28.4.09

Una mañana muy especial en Villa Mitre

No se lo habían imaginado. No, de ninguna manera. ¿Cómo imaginarse que al abrir la puerta de la biblioteca de aquella escuela de Villa Mitre unos veinte chicos de tercer grado iban a gritar sus nombres? ¡Ella es Carolina! ¡Él es Diego!

Carolina y Diego se miraban, emocionados y extrañados a la vez. ¿Cómo imaginarse que esos chicos de siete u ocho años los iban a llenar de preguntas, pero sobre todo de afecto? Que les iban a regalar un librito hecho en clase con el título “Yo soy igual… Sus cuentos nos inspiraron”, lleno de dibujos relativos a la colección que habían lanzado hace poco más de un mes. Y que para el acto del 1 de mayo estaban preparando canciones, dramatizaciones e ilustraciones basadas en esos cuentos, en esas historias de mujeres taxistas, electricistas, albañiles, árbitros, conductoras de subte, cirujanas.

Lo único que habían imaginado eran precisamente esas seis historias. Y ahora estaban en esa escuela, tomando Nesquik y comiendo galletitas con esos chicos llenos de inquietudes. Con una sonrisa de oreja a oreja. Plena, casi infantil. ¿No se imaginaban esto, no?, preguntaban las docentes. No, jamás habían pensado que podían generar algo semejante. No tienen tanta imaginación. Gracias, chicos.

Gracias también a las maestras Graciela y Laura. Y a Vicky Pereyra Rozas, editora y autora material e intelectual de la colección "Yo soy igual", que no pudo estar en esa mañana tan especial.

Si quieren, pueden visitar el blog de la Escuela Nº9, D.E.7º de Villa Mitre.

26.4.09

Mis 15

1- El Nesquik frío de todas las mañanas (y algunas tardes también).
2- La luz amarilla que entra por la ventana esmerilada de mi cuarto.
3- Una ducha caliente.
4- Comer una milanesa con papas fritas o puré o ensalada o.
5- Hamaca paraguaya y sol en el balcón terraza de mi casa.
6- Escribir (aunque sea una línea).
7- Un tema de Massacre o Pearl Jam mientras camino por una calle solitaria.
8- Escupir un chicle y darle de volea antes que toque el suelo.
9- Un pucho en el balcón. De noche. Liberando pensamientos.
10- El olor a pasto cortado. O a lluvia inminente.
11- Cuando mi pequeña sobrina Abril me llama: “Tío, tío, tío, tiítooooo…!!!”
12- Hacer un gol. Golazo. Y gritarlo con todo.
13- Un sándwich de bondiola en la Costanera Sur.
14- Viajar en tren. Mirando para afuera. El sol me pega en la frente.
15- Soñar con ella.

Cumplo con la
invitación de mi amiga Lore Tapia y acá estan: 15 momentos de mi vida cotidiana que me causan placer.

21.4.09

Esas clásicas señales

"Uno recupera, de pronto, aquel instinto primario y animal que infructuosamente trataran de legarnos nuestros ancestros aborígenes. Comienza a rastrear señales en la copa de los árboles, a adivinar conductas en la actitud de los animales, a bucear respuestas en los indicios de la naturaleza, en la interpretación del vuelo de los pájaros. Desde una persiana cerrada llega la bocanada fugaz de un relator de radio. Uno apura el paso pero la voz lo persigue como un misil de cabeza inteligente. ¿Qué inflexión ignota había en su voz? ¿La entusiasta y exitista del cronista ante la vibración de una victoria? ¿La cadencia monótona y desilusionada ante la mediocridad de un nuevo empate? Uno es un radar, es una antena, es el cervatillo frágil que eleva el morro húmedo en la espesura, el oráculo que adivina el destino en la lectura sutil de los guijarros. Recuerda sin duda la última tarde en que se perdió —catastróficamente— un clásico. Aquella mañana previa al hecho los perros ladraron alocados, las aves enmudecieron y los gatos tuvieron un comportamiento errático y equívoco revolcándose, aparatosos, sobre sus propias heces."

La observación de los pájaros, Roberto Fontanarrosa.

Un post de Lorena a raíz del último superclásico entre Boca y River me hizo recordar este genial cuento de Fontanarrosa sobre las infinitas señales que nos pueden indicar el resultado de un partido importante, quiera o no uno enterarse. Acá se puede leer el desopilante texto completo.

13.4.09

No va más

Fichas naranjas, verdes, azules, amarillas, lilas, beige. Naranja, fichas naranjas. Doscientos pesos valor. Hagan juego, señores. Un pleno al 12. Otro al 3. Y otro al 0. El Gordo corona el 32. Últimas apuestasss. El 10, Beto, ponéle una al 10. No va másss. Negro el 29. Un pucho, prender un pucho. Y tres cervezas. Hagan juego, señores. Un pleno al 12. Otro al 3. No te olvides del 0. El Gordo corona el 32. Sí, de nuevo. Y la apuesta dieguista: Beto, metéle una al 10. No va másss. Colorado el 14. El de las fichas azules pega 29 plenos. El croupier se pierde con las cuentas y pide ayuda. Las naranjas se extinguen. Doscientos pesos valor. Sí, de las naranjas. Mejor ir a dar una vuelta. Tal vez así cambie la suerte. Caminar hasta la última mesa de los dados. Mirar dos jugadas. Volver pasando entre las mesas del medio. Escuchar por los altoparlantes la voz que pregunta por el dueño del Focus gris mal estacionado. Repetir la rutina, una y otra vez. La parejita que sonríe. El extranjero con la camiseta de Messi. La cara de Julio Argentino Roca sobre el paño. Insistente. Casi obscena. Cómo van. Abajo, muy abajo. Hagan juego, señores. Una al 12 y una al 3. Otra al 0. Últimas apuestasss. ¿Beto, tenés algo para ponerle al 10? Me queda esto nada más. (Una de $100). No, no te cebés. El Beto duda. La ficha no sale de su mano. No va másss. Negro el 10. No va más.

8.4.09

Cerca y lejos

En la parada del colectivo (que no venía), se puso meditabundo. Y recordó aquella vez, en la parada del colectivo.

3.4.09

La pelota

Decenas de habaneros se reúnen todos los días a discutir sobre la pelota (el béisbol, deporte nacional cubano) en el Parque Central, allí frente al Capitolio y el Teatro Nacional. Fanáticos que hinchan por Industriales (el equipo más popular de La Habana) o por su clásico rival de Santiago, y que se trenzan en acaloradas polémicas, aunque nunca llegan a los golpes.