2.10.12

Tiro libre, directo al pasado

“¡¿Señor, señor, me alcanza la pelota?!” El grito de los chicos al otro lado de la reja me despertó de mis cavilaciones. Comencé a mirar para todos lados, pero no lograba distinguir el esférico. “¡Ahí, señor, ahí, la naranja…!”. Pegada al cordón de la vereda, casi debajo de un auto, pude verla. Puse la suela de mi zapatilla encima de aquella pelota anaranjada, la separé un poco del cordón y le metí un derechazo que superó la “barrera” del colegio y la depositó en el medio del patio. Casi como si fuera un centro a la cabeza de aquellos chicos… Aquellos chicos que rápidamente se olvidaron de mí y volvieron a la acción.

Cuántas veces me había subido a una reja similar…, pidiendo a los eventuales transeúntes por algún esférico que había salido demasiado alto en el medio de un partido chivo en pleno recreo… Una pelotita de tenis, una de gomaespuma azul, una Pulpo bastante saltarina y hasta algún improvisado manojo de papel rodeado por varias vueltas de cinta adhesiva. Algunos no daban ni bola. Apuraban el paso y seguían su camino sin despegar la vista del frente. Otros pensaban que se trataba de una broma y que no había pelota alguna (a veces, tenían razón…). Y, por supuesto, también estaban aquellos que entendían de la imperiosa necesidad de seguir jugando, de aquella sangre que hervía por meter el gol de la victoria antes de que sonara el timbre. El juego seguía inmediatamente en el lugar donde caía la pelota. Apenas había tiempo para un “gracias” tirado a coro entre todos.

Pasaron mucho años ya de aquellos picados (bueno, tampoco tantos...). Ahora estoy del otro lado de la reja y soy yo el que devuelve la redonda al grito de “¡señor-señor!” (qué viejo estoy…). Y entonces debo conformarme con ese pelotazo que cruza la calle y supera el muro de la escuela. Ese pelotazo que reinicia un partido que ya no juego. Ese pelotazo que hace volar mi memoria. Tiro libre, directo al pasado.

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