – 12 01 76 – D – M S J – L – L – A J – K L I A L L M M J – 86 95 99 04 – H M M P – M F MV JM L MV – A L L J Z C – 1619 408 601 1701 2027 3915 – 12A 11 20A 14A 9C 717 – M E I E G E P – BB CS CA – CC UBA ISCEA – 88 93 – RP – LH – M A S I E N D G S S(09) D – C R E L L L M R L – MV – ML – G D – S M T C P A T F M S L L JI I J A E C E P V JP R F J – BUE MAS PDE MON FLO SAL MIA CAN HAB SAN CIE TRI SCU BAR MAD ZAR BCN MAL PRA NIZ ROM FLO VEN AMS PAR LON COL PIN MDP MAD BAR SMA PEN RAF CAR MAR CHO RIO NAT ITA FOR PIP CQU LIM CUZ PUN COP IDS ARE PAR HUA MAN QUI YAV HUM IRU MAI TIL PUR SAL CAF ANG CAC TUC TAF IGU ASU SPE CHA VLI VGE LAP CPA RCE AZU MSP CAR – GNR NIR PJ SS RH MASS R LG MN CT JD STP BV BAB – MMET MMER MMEA – … ¿?

24.9.09

Sí, Tano

"¿Me vas a llorar, Rueda?" La pregunta salió -unos meses atrés- de boca del Tano. Tal vez estaba deprimido o quizás era otra de sus habituales bromas. Lo cierto es que en unos días viajaba por laburo a Chicago e insistía en que su avión se iba a caer. "¿Me van a llorar?", preguntaba una y otra vez. "Dejate de joder, Tano", contestábamos casi a coro con Paco y El Beto.

Por supuesto, su avión no se cayó. Pero, pocos meses después, la vida del Tano se apagó inexplicablemente. Y ahora, a kilómetros de distancia, absorto, triste y aún incrédulo, recuerdo aquella pregunta, entre seria e irónica: "¿Me vas a llorar, Rueda?".

18.9.09

Elogio de la ilusión

“La ilusión engendra y sostiene al mundo; no se la destruye sin destruir a éste. Eso es lo que yo hago cada día. Operación en apariencia ineficaz, puesto que tengo que volver a iniciarla el día siguiente”.

Desgarradura, E.M Cioran.

15.9.09

El silencio

Una vez visité una sala totalmente insonorizada que tiene el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) para realizar ensayos de laboratorio. Allí, el silencio es absoluto. Las paredes se encuentran perfectamente selladas y están tratadas con materiales especiales para que no entre ningún ruido del exterior. Lo único que se escucha ahí adentro son los sonidos que uno mismo genera: el roce de la ropa ante algún movimiento, el acto de tragar saliva, la propia respiración. Es eso que llaman un “silencio ensordecedor”. Uno siente como si la nada se agolpara al borde de los oídos, crepitando, lista para estallar. El ambiente se torna denso, se satura -paradójicamente- de un vacío que comienza a hacerse insoportable.

Tremenda tortura sería encerrar a alguien allí, un día entero o más. Ante la ausencia absoluta de signos externos, aparece todo el peso de la existencia, la conciencia de ser. Un ser cuya vida parece estar pendiendo de una fina hebra, increíble fragilidad. ¿Es posible mantener el equilibrio emocional ante la súbita desaparición del resto del mundo? Ese radical vacío debe llevarlo rápidamente a uno hacia los terrenos de la locura. Simplemente, no parece haber manera de llenar esa nada agobiante.

Esa misma angustia aparece, a veces, cuando uno se va a dormir y se enfrenta consigo mismo en el silencio de la noche. No es extraño que en ese único momento en que podemos percibir el ritmo respiratorio de nuestro cuerpo, aparezcan algunos miedos. No tanto a la muerte; es más bien la vida lo que nos aterra en esos momentos previos al sueño. Es como dice Alain Finkielkraut, en La sabiduría del amor: "En el silencio nocturno lo que horroriza es, no la muerte, sino el ser. Uno está menos aterrado por la cesación de la existencia que por esa existencia incesante que lo envuelve a uno".

9.9.09

Pequeños sueños

Jazmín todavía no cumplió los seis meses, pero ya es toda una fanática del grupo Árbol. Cuando llora, su mamá le pone algún tema de la banda y ella se calma enseguida. Pero no cualquier canción, eh. Sus preferidas son Ya lo sabemos, El fantasma, Ya me voy y Pequeños sueños, claro.

31.8.09

Vampiros de las palabras

“Somos vampiros de las palabras”, dice Ariel, un director de teatro que me explica la “sed de sangre textual” que suele asaltar a los de su género. Esa misma sed que comparte con María José y que hoy los encuentra armando una obra en base a la colección de cuentos infantiles Yo soy igual.

26.8.09

El secreto de sus ojos

Los ojos hablan. Aunque a veces se los quiera silenciar. Aunque intenten guardar secretos. Es imposible. ¿Cómo se hace para callar una mirada?

21.8.09

Palabras menos

Todo el día rodeados de ellas. Cientos, miles de palabras. Muchas. Demasiadas. Cuando lo que se necesita no es más que una. Quizás dos. O ninguna.

11.8.09

humanidades recargadas

El Beto es la única persona que conozco que faltó a su propio cumpleaños. Lo esperábamos en un bar y terminamos cantándole el felizcumpleaños por celular. También lo puteamos, claro.

Para el mal de amores, Vano tiene una receta infalible: mirar de un tirón El Padrino I, II y III. Ella dice que la trilogía de Francis Ford Coppola es la mejor opción en esos casos por la ausencia total de conflictos de pareja. José probó la fórmula y asegura que funciona.

Cuando Diego come, su mandíbula cruje. Clank, clank, clank. Parece que en vez de boca tuviese una procesadora.

Adrián llevó el cochecito de Julieta al service de Perego (sí, Perego tiene un service para cochecitos). Allí, lo dejaron 0 km para cuando llegue Camila y hasta le pusieron aceite en las rueditas. Pero eso no es lo más extraño. Créase o no, el insólito “taller” queda en la calle Warnes.

De madrugada, cuando uno llega borracho (o algo más) a su casa, debería pensar bien antes de ponerse a cocinar. Santiago no lo hizo. Una vez, "preparó" unos fideos durante seis horas y se despertó con un humo denso proveniente de una olla que no sirvió nunca más. También dos chorizos a la plancha que quedaron como rocas fueron víctimas de esa fatal mezcla de hambre voraz y sueño.

Paola tuvo una gran idea: regalarle a su querida amiga un pececito. Llenó un frasco con agua de la canilla y allí depositó su inusual presente. Al momento de abrir el “paquete”, la sorpresa de la cumpleañera fue mayúscula: el acuático amiguito no se movía. Le habían regalado un pececito muerto. El acuario no aceptó devoluciones.

Esa no fue la única historia desafortunada (y animal) que tuvo Paola. En otra oportunidad, puso a su conejito arriba de la estufa (“estaba en piloto”) para protegerlo del frío. Se fue a hacer unas cosas y volvió tiempo después. El resultado: conejito disecado.

Cuando M entró a su nuevo laburo, pensó que allí tenía un Plan A, un Plan B y un Plan Z. Al final, tuvo un hijo con Plan B.

Entre la ropa recién lavada que puso sobre la cama, Diego encontró no una sino cuatro vaquitas de San Antonio. Qué manera de pedir deseos...

9.8.09

Que no se apaguen las bombitas amarillas

Y que no falte la polenta con almóndigas (con m). Ni el vino tinto. Ni la música. Ni las sonrisas. Ni las palabras. Mucho menos los buenos amigos...

7.8.09

Sinrazón

Hay una frase –le digo a Victoria, hablando sobre la ridícula complejización que a veces adquiere la vida- que me viene a la cabeza de tanto en tanto: “El pensamiento más elevado será aquel que dé cuenta de su propia inutilidad”.

Apenas unos minutos después, arriba del 140 y ya camino a casa, me dispongo a comenzar a leer el libro que ella me acaba de regalar: Todos los cuentos, de la española Cristina Fernández Cubas. La obra arranca con una cita de Blaise Pascal: “La suprema adquisición de la razón consiste en reconocer que hay una infinidad de cosas que la sobrepasan”.

Hablando de sinrazones…

3.8.09

Mudar

Una computadora. Un equipo de música. Ciento cincuenta remeritas. Ropa y más ropa. Demasiados zapatos. Como diez ojotas. Tantas carteras. Una veintena de cajas con apuntes de la Facultad. Los libros de Le Corbusier que heredó de su viejo. Un acolchado. Una cortina. Los dibujitos que con mucho amor le hicieron Poli y el pequeño Guille. Algunas copas y platos. Unos cuantos CD’s. Un tablero de dibujo. Una maqueta. Varios bocetos. Un portarretratos y ninguna foto. Sofía. Y sus proyectos.

31.7.09

Destellos de la mañana

Una viejita se calienta con un fuego improvisado al costado de la estación Colegiales. Despierta que está el día. Los muchachos esperan para entrar a trabajar en la esquina de la Casa de las Bibliotecas. A ver si hoy podemos. Un hombre duerme sentado dentro de un micro naranja de “Escolares” mientras el sol le pega en la frente. Destellos de la mañana. Un automovilista frena y hace un típico gesto con la mano para invitarme a cruzar. Cubriéndote con el cielo. Una chica espera nerviosa quizás una entrevista de laburo. Nunca lo supiste eso. El guardia del Instituto Alexander Fleming custodia todo desde la vereda del sol. Nunca lo supiste eso. Un portero habla y habla por celular. Si al fin nunca creía. Y la sombra de una mujer que camina detrás de mí. Te miro hoy y puedo. Un linyera lee una revista sentado con la espalda contra la pared. Seremos dueños de algo. Y la sombra de una mujer que sigue caminando detrás de mí. La vida es un sentimiento. Otro automovilista frena y hace un típico gesto con la mano para invitarme a cruzar. Nunca más te olvides esto. Y la sombra de una mujer que de pronto desaparece. Nunca más te olvides esto.

Nota:
En itálica, fragmentos de "Destellos", tema incluido en "Despierta", el último disco de Las Pelotas.

25.7.09

La película del sábado (con banda de sonido)



Momento cinematográfico. El muchacho de jean azul y campera negra sale de su casa. Tiene cara de dormido y gesto adusto. Otro sábado y hay que ir a trabajar. Llega a la esquina y el semáforo lo detiene. Pasa un colectivo a todo lo que da, escupiéndole humo y viento en la cara. Camina, una, dos, seis cuadras. En la boca del subte, una pareja se despide con besos en la boca. El muchacho de jean azul y campera negra sonríe. Y se deja llevar por las escaleras mecánicas.

20.7.09

Peluffo en un gran día

El 14 de mayo de 1937 Sportivo Piazza le ganaba 2-1 a San Martín de Sierras Bayas. Los medios azuleños hablaban de un partido de "alta calidad" y destacaban la labor del arquero piazzista, un tal Peluffo, que con su "magnífica actuación" había impedido el empate de los esforzados visitantes.

"Si ese magnífico esfuerzo no se vio compensado en los guarismos del score, hay que buscar la causa en la brillante actuación que cumplió nuevamente Peluffo, gran arquero piazzista, que menos empleado que el domingo anterior, tuvo intervenciones arriesgadas y de gran eficacia", decía la crónica de la época.

Y también: "Lo vimos así en muchas intervenciones felices, matizadas con una magistral estirada junto al poste en el primer tiempo, ante un remate potente y sorpresivo de Dellasantina, que en última instancia sacó al córner. Luego en la segunda etapa y casi al promediar ésta tuvo oportunidad de lucirse una vez más al ser exigido con cierta frecuencia, realizando algunas atajadas verdaderamente brillantes."

Sportivo Piazza ganaba 2-0 pero llegó el descuento: "Un rápido avance de San Martín por el lado derecho lo finalizó Marfurt con un violento remate, logrando por fin vencer la tenaz resistencia de Peluffo".

Y los visitantes fueron con todo a buscar el empate: "Allí surgió una vez más la figura arrogante y segura de Peluffo, que era un obstáculo my serio puesto frente al once aurinegro […] Una serie de tiros de esquina consecutivos favorables a San Martín y otras tantas proezas de Peluffo pusieron una nota de mayor emoción en este final casi dramático […] Poco después, una atajada espectacular y arriesgada de Peluffo junto a un poste, trajo un momento de angustia para los locales y de decepción para los visitantes al no poder vencer su obstinada resistencia."

La crónica termina con un comentario bastante peculiar: "Finalizado el partido, delegados y jugadores de San Martín fueron obsequiados con un té con leche en la sede social de Piazza."

Algún tiempo más tarde, en una edición del 30 de agosto de 1941, se anunciaba la reaparición del "entusiasta jugador Peluffo, el buen guardavalla que ha cumplido actuaciones altamente calificadas". Y por esa misma época aparece un artículo bastante gracioso titulado "Peluffo vengador", en el que un comentarista del diario azuleño El Popular se refiere al partido jugado entre Olavarría y el de General Lamadrid, diciendo en un párrafo lo siguiente:

"Salió la redonda del centro. Fintas de ambos lados y los cinco delanteros locales se lanzaron como indios en un malón contra el arco de Peluffo. No obstante ello, la visita se puso en ventaja y se puede decir que desde ese momento comenzó la fiesta. Nunca público alguno sufrió más que el local al ver que pasaban los minutos y pese a que los de Olavarría pocas veces llegaron hasta la casa de Esterelles, en el otro lado de Peluffo, hombre de resoluciones enérgicas, había tomado a su cargo la venganza de la disminuida personalidad del presidente de la Liga y copiándole el lema al vigilante, dijo: 'No pasarán'."


El guardavalla también aparece en una foto (fecha incierta) que refleja un encuentro entre el equipo de Azul y su similar de Plaza Huincul. El epígrafe dice: "En la primer nota, círculo superior puede verse completamente vencido al arquero de Azul, Peluffo, ante un inteligente golpe de cabeza de Fausto. En la otra puede observarse una excelente intervención de Peluffo en un momento de apremio para su valla, mientras la defensa azuleña para evitar cualquier otra ulterioridad."

Aquel arquero de apellido Peluffo no era otro que mi abuelo Héctor. El que se fue demasiado pronto. El que durante esos cinco o seis años que mi hermano y yo lo pudimos disfrutar nos enseñó a querer a la camiseta de la banda roja. El que nos dejó un legado eterno: el amor por el fútbol.

Nota: Gracias a mi tía Mariela por rescatar estos recortes y fotos de algún rincón olvidado.

10.7.09

humanidades (continuación)

Después de tomar varias copas, si Santiago dice que está “impecable”, es porque ya se encuentra inmerso en una borrachera sin retorno.

Mia no retuerce el trapo. Tampoco la "balerina". Además, no puede agarrar con la mano los restos de comida que quedan en la rejilla de la pileta de la cocina.

Verónica tiene una hipótesis: la chocotorta es mucho más rica después de un día en la heladera. Tiene razón. Y después de dos días, ni te cuento.

Juan Pablo se relaciona a partir de la hostilidad. Cuanto más te bardea, más te quiere.

Cuando termina de hablar con su papá, Julieta siempre se fija en el “relojito” del celular. Cero cincuenta y cinco. Cero cincuenta. Cero cincuenta y ocho. Las conversaciones entre ambos nunca exceden el minuto.

La máxima de Patricio indica que “si una chica se para a hablar con vos en el pasillo de la Facultad, es porque tiene onda”. Habría que ir a preguntar allá por Ramos Mejía.

Abril no llega a los tres años, pero ya demuestra ser toda una fanática de los postres. Después de la comida, viene el helado. Después del helado, las uvas. Después de las uvas, el Serenito.

Finalmente, Nacho se va a “convivir solo”, pero con su novia.

7.7.09

Ahora sí, con todas las letras

Es cierto, no es lo mismo si en la guitarra no está Angelus (un tipo capaz de sorprender con una extraña versión de La cucaracha). Pero es mejor escucharla de boca de Andrés. Con todas las letras.

6.7.09

Corazoncito quemero

Desde Famatina y Atuel hasta Urquiza y Casacuberta. Desde el 150 hasta el 41. Desde los besos en el Parque hasta algo más ahí al lado de la cortadita. Desde las empanadas armenias de la abuela hasta las increíbles pastas de Inés. Desde la ternura de la pequeña Aldana hasta la confianza del no tan pequeño Gabriel. Desde el graffiti de “Tal vez vivir cueste el pecado” hasta “la Perito sigue desierta”. Desde I hasta L. Mi corazoncito quemero comparte esta tristeza.

29.6.09

Cuando uno sabe en sueños que sueña

“Cuando uno sabe en sueños que sueña, está a punto de despertarse. Yo me despertaré enseguida. Quizás este fuego no es otra cosa que el primer rayo de sol del amanecer de otra realidad que se cuela debajo de mis párpados cerrados”.

El espejo en el espejo, Michael Ende.

Sueños. Algunos nos asaltan de noche y con los ojos cerrados. Otros, los elaboramos y saboreamos a plena luz del día. A veces nos abandonan, pero también somos nosotros quienes solemos renunciar a ellos o -al menos- postergarlos. A veces son tan placenteros que nos gustaría que no terminen nunca. A veces llegamos a concretarlos.

Después de ver Revolutionary Road, la película de Sam Mendes que acá se llamó Sólo un sueño, recordé aquellas líneas de Michael Ende y también una extraña capacidad que he tenido de tanto en tanto: cuando me encuentro inmerso en un pasaje onírico que no me gusta, puedo interrumpirlo. Es decir, me concentro y hago todo lo posible para que mis ojos se abran. Ellos, obedientes, lo hacen. Y fin del sueño.

Durante la vigilia, por cierto, las cosas son distintas. No hay dudas: con los ojos abiertos, es mucho más difícil dejar de soñar.

23.6.09

Fuerza tranquila

Siempre, desde que era muy chico, me dijeron que me parecía a mi viejo. Estaba bastante claro: yo había salido al Negro, mientras que mi hermano mayor, Marcos, tenía rasgos más parecidos a los de mi mamá, Laura. Pero, sin dudas, la definición que más me impactó sobre el parecido entre padre e hijo fue la que escuché hace algo más de dos años de boca de mi padrino Francois aquella fría tarde en la terminal de trenes de Zaragoza.

Hacía treinta años que mi padrino y yo no nos veíamos. Francois se fue del país en el ’77, cuando quien escribe apenas tenía un año. Desde entonces, jamás nos habíamos vuelto a encontrar. Hasta aquella tarde en la terminal Delicias, claro. Nos habíamos mandado fotos por correo electrónico, así que no costó mucho reconocernos. Sin dudas, le habrá sorprendido igual mi profusa barba, mi metro ochenta y un rostro para nada angelical, muy lejano al de un inocente bebé. Cruzamos unas pocas palabras de rigor (el viaje, el clima), bajamos al estacionamiento y él fue a pagar la estadía. Apenas entramos al auto, me dijo: “Seguís teniendo la misma mirada, esa que tenía tu padre. Fuerza tranquila, tu mirada transmite una fuerza tranquila”.

La frase me produjo una gran conmoción y me quedé pensando en ello un largo rato. Cuando llegué a Buenos Aires, me dediqué a terminar de leer Conversaciones con Kafka, un libro que había llevado para aquel viaje y que contiene los intercambios de Gustav Janouch -el autor- con el gran escritor praguense. En una de sus últimas páginas, el “Doctor” Kafka, como lo llama Janouch, decía algo que me hizo recordar las palabras de mi padrino: “La calma es la expresión de la fuerza, aunque también podamos obtener fuerza a través de la calma. Es la ley de la polaridad. […] Quedarnos inmóviles y calmados nos hace libres…, incluso momentos antes de la ejecución”.

17.6.09

Los martes, de principio a fin

Los martes todo vuelve a empezar. La cama que no suelta. El Nesquik y las dos tostadas. La ropa colgada. La caminata musical por Tronador. El subte lleno de gente que conozco y no. Las bandas en Avenida de Mayo y Perú. Publicar, publicar, publicar. Siete mil revoluciones por minuto. Mate y medialunas con los compañeros. Sonrisas. Las pulsaciones que bajan por una Florida desierta. Algún encuentro, quizás. Algún desencuentro, puede ser.

Los martes todo vuelve a empezar. Pero, también, todo termina.

15.6.09

El arte puede ser el mejor remedio

El altruista farmacéutico que era pintor de ratos libres se llama Carlos y ahora es un artista de tiempo completo. A su salud.

20.5.09

Carefree por Gauguin

La primera vez que la joven artista entró a la farmacia de San Telmo para comprar toallitas femeninas, se quedó contemplando unos cuadros que colgaban de las paredes. El farmacéutico era pintor de ratos libres y ella le hizo ciertos comentarios acerca de su obra. Charlaron un rato y quedaron en buenos términos. Laura tenía unos 20 años y comenzaba a estudiar en la Pueyrredón. Él le contó que tenía un hijo que era escritor, casi de la misma edad. Y que, además, poseía una colección repetida de libros de arte que de nada le servían.

A partir de allí, cada vez que iba a aquella farmacia de Chile y Defensa a comprar toallitas, la joven artista se llevaba un libro de alguno de los grandes de la pintura de regalo. Carefree por Gauguin, aunque suene raro. La colección fue así pasando del farmacéutico-pintor a la artista-cliente. Pero la cosa no quedó ahí. Siguió, luego, una serie de videos sobre otros grandes artistas: desde Picasso a Warhol y tantos otros.

Así fue que un buen día, en gratitud, Laura se acercó hasta la farmacia con un cuadro especialmente dedicado al bondadoso señor de los libros y las cintas, ese extraño salvador. Y es que así lo entendía aquella joven por ese entonces. El farmacéutico era un ser único, un tipo capaz de un gesto casi imposible de concebir en la ciudad: el del regalo a un extraño. Una señal fundamental de humanidad, una razón para seguir creyendo en utopías y vidas mejores. Llegó, entonces, ese cuadro a manos de aquel salvador con delantal. Era una reproducción de un modelo vivo que ella había pintado en la facultad.

El otro día pasé por aquella esquina de Chile y Defensa, pero la farmacia ya no estaba. Me pregunto dónde habrá quedado guardado ese cuadro, cuáles serán las palabras que Laura eligió para la dedicatoria y que no recuerda bien y, fundamentalmente, qué habrá pasado con aquel altruista farmacéutico.

17.5.09

No te salves

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo

Mario Benedetti

Uno de sus poemas que más me gusta. Un pequeño homenaje.

Su vida y obra, acá.

15.5.09

Cuestión de tiempo

En el Pasaje Rivarola el tiempo parece detenido. Y lo está. En ese rincón escondido de la ciudad se encuentra el Cementerio de los relojes, como alguna vez lo denominó Juan Miguel Raab, dueño de “Casa Raab”, un lugar donde cientos de estos viejos aparatejos aguardan para ser reparados. Un apabullante silencio de tic-tac.

7.5.09

Un edificio delgado en la calle ídem

No debería llamar la atención, pero sí. Allí donde comienza la calle Delgado, justo en la intersección con Forest y Avenida de los Incas, hay un edificio para flacos.

28.4.09

Una mañana muy especial en Villa Mitre

No se lo habían imaginado. No, de ninguna manera. ¿Cómo imaginarse que al abrir la puerta de la biblioteca de aquella escuela de Villa Mitre unos veinte chicos de tercer grado iban a gritar sus nombres? ¡Ella es Carolina! ¡Él es Diego!

Carolina y Diego se miraban, emocionados y extrañados a la vez. ¿Cómo imaginarse que esos chicos de siete u ocho años los iban a llenar de preguntas, pero sobre todo de afecto? Que les iban a regalar un librito hecho en clase con el título “Yo soy igual… Sus cuentos nos inspiraron”, lleno de dibujos relativos a la colección que habían lanzado hace poco más de un mes. Y que para el acto del 1 de mayo estaban preparando canciones, dramatizaciones e ilustraciones basadas en esos cuentos, en esas historias de mujeres taxistas, electricistas, albañiles, árbitros, conductoras de subte, cirujanas.

Lo único que habían imaginado eran precisamente esas seis historias. Y ahora estaban en esa escuela, tomando Nesquik y comiendo galletitas con esos chicos llenos de inquietudes. Con una sonrisa de oreja a oreja. Plena, casi infantil. ¿No se imaginaban esto, no?, preguntaban las docentes. No, jamás habían pensado que podían generar algo semejante. No tienen tanta imaginación. Gracias, chicos.

Gracias también a las maestras Graciela y Laura. Y a Vicky Pereyra Rozas, editora y autora material e intelectual de la colección "Yo soy igual", que no pudo estar en esa mañana tan especial.

Si quieren, pueden visitar el blog de la Escuela Nº9, D.E.7º de Villa Mitre.

26.4.09

Mis 15

1- El Nesquik frío de todas las mañanas (y algunas tardes también).
2- La luz amarilla que entra por la ventana esmerilada de mi cuarto.
3- Una ducha caliente.
4- Comer una milanesa con papas fritas o puré o ensalada o.
5- Hamaca paraguaya y sol en el balcón terraza de mi casa.
6- Escribir (aunque sea una línea).
7- Un tema de Massacre o Pearl Jam mientras camino por una calle solitaria.
8- Escupir un chicle y darle de volea antes que toque el suelo.
9- Un pucho en el balcón. De noche. Liberando pensamientos.
10- El olor a pasto cortado. O a lluvia inminente.
11- Cuando mi pequeña sobrina Abril me llama: “Tío, tío, tío, tiítooooo…!!!”
12- Hacer un gol. Golazo. Y gritarlo con todo.
13- Un sándwich de bondiola en la Costanera Sur.
14- Viajar en tren. Mirando para afuera. El sol me pega en la frente.
15- Soñar con ella.

Cumplo con la
invitación de mi amiga Lore Tapia y acá estan: 15 momentos de mi vida cotidiana que me causan placer.

21.4.09

Esas clásicas señales

"Uno recupera, de pronto, aquel instinto primario y animal que infructuosamente trataran de legarnos nuestros ancestros aborígenes. Comienza a rastrear señales en la copa de los árboles, a adivinar conductas en la actitud de los animales, a bucear respuestas en los indicios de la naturaleza, en la interpretación del vuelo de los pájaros. Desde una persiana cerrada llega la bocanada fugaz de un relator de radio. Uno apura el paso pero la voz lo persigue como un misil de cabeza inteligente. ¿Qué inflexión ignota había en su voz? ¿La entusiasta y exitista del cronista ante la vibración de una victoria? ¿La cadencia monótona y desilusionada ante la mediocridad de un nuevo empate? Uno es un radar, es una antena, es el cervatillo frágil que eleva el morro húmedo en la espesura, el oráculo que adivina el destino en la lectura sutil de los guijarros. Recuerda sin duda la última tarde en que se perdió —catastróficamente— un clásico. Aquella mañana previa al hecho los perros ladraron alocados, las aves enmudecieron y los gatos tuvieron un comportamiento errático y equívoco revolcándose, aparatosos, sobre sus propias heces."

La observación de los pájaros, Roberto Fontanarrosa.

Un post de Lorena a raíz del último superclásico entre Boca y River me hizo recordar este genial cuento de Fontanarrosa sobre las infinitas señales que nos pueden indicar el resultado de un partido importante, quiera o no uno enterarse. Acá se puede leer el desopilante texto completo.

13.4.09

No va más

Fichas naranjas, verdes, azules, amarillas, lilas, beige. Naranja, fichas naranjas. Doscientos pesos valor. Hagan juego, señores. Un pleno al 12. Otro al 3. Y otro al 0. El Gordo corona el 32. Últimas apuestasss. El 10, Beto, ponéle una al 10. No va másss. Negro el 29. Un pucho, prender un pucho. Y tres cervezas. Hagan juego, señores. Un pleno al 12. Otro al 3. No te olvides del 0. El Gordo corona el 32. Sí, de nuevo. Y la apuesta dieguista: Beto, metéle una al 10. No va másss. Colorado el 14. El de las fichas azules pega 29 plenos. El croupier se pierde con las cuentas y pide ayuda. Las naranjas se extinguen. Doscientos pesos valor. Sí, de las naranjas. Mejor ir a dar una vuelta. Tal vez así cambie la suerte. Caminar hasta la última mesa de los dados. Mirar dos jugadas. Volver pasando entre las mesas del medio. Escuchar por los altoparlantes la voz que pregunta por el dueño del Focus gris mal estacionado. Repetir la rutina, una y otra vez. La parejita que sonríe. El extranjero con la camiseta de Messi. La cara de Julio Argentino Roca sobre el paño. Insistente. Casi obscena. Cómo van. Abajo, muy abajo. Hagan juego, señores. Una al 12 y una al 3. Otra al 0. Últimas apuestasss. ¿Beto, tenés algo para ponerle al 10? Me queda esto nada más. (Una de $100). No, no te cebés. El Beto duda. La ficha no sale de su mano. No va másss. Negro el 10. No va más.

8.4.09

Cerca y lejos

En la parada del colectivo (que no venía), se puso meditabundo. Y recordó aquella vez, en la parada del colectivo.

3.4.09

La pelota

Decenas de habaneros se reúnen todos los días a discutir sobre la pelota (el béisbol, deporte nacional cubano) en el Parque Central, allí frente al Capitolio y el Teatro Nacional. Fanáticos que hinchan por Industriales (el equipo más popular de La Habana) o por su clásico rival de Santiago, y que se trenzan en acaloradas polémicas, aunque nunca llegan a los golpes.

31.3.09

Guía Che

El Che vive en Cuba. Todavía. En las esquinas, en las paredes, en las escuelas, en el recuerdo de miles de cubanos. Los restos de Ernesto Guevara descansan en el mausoleo de Santa Clara junto a los guerrilleros que cayeron en Bolivia, pero él no. Es, verdaderamente, un hombre que engañó a la muerte.

Trinidad

Cienfuegos

Cienfuegos

Cienfuegos

La Habana

Santa Clara

Santa Clara

Santa Clara

23.3.09

Entera o a pedazos

La Habana es el paraíso de aquellos que disfrutan observando casas a medio destruir. Será por eso que me gusta tanto.

La Habana vieja

20.3.09

Momento perfecto

Escuchando Divididos mientras tomo una Bucanero fuerte y miro cómo rompen furiosas las olas contra el Malecón de La Habana. Acariciando lo áspero. Algo bastante parecido a la felicidad.

16.3.09

Lucha sin cartel

La frase se la escuché a Ana, una argentina que estudia medicina en Santa Clara, Cuba. Pero me gustó y por eso -y porque la comparto- la reproduzco: "Qué lindo es un país sin carteles publicitarios".

12.2.09

Cortázar y el 168

"Salieron las calas, los claveles rojos, los hombres de atrás con sus ramos, las dos chicas, el viejo de las margaritas. Quedaron ellos dos solos y el 168 pareció de golpe más pequeño, más gris, más bonito. Clara encontró bien y casi necesario que el pasajero se sentara a su lado, aunque tenía todo el ómnibus para elegir. Él se sentó y los dos bajaron la cabeza y se miraron las manos. Estaban ahí, eran simplemente manos, nada más."

"[...] Clara quería llorar. Y el llanto esperaba ahí, disponible pero inútil. Sin siquiera pensarlo tenía conciencia de que todo estaba bien, que viajaba en un 168 vacío aparte de otro pasajero, y que toda protesta contra ese orden podía resolverse tirando de la campanilla y descendiendo en la primera esquina. Pero todo estaba bien así; lo único que sobraba era la idea de bajarse, de apartar esa mano que de nuevo había apretado la suya."

Ómnibus, Julio Cortázar.

4.2.09

¿Dónde están mis Playmobil?

Murió Hans Beck, el diseñador alemán que le dio vida a los Playmobil. Que lleno de vida también la infancia de millones de chicos alrededor de todo el mundo. La noticia me agarra ya largamente pasados los treinta (todo un ¿adulto?), pero me lleva inevitablemente a una pregunta desconsoladora: ¿Dónde quedaron mis muñequitos de plástico? Y, sobre todo: ¿Dónde está mi flamante fragata pirata, aquel objeto tan codiciado y que tuve la suerte de recibir para un cumpleaños que ya no recuerdo?

28.1.09

Las “coincidencias” y la ley de Kammerer

Cada tanto, la ciudad nos enfrenta a increíbles “coincidencias”. Encontrarse en cuestión de horas y en diferentes lugares con una persona que no solemos ver nunca, pensar en un libro y observar cómo un extraño justo lo saca de su bolso para leerlo, sentir que un graffiti ofrece inesperadamente la respuesta perfecta a nuestras inquietudes y tantas otras. Hechos que tomamos por absolutamente fortuitos, como si todo fuera una mera obra del azar. Cuántas veces nos preguntamos: ¿Y si no me hubiese demorado al salir? ¿Me habría encontrado igual con X?

En particular, recuerdo algunos sucesos no tan cotidianos pero que, en su momento, me hicieron pensar en la existencia de un extraño orden cósmico, como si las coincidencias no existieran realmente, como si todo estuviera fina y sutilmente orquestado y nosotros no fuéramos más que piezas que se mueven y cumplen con su designio anticipadamente planeado vaya a saber uno por quién.

Una fue aquella vez que diez amigos fuimos a veranear a la costa. Diez amigos, todos metidos en un diminuto departamento, como suele pasar. Todavía esperábamos la llegada de Nicolás (“El Negro”), que estaba en Brasil y no sabíamos a ciencia cierta qué día iba a caer. Una mañana, entonces, me encontraba barriendo el living, que estaba en pésimo estado luego de una noche de juerga. Mientras pasaba la escoba, escuchaba la radio. Estaba totalmente absorto en mi tarea, cuando desde el aparato empezó a sonar un tema brasileño que al Negro y a mí nos gustaba especialmente. Nos identificaba como amigos, porque era una de esas canciones que cuando suenan uno busca al otro automáticamente para compartir (era Toda menina baiana, de Gilberto Gil). Inmediatamente, claro está, me acordé de Nicolás. Pero él no me dio tiempo para nada, porque justo en ese momento (no pasaron ni tres segundos), apareció en la puerta de aquel departamento. Enseguida nos dimos cuenta de la increíble ¿casualidad? y nos fundimos en un gran abrazo.

¿Cuáles eran las probabilidades de que algo así sucediera? Si él hubiese llegado cinco minutos más tarde (y no en el preciso momento en que empezaba la canción), si no me hubiese tocado a mi barrer aquella mañana ese mugroso departamento, si hubiese puesto otra radio, si ni siquiera la hubiese encendido…

Otra curiosa casualidad tuvo lugar en Yavi, aquel mágico pueblito jujeño que queda a pocos kilómetros de La Quiaca. Caminábamos con Laura por un pequeño camino lateral, el que lleva a la histórica Iglesia de estilo colonial. Cuando llegamos a la esquina con la calle principal, exactamente en el mismo instante en que arribamos al cruce, chocamos con Adriana, amiga-socia de Lau, aunque en ese momento estaban distanciadas (de hecho, ninguna de las dos sabía que la otra iba al Norte). Entonces, se ven y hay un mágico segundo en el que reconocen lo increíble de la situación y la magnitud de esa ¿coincidencia? Encontrarse allí, en ese pequeñísimo lugar cercano a la frontera con Bolivia, parecía el cuento de un loco que se había tomado toda la chicha de Jujuy. Como si estuviera todo armado: “sincronización cósmica”. Claro, los abrazos fueron fuertes y las sonrisas amplísimas.

Hubo una persona, un científico muy reconocido en su época (aunque luego cayó en desgracia por un aparente fraude en un experimento evolutivo con “sapos parteros” y se suicidó en 1926), que estudió las “coincidencias” cotidianas y elaboró toda una teoría a partir de ellas. Se llamaba Paul Kammerer y sus investigaciones lo llevaron a proclamar lo que denominó como la
“Ley de la Serialidad”. Lo descubrí mientras leía Instrucciones para salvar el mundo, una novela de la periodista española Rosa Montero.

Kammerer, que desde que tenía 20 años empezó a registrar cientos de coincidencias en un “diario” personal, sostenía que los hechos de nuestra vida están conectados por oleadas de serialidad. Lo que sugería este biólogo austríaco es que una casualidad era sólo la punta de un iceberg dentro de un principio cósmico más grande que la humanidad apenas podía reconocer. Es decir, las coincidencias se daban en serie, en secuencias coherentes, lo que implicaba que había una interconexión más profunda entre hechos aparentemente fortuitos. Vale la pena pensarlo.

23.1.09

Vivir o contar

“He pensado lo siguiente: para que el suceso más trivial se convierta en aventura, es necesario y suficiente contarlo. Esto es lo que engaña a la gente; el hombre es siempre un narrador de historias; vive rodeado de sus historias y de las ajenas, ve a través de ellas todo lo que le sucede, y trata de vivir su vida como si la contara."

“Pero hay que escoger: o vivir o contar. Por ejemplo, cuando estuve en Hamburgo con aquella Erna de quien yo desconfiaba y que me temía, llevé una vida extraña. Pero estaba metido, y no lo pensaba. Y una noche, en un pequeño café de San Pauli, Erna me dejó para ir al lavabo. Me quedé solo; un fonógrafo tocaba Blue Sky. Empecé a contarme lo que había pasado desde mi desembarco. Me dije: ‘La tercera noche, al entrar en un dancing llamado La Gruta Azul, vi a una mujer alta, medio borracha. Y a esa mujer estoy esperando, y vendrá a sentarse a mi derecha, y rodeará mi cuello con sus brazos’. Entonces, sentí con violencia que tenía una aventura. Pero Erna volvió, se sentó a mi lado, rodeó mi cuello con sus brazos y la detesté sin saber bien por qué. Ahora comprendo: había que empezar a vivir de nuevo, y la impresión de aventura acababa de desvanecerse.”

Jean-Paul Sartre, La náusea.

En esta época de blogs, fotologs, facebook, twitter; tiempos en los que el registro de la vida parece más importante que la vida misma y uno puede enterarse que X está haciendo una torta de chocolate, Y se hizo fanática de una marca de carteras y Z pasó de una relación “complicada” a estar “soltera”; en esta época en la cual la palabra quiere igualar (y a veces hasta superar) a la experiencia, no está de más recordar estas líneas de Sartre.

12.1.09

Renacimiento

Cierra los ojos. Puede sentir como el agua del Río de la Plata besa sus pies mientras el viento le acaricia la cara. Más que nunca, es parte de la naturaleza. Los cuatro elementos acompañan el ritual: agua, aire, fuego y tierra. Muy cerca, la Pitonisa habla con sabiduría. Luego, moja sus ojos para que conserven el don de observar, sus oídos para que sean amplios al escuchar, su boca para que nunca calle la verdad, su nariz para que perciba todos los olores del mundo, su frente para que el pensamiento siempre lo acompañe, su pecho para que su corazón nunca deje de sentir. Y entonces le susurra su nuevo nombre: “Amuylewfu”, el río que no se detiene.