Villa Ortúzar
2.3.14
Lou Reed vive en Villa Ortúzar
14.2.14
22.1.14
Esperando el milagro
21.11.13
La noche del “Puuuummm!” y del “Zzzuuuhhhh!”
Yo estuve aquella noche del “Puuuummm!” y del “Zzzuuuhhhh!”.
Tenía 17 años, estaba por terminar la escuela secundaria y ya era un enfermo de
River. Habíamos ido al Monumental con “Nacho” y “Larva”, que nos había
ofrecido un trueque muy tentador: repartir volantes para un candidato adentro
del estadio a cambio de no pagar la entrada. Se venían las elecciones en el
club y eran tiempos de campaña. Creo que fue la única vez que entré gratis a la
cancha. En aquel entonces la política de River me importaba poco y nada; sólo quería ver jugar al “Millo”, disfrutar
con su buen fútbol, gritar los goles del equipo, festejar los campeonatos. Y en
eso andaba veinte años atrás, aquel viernes 19 de noviembre de 1993. Con un manojo de volantes en
la mano y un par de ojos clavados en el verde césped del Monumental, donde el
River de Passarella y el Lanús de Miguel Angel Russo empataban cero a cero
promediando el segundo tiempo. Hasta ahí, lo más emocionante había sido un escupitajo
de “Nacho” que había impactado -sin querer- en la humanidad de un hincha que
justo pasaba por delante nuestro. El damnificado nos miró enfurecido y enseguida
imaginé lo peor: batahola en plena tribuna, golpes volando por los aires y el
regreso a casa con un ojo hinchado (en el mejor de los casos). Sin embargo, un
rápido pedido de disculpas pareció conformar a la víctima del salivazo y yo
respiré aliviado.
En la cancha no pasaba demasiado. River no encontraba los
caminos para doblegar el arco de Ojeda, pero Passarella seguía sin tocar el
banco de suplentes, donde junto al “Flaco” Saccone y a “Richard” Altamirano,
habitaban algunos nombres que luego serían ilustres –el “Pelado” Almeyda y el
“Muñeco” Gallardo- y otros que pasarían francamente desapercibidos para el
hincha millonario, como el “Polaco” Daniel Dobrik. El partido seguía cero a
cero, pero en cuatro minutos todo iba a cambiar.
A los 22 del complemento,
Ramón Ismael Medina Bello calzó de volea un córner desde la derecha y la pelota
se incrustó contra la red. Fue el “Puuuummm!”. A los 26, el “Mencho” de
Gualeguay metió un cabezazo que dibujó una preciosa parábola y puso el 2-0 que
sería definitivo en aquella noche del Monumental. Fue el “Zzuuuhhhh!”. River
quedaba primero con 16 puntos, seguido por el “Granate” y Vélez, ambos con 14. Un
par de días después, “La Academia” y “El Fortín” protagonizarían otro de los
partidos destacados de la jornada: victoria 2-0 del equipo de Avellaneda en
Liniers con aquella increíble chilena del “Lagarto” Fleita que dejó inerte a
Chilavert y sentenció el encuentro.
Al término de la fecha, extasiado por los goles del “Mencho”
y el triunfo de River, corrí a comprar El
Gráfico, que en su tapa mostraba al goleador entrerriano abrazado por sus
compañeros y titulaba: “River se juega al título”. En un recuadrito, a la
izquierda, el “Flaco” Menotti posaba mostrando la camiseta del clásico rival.
“Boca se juega a Menotti”, decía la revista. Y arriba de todo otro título daba
cuenta de la reciente y angustiosa clasificación a Estados Unidos ’94: “Vamos
al Mundial, ahora hay que armar la Selección”. Sin dudas, una edición con
varios temas fuertes. Para mí, sin embargo, siempre será lisa y llanamente El Gráfico del “Puuuummm!” y del
“Zzzuuuhhhh!”, tales las onomatopeyas que usó el periodista que escribió la crónica sobre aquel triunfo “Millonario”.
En la nota, se evocan otras jornadas de gloria del
“Mencho”. Se mencionan los dos goles a Newell’s en julio de 1992 para meterse en la
Copa Libertadores, el taquito contra Perú jugando para la Selección por
Eliminatorias en el Monumental, un cabezazo contra Paraguay y finalmente uno
que se destaca claramente sobre el resto: aquella obra maestra que dibujó ante
Estudiantes de La Plata el 13 de mayo de 1990 y que ayudó a darle un campeonato
a River. “El mejor de mi vida”, dijo alguna vez el Mencho. Caño a un Trotta que
pasa de largo como bondi lleno, el “Ruso” Prátola que tampoco puede, el arquero
Battaglia que queda pagando (pelota por un lado y jugador por otro) y toque a
la red ante el cierre desesperado de Craviotto. El mejor, sin dudas. Cuando me
acuerdo del “Mencho” me vienen a la mente dos cosas: aquella noche de sus dos golazos a Lanús y –sobre todo- aquella
apilada fantástica contra el Pincha
que provocó el delirio de miles de hinchas de River.
Este año pude ver al querido “Mencho” nuevamente jugando al
fútbol en el Monumental. Fue en la despedida del “Burrito” Ortega, el último
gran ídolo del “Millo”. Aquel entrerriano que de chiquito cazaba nutrias y de
grande aprendió a cazar goles, tiene ahora 47 años, algunos (cuantos) kilitos de
más y menos potencia que antes. No hubo “Puuuummm!” ni “Zzzuuuhhhh!” en aquella tarde-noche de Nuñez, pero su sola presencia me llenó
de alegría.
27.9.13
A besos y a veces
20.9.13
Tacho-cucha
13.9.13
Balde / Tacho
6.9.13
Pizza, birra y tacho
30.8.13
23.8.13
Navarro, un rato antes de las cuatro
Un hombre espera al
viento en medio de la laguna, una oveja se queda petrificada frente a una
cámara y la vieja estación sigue huérfana de trenes. El tiempo parece detenido,
pero no. En Navarro, un rato antes de las cuatro de la tarde del domingo, las únicas
que se mueven son las agujas del reloj.
Navarro, provincia de Buenos Aires
6.8.13
La perra Nea y los mundos imposibles de Escher
Me levanto medio dormido
y enfilo para el baño, pero en el pasillo tropiezo con una escena que desafía
mi entendimiento. Una perra acostada… ¿en el piso o en la pared? De repente,
las leyes del mundo parecen subvertirse y me siento como atrapado adentro de un
cuadro de Escher. La perra no es otra que Nea, la ovejera belga que nos acompaña
desde enero. Y Escher no es otro que Maurits Cornelis Escher, un artista
holandés que siempre me rompió la cabeza con sus grabados de figuras imposibles
y mundos imaginarios. Su obra me impresionó desde que era chico: mi viejo -que
era arquitecto- tenía un par de cuadros
con reproducciones suyas. Una era “Relatividad”, una litografía de 1953 que
muestra a varias figuras humanas subiendo y bajando escaleras en medio de
paredes que a la vez son pisos y pisos que a la vez son paredes. Me encantaba quedarme mirando
esa imagen, mientras trataba de desentrañar cómo había hecho el artista para idear
y dibujar tan perfectamente aquel espacio paradojal.
Paradojal también es Nea, esa perra que duerme con sus patas apoyadas contra
la pared. Esa ovejera belga que -al menos por un rato- “da vuelta la casa” y me
transporta a los mundos imposibles de Escher.
26.7.13
Sobredosis de los Pérez García
J ha llevado al extremo
la famosa frase “tiene más problemas que
los Pérez García”, generalizando su uso para prácticamente cualquier situación.
Suele decir cosas como:
“Tiene más vueltas que
los Pérez García”
“Tiene más amigos que los
Pérez García”
“Mira más partidos que
los Pérez García”
“Come más que los Pérez
García”
“Se queja más que los
Pérez García”
Y la última que le
escuché:
“Esta billetera tiene más
cosas que los Pérez García”
4.7.13
Diego sigue tirando paredes en Nápoles
En Nápoles, cuando se dan
cuenta que sos argentino, te abrazan, te tienden la alfombra roja. Días atrás,
mientras compraba una cerveza en la Via dei Tribunali, un gordo me preguntó: "¿Argentino?"; y se llevó la mano a su corazón. El recuerdo de
Maradona sigue intacto en la memoria de los napolitanos y la imagen del Diego
se repite en las paredes de una ciudad que jamás olvidará a su ídolo
futbolero.
Otro argentino que dejó
su huella –salvando las obvias distancias- es Ezequiel Lavezzi. En las plazas,
se puede ver a algunos niños napolitanos jugando a la pelota con la casaca del
“Pocho”, ahora en el PSG. Pero el hombre del momento es Edinson Cavani, otro
que parece tener destino francés. El delantero uruguayo, goleador de la última
edición de la Serie A del Calcio, también tiene su lugar en las paredes de la
ciudad.
8.6.13
¿Encuesta callejera?
3.5.13
Un pariente de 24 metros de altura
Acabo de enterarme que en
Noli -un pequeño pueblo de la región italiana de Liguria- se erige la “Torre
Peluffo”. La construcción data del siglo XIII, pero su estado actual es bueno,
ya que ha sido restaurada tanto en su interior como en su aspecto externo. Ojalá
algún día pueda visitar a mi querido pariente de 24 metros de altura…
Gracias a Esperanza Corredor por el dato.
Fotos: Esperanza Corredor y www.mondimedievali.net
5.4.13
Un día en "El Paraíso" (terrenal)
De Adán y Eva, ni
noticias. Del árbol prohibido, tampoco. Apenas un hombre que limpia su camión,
unos muchachos que juegan al fútbol en la canchita lindera a la capilla, un chico
que lleva su caballo al otro lado de las vías y un largo tren de carga que no
para en la vieja estación. "El Paraíso" existe. Y está a 190 kilómetros de
Buenos Aires.
"El Paraíso" (partido de Ramallo, provincia de Buenos Aires)
4.4.13
Pearl Jam, el barro, "Lo de Charly" y el recuerdo
Parten desde el mismo
lugar, pero se encuentran recién a los 12 kilómetros, dos horas después. Se
miran los pies y –aunque no se han visto nunca- se reconocen de inmediato. La
parejita de la mesa de afuera. Los dos amigos que esperan sentados su pedido
para llevar. Los novios espigados que abren la puerta después de haber calmado
ese apetito voraz que suele asaltar a cualquiera después de un recital. Y él,
claro. Los unen el amor por Pearl Jam, las zapatillas cubiertas por una gruesa
capa de barro y el afán por comerse un buen chori o un sándwich de bondiola o
lo que sea que salga de esa siempre activa parrilla de “Lo de Charly”, parada
obligada de los hambrientos que pasan por Villa Ortúzar. No
necesitan hablar. Una mirada, quizás un leve gesto, una sonrisa. Y el recuerdo,
claro.
Oh, dear dad / can you see me now / I am myself / like you somehow…
"Release" (Costanera Sur, 03/04/2013)
7.3.13
Villa Epecuén, el pueblo que estuvo años bajo el agua
El viejo Matadero en
ruinas, los árboles desnudos de hojas y corteza, las casas de paredes blancas, las
casas sin paredes ni techo ni ventanas ni nada. Villa Epecuén es hoy un pueblo
fantasma. Allí, las calles se funden con el lago homónimo, aquel que hace 28
años sepultó a la ciudad bajo sus aguas salobres. Allí, tan sólo se escucha el zumbido de las
nubes de insectos que pululan en la orilla. Allí, los únicos que parecen ajenos a las circunstancias son los toboganes que daban a las viejas piletas.
En 1985, tras un período
de intensas lluvias, un terraplén cedió y las aguas del Lago Epecuén cubrieron
aquella villa turística que se había erigido a pocos kilómetros de Carhué. El
pueblo estuvo años sumergido bajo aquel manto acuoso cuya salinidad sólo es superada por el Mar Muerto. Con el tiempo, el nivel del lago fue retrocediendo
lentamente y ahora la ciudad emerge de su tumba salobre.
23.1.13
Ventosas
18.1.13
El Chancho y la Sube
Pensé que se habían
extinguido, pero no. Viajaba en el 107 cuando divisé a uno subiendo por la puerta
de adelante. Cincuentón, medio pelado, de panza prominente, prolijamente
enfundado en su tándem reglamentario camisa-corbata a pesar del sofocante
calor. Un inspector. Un Chancho. Uno de aquellos otrora temidos controladores
de boletos que por estos días deben conformarse con pedirle a los pasajeros que
le muestren sus tarjetas Sube. Qué
humillación.
Al grito de “A ver sus
tarjetas”, el Chancho dio comienzo a su labor. No hubo caras de terror. Tampoco
aquella clásica y nerviosa búsqueda del pedazo de papel en algún bolsillo o en
la mochila o en la cartera o en el piso. Nada de eso. Uno a uno, los
viajantes fueron sacando sus plásticos de color violeta para mostrárselos al barrigón
inspector, que con sólo posar sus ojos en la Sube daba por pagado el viaje.
“Yo no saqué”, escuché
que le decía una chica a otra en tono cómplice. Mientras tanto, yo hurgaba en
el fondo de mi bolsillo en busca del boleto de $3,25 (no tengo el bendito
plástico). Cuando el Chancho llegó a nuestra posición, saqué el pedazo de papel
y él lo marcó con una birome roja (¡¿y el perforador?!). La jovencita mostró
impávida su tarjeta Sube y hasta se jactó de haberle pagado a sus amigos que
viajaban en el asiento del fondo. El Chancho asintió sin más. No hubo
preguntas. No hubo dudas. Ni siquiera una mirada seria o una mueca amenazante.
Chanchos eran los de antes.
7.1.13
Trabajo de hormiga en el continente mandarina
2.1.13
Santa Claus del Monte
17.12.12
Los platos rotos
8.12.12
Oscar
El miércoles pasado murió Oscar Niemeyer, el gran arquitecto brasileño que estaba a sólo diez días de celebrar los 105 años (nació el 15 de diciembre de 1907). En 2008, cuando este verdadero genio tenía 101 recién cumplidos, escribí este post: "Niemeyer, el poeta del hormigón armado".
15.11.12
"Merece" y otras humanidades
En Uruguay, cuando uno da las gracias, no
recibe un simple "de nada". Del otro lado, casi siempre responden con un "merece".
Como si hubiésemos hecho mérito. Como si nos dieran un premio.
Margarita acusa problemas de memoria y vive
una vida de placeres en su rancho de Trinidad. Come y duerme. Come y duerme. Cuando termina el plato, se olvida de que ya comió
y entonces pide que le vuelvan a servir. ¿Se olvida?
La noche avanza y, en un
momento, la cabeza de D empieza a caer. En una reunión, una cena, un asado, un
cumpleaños, lo que sea. No importa. Meta cabezazo, él lucha para no quedarse
dormido, pero es en vano: el sueño siempre gana. Viene de familia.
R puede pasar horas
imaginando los goles que hará el domingo. De cabeza, de afuera del área, de
apilada monumental, hasta de chilena. Sin embargo, el domingo bastan 90 minutos
para caer en la dura realidad. Sí, R es el "goleador de los sueños".
El bondi frena de golpe y
ella, que viaja en el medio del pasillo, se agarra como puede…, del mango del
limpiavidrios de otro pasajero.
Para dormir, a J le gusta
usar remeras de Massacre. Y eso que nunca escuchó a la banda del gordo Walas y
compañía. Seguro es por mi culpa.
8.11.12
Una noche en vela
29.10.12
Carnicería
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