El 21 de septiembre del año pasado dejé sobre el banco de una plaza un ejemplar del libro “Primavera con una esquina rota”, de Mario Benedetti. Simplemente solté aquella novela del escritor uruguayo, la abandoné ahí para que cualquiera pudiera agarrarla y zambullirse entre sus páginas. Algunos me dijeron para qué, si total va a terminar en manos de cartoneros que lo venderán como papel. Y yo pensé quién sabe; tal vez sí, tal vez no. Quizás ni siquiera importaba demasiado, pues al fin y al cabo, de una u otra manera, se convertiría en vital alimento para alguien. Por supuesto, nunca volví a saber nada de aquella pequeña edición de bolsillo.
No era una idea mía, aunque bien me hubiese gustado que lo fuera. Lo hice dentro de una iniciativa fomentada por la Organización Mejicana Letras Voladoras, que propone algo así como una fuga de libros en la ciudad. Es decir, desprenderse de un libro y dejarlo en un lugar público para que alguien desconocido lo encuentre y lo lea. Puede ser en el asiento de un colectivo, la mesa de un bar, el banco de una plaza, el cordón de la vereda, el probador de un local de ropa, donde a uno se le ocurra. ¿No sería genial, por ejemplo, intercalar un libro entre varios productos en una góndola de supermercado y ver qué pasa?
Se recomienda que en la primera hoja se aclare que ese ejemplar pertenece al movimiento “Libro Libre”, que está ahí para quien lo encuentre y asimismo debe volver a ser liberado luego de su lectura. Se trata de poner a circular la palabra, crear una red anónima de libros móviles que se van ofreciendo una y otra vez a miles de ojos diferentes. Una fuga destinada a provocar encuentros, construir nuevos puentes para el conocimiento y la emoción, que no siempre van por caminos opuestos.
Este 21 de septiembre la propuesta se repite y volveré a soltar un libro. Ojalá seamos muchos los que lo hagamos, pues cada desprendimiento provocará su encuentro correspondiente. Creo que hay pocas cosas más motivantes que la posibilidad de generar descubrimientos.
3 comentarios:
La idea es buena. Sólo hay un problema: no puedo deshacerme de libros que me hayan gustado. Por lo cual, este 21 de septiembre, dejaré librado al azar un libro de algún pésimo autor. Desde ahora, le pido disculpas al futuro descubridor de semejante libro. Sólo le deseo que no se convierta en lector.
PD: me encanta poner comentarios en los blogs porque uno puede elegir una identidad todos los días... No es maravilloso?
Creo que lo más valioso sería desprenderse de un libro que a uno realmente le gusta. Es como ofrecer lo mejor que uno tiene, querer compartir aquello que realmente nos conmovió.
De todas maneras, los gustos son muy relativos, así que un texto despreciado puede ser un texto genial para un otro diferente.
En fin, más allá del libro que uno elija, lo importante es soltar.
Me he desprendido de libros que no me gustan (es lo más fácil), de libros que no he leído (me da cierta "cosa" por eso de que "más adelante lo podría leer) y de libros que me gustaron (luego lo repuse, comprando otro igual jajaja). Sin duda, coincido con vos, Diego, regalar un libro que a uno le gusta se siente diferente; hasta por momentos diría que se "siente más humano".
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