15.9.09

El silencio

Una vez visité una sala totalmente insonorizada que tiene el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) para realizar ensayos de laboratorio. Allí, el silencio es absoluto. Las paredes se encuentran perfectamente selladas y están tratadas con materiales especiales para que no entre ningún ruido del exterior. Lo único que se escucha ahí adentro son los sonidos que uno mismo genera: el roce de la ropa ante algún movimiento, el acto de tragar saliva, la propia respiración. Es eso que llaman un “silencio ensordecedor”. Uno siente como si la nada se agolpara al borde de los oídos, crepitando, lista para estallar. El ambiente se torna denso, se satura -paradójicamente- de un vacío que comienza a hacerse insoportable.

Tremenda tortura sería encerrar a alguien allí, un día entero o más. Ante la ausencia absoluta de signos externos, aparece todo el peso de la existencia, la conciencia de ser. Un ser cuya vida parece estar pendiendo de una fina hebra, increíble fragilidad. ¿Es posible mantener el equilibrio emocional ante la súbita desaparición del resto del mundo? Ese radical vacío debe llevarlo rápidamente a uno hacia los terrenos de la locura. Simplemente, no parece haber manera de llenar esa nada agobiante.

Esa misma angustia aparece, a veces, cuando uno se va a dormir y se enfrenta consigo mismo en el silencio de la noche. No es extraño que en ese único momento en que podemos percibir el ritmo respiratorio de nuestro cuerpo, aparezcan algunos miedos. No tanto a la muerte; es más bien la vida lo que nos aterra en esos momentos previos al sueño. Es como dice Alain Finkielkraut, en La sabiduría del amor: "En el silencio nocturno lo que horroriza es, no la muerte, sino el ser. Uno está menos aterrado por la cesación de la existencia que por esa existencia incesante que lo envuelve a uno".

1 comentario:

Guille Bermúdez dijo...

grossoo...
le recomende la experiencia a la Lic Fiol... y creo que no le movio un pelo...
hay que ser muy sensible para escuchar cosas en ese silencio...

abrazo silencioso...

Guille