5.7.06

Plataforma / Plataforma

Viajo en colectivo, en uno de los asientos de atrás de todo. Al lado mío se sienta un pibe como de mi edad. Abre la mochila. Va a sacar un libro. No sé por qué pero me imagino que va a sacar Plataforma, de Michel Houellebecq, uno que tengo pero que aún no leí. El pibe saca en su mano Plataforma, de Michel Houellebecq. Me parece increíble el cruce entre mi proyección mental y su realidad de carne, hueso y hojas encuadernadas de tenue tapa amarilla. Me preguntó cuál será mi cara en ese momento, si se me nota o no la sorpresa. Por dentro, voy a mil con las ideas. Me fijo en la página en que ha abierto el libro. Es la 29. Tal vez haya algo importante allí para mí.
Cuando llego a casa, tomo el libro Plataforma, de Michel Houellebecq, ese que me regalaron hace un tiempo y aún no he leído. Lo abro en su página 29:
“no eran muy fuertes. Una vez deducidos los impuestos, me quedaban unos tres millones de francos. Lo que representaba, poco más o menos, quince veces mi salario anual. Y lo mismo que un obrero cualificado podía ganar, en Europa Occidental, en el transcurso de toda su vida laboral; no estaba tan mal. Para empezar, ya era algo; podía intentar salir de apuros.
Seguro que al cabo de unas semanas iba a recibir una carta del banco. El tren se acercaba a Bayeux; ya me podía imaginar el desarrollo de la conversación. El profesional de mi sucursal habría visto un importante saldo positivo en mi cuenta y querría hablar conmigo; ¿quién no necesita, en un momento u otro de su vida, un asesor financiero? Yo, un poco desconfiado, me inclinaría por las opciones seguras; él acogería esta reacción –tan frecuente- con una ligera sonrisa. La mayoría de los inversores novatos, como él tenía comprobado, prefieren la seguridad al rendimiento; sus colegas y él bromeaban a menudo sobre el tema. No le gustaría que yo le malinterpretara, pero en materia de gestión del patrimonio, algunas personas adultas se comportan como perfectos principiantes. Por su parte, a él le gustaría que considerase una posibilidad distinta, dándome, por supuesto, tiempo para reflexionar. ¿Por qué no invertir dos tercios de mi patrimonio en un valor sin sorpresas, pero de poco rendimiento ¿Y por qué no dedicar el último tercio a una inversión un poco más aventurada, pero con verdaderas posibilidades de revalorización? Yo sabía que, tras unos cuantos días de reflexión, cedería a sus argumentos. Él pensaría que mi adhesión confirmaba su iniciativa, prepararía los documentos con la vivacidad propia del entusiasmo y nuestro apretón de manos, al separarnos, sería abiertamente caluroso.
Yo vivía en un país marcado por un socialismo sosegado, donde la posesión de bienes materiales estaba garantizada por una legislación estricta, donde el sistema bancario estaba”
Esto es todo lo que se lee en aquella página 29. No sé muy bien qué debería interpretar de todo ello. Tal vez debiera hacer un análisis minucioso de cada palabra, cada construcción, tantos significados y figuras ocultas alrededor de estos pocos párrafos. O quizás lo mejor sea olvidar toda esta payasada en la que me metí impulsado por una simple ¿coincidencia?.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

al contrario, es muy profundo.
Se trata de decidir entre la seguridad y el riesgo.
Tu capital es tu vida. Puedes arriesgar a vivir una vida incierta pero tuya. O "conservar" a traves de la rutina la seguridad
cotidiana.
Te suena a algo conocido?

Diego Peluffo dijo...

Siempre voy a respetar lo que dice el oráculo.
Gracias!