16.12.08

Niemeyer, el poeta del hormigón armado

"No es el ángulo recto el que me atrae
ni la línea recta, dura e inflexible
creada por el hombre
Lo que me atrae es la curva libre y sensual
la curva que encuentro en las montañas de mi país
en el curso sinuoso de sus ríos
en las olas del mar
en las nubes del cielo
en el cuerpo de la mujer preferida
De curvas está hecho el Universo
el Universo curvo de Einstein"

Oscar Niemeyer

“La vida es un soplo”, escucho decir a Oscar Niemeyer en un documental que acaba de emitir el canal Encuentro. En el caso de este arquitecto brasileño de 101 años recién cumplidos (nació el 15 de diciembre de 1907), pareciera mucho más que eso. Emociona escucharlo, verlo dibujar nuevamente cada una de sus ya consagradas obras con un marcador negro sobre el papel. Aunque se dice un “viejo pesimista”, este verdadero “poeta del hormigón armado” y enemigo de los ángulos rectos –que se animó a redefinir lo urbano- motiva con cada palabra, con cada gesto.

Cuando en 1956 el presidente de Brasil, Juscelino Kubistchek, decidió encarar la construcción de Brasilia, Niemeyer trabajó con el urbanista Lucio Costa y le dio sus particulares formas a la nueva capital. Allí, dejó su impronta en obras como el Palacio del Planalto (la Casa de Gobierno brasileña), un Congreso muy particular, una Catedral de diseño totalmente innovador y muchos otros edificios públicos que llevan su sello.

“Brasilia debería parar”, dice ahora Niemeyer, para quien el crecimiento de toda urbe debe ser controlado. Su idea es la de multiplicar centros urbanos en vez de extender los límites de las grandes ciudades, que así se hacen demasiado densas y por ende inhabitables.


Con la llegada de la dictadura brasileña, este arquitecto se tuvo que exiliar y fue así que desplegó sus obras por el mundo entero: la Universidad de Constantina en Argelia, la sede del Partido Comunista en Francia, la casa central de la Editorial Mondadori en Italia fueron algunas de sus obras preferidas. Cuando volvió a su país, siguió regando de curvas el paisaje, como en aquel increíble Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi.

En Río de Janeiro, Niemeyer construyó para sí una casa totalmente adaptada a la naturaleza, muy sencilla, manteniendo incluso la roca originaria del morro, que de esta manera forma parte de algunos ambientes. Él mismo cuenta la anécdota de aquella vez que lo fue a visitar Walter Gropius y le hizo una objeción que al brasileño le causó mucha gracia, pero también sorpresa por tratarse de una persona que él consideraba tan inteligente. “Esto no se puede multiplicar”, le dijo el fundador de la Bauhaus.

Enemigo acérrimo del capitalismo y eterno luchador por la igualdad social, Niemeyer todavía tiene grandes proyectos por delante: Hugo Chávez le encomendó un museo en honor a Simón Bolívar que tendría forma de flecha apuntando hacia los Estados Unidos y rompería el récord mundial de hormigón armado suspendido. Además, diseñó un Puerto de la Música que se construirá en Rosario (sería su primer obra en la Argentina y la elección de la ciudad estaría basada en su admiración por el Che Guevara).

1 comentario:

Majo dijo...

¡Genial!