1.10.10

Los mundos, el mundo

La parejita que paseaba al perro. El hombre de sobretodo que aguardaba para cruzar carpeta en mano. El peluquero que charlaba con su cliente. El muchacho que llevaba el CPU. La niña que miraba hacia la calle desde la ventana de aquel primer piso. La piba que mandaba y mandaba mensajes de texto y sonreía y sonreía. El viejo desaliñado de aquel kiosco medio sucio donde compré los Sugus confitados del día. La mujer que se enojó cuando la empujé sin querer en el subte (y que se enojó un poco menos cuando le pedí perdón y atribuí el empujón a una “reacción en cadena”).

A todos ellos miré hoy. A todos ellos. Con sus simplezas y complejidades. Sus vidas enormes y profundas. Llenas de cosas. Vacías, tal vez. Pero siempre llenas de cosas. Asuntos nimios o relevantes. Siempre importantes para cada uno. Complejidades. Cientos de miles de vidas complejas entremezclándose. Miles de millones de mundos. Haciendo a este mundo aún más infinito.

¿Qué estarán pensando? ¿Qué canción estarán cantando? ¿Qué comerán hoy a la noche? ¿Qué comprarán en el supermercado? ¿Qué les esperará cuando lleguen a sus casas? ¿Llegarán? ¿Qué palabras dirán al cruzar la puerta? ¿Habrá para ellos una sonrisa o tal vez un gesto adusto? ¿Habrá alguien para ellos o sólo un ambiente vacío? ¿A quién amarán? ¿En quién pensarán? ¿Con quién soñarán? ¿Con qué soñarán?

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