A la hora de manejar, nada como hacerlo “en patas”. Con los pies pelados se pueden sentir los pedales y casi como que uno se hace parte del auto. O, mejor dicho, el auto se hace parte de uno.
Descolgar la ropa, lavar los platos, pasar la escoba, regar las plantas. Cuando B quiere pedirle algo a P, le lanza un latiguillo infalible. “¿Te animás a…?”, pregunta sin preguntar. En general, P se anima, aunque a veces le da un poco de miedo.
Ayax tiene sólo 8 años y una profundidad que asombra. El otro día armó frases con unas palabras-imanes que pegó en la puerta de la heladera. “¿Demonio, eras un niño?”, se preguntaba en una de ellas. Y, en otra, sentenciaba: “Muero en TV”.
La pequeña Abrilita no quiere que los taxistas tomen helado. “Tienen que manejar con las dos manos”, explica, segura de su argumento.
Cuando hacen alguna escapada juntos, P y V vuelan en aviones separados. Sí, aunque suene increíble, viajan al mismo lugar en aeronaves diferentes. ¿El motivo? Las probabilidades de que ambos mueran por sendos accidentes aéreos son muy bajas: tal vez se caiga un avión, pero dos el mismo día es prácticamente imposible. Así, en caso de una tragedia, al menos uno vivirá para cuidar a sus dos hijos. “Diversificamos el riesgo”, dicen ellos. Alto racionalismo.
Descolgar la ropa, lavar los platos, pasar la escoba, regar las plantas. Cuando B quiere pedirle algo a P, le lanza un latiguillo infalible. “¿Te animás a…?”, pregunta sin preguntar. En general, P se anima, aunque a veces le da un poco de miedo.
Ayax tiene sólo 8 años y una profundidad que asombra. El otro día armó frases con unas palabras-imanes que pegó en la puerta de la heladera. “¿Demonio, eras un niño?”, se preguntaba en una de ellas. Y, en otra, sentenciaba: “Muero en TV”.
La pequeña Abrilita no quiere que los taxistas tomen helado. “Tienen que manejar con las dos manos”, explica, segura de su argumento.
Cuando hacen alguna escapada juntos, P y V vuelan en aviones separados. Sí, aunque suene increíble, viajan al mismo lugar en aeronaves diferentes. ¿El motivo? Las probabilidades de que ambos mueran por sendos accidentes aéreos son muy bajas: tal vez se caiga un avión, pero dos el mismo día es prácticamente imposible. Así, en caso de una tragedia, al menos uno vivirá para cuidar a sus dos hijos. “Diversificamos el riesgo”, dicen ellos. Alto racionalismo.
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