Un vasito. Y otro. Y otro más. Malbec. Syrah. Cabernet. Otro corcho que se va. Otro vaso que se llena. Un par de patadas por debajo de la mesa. Y otro vaso de tinto. Salud. Y otro. Y otro más. Hasta que la cabeza dice basta. Qué bueno el futón. Y la mañana que llega. Con cierto mareo. Y una sorpresa. Se había ido. Ya no estaba. Por fin se fue.
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