Abel Alexander conoció a Miguel Angel Cuarterolo cuando decidió comenzar a buscar información sobre sus antepasados fotógrafos. Ambos trabajaban en el Diario Clarín y compartían un profundo interés por la historia de la fotografía. Con el tiempo, se fueron haciendo amigos y empezaron a hacer cosas juntos: un centro de investigaciones, congresos, exposiciones, libros, catálogos, investigaciones, siempre todo relacionado con la historia de la fotografía.
Cuando salían del diario, Miguel Angel llevaba a Abel hasta Chacarita, dónde éste tomaba el tren para volver a su casa en San Miguel. En el trayecto, aprovechaban para intercambiar ideas y ponerse al día respecto al curso de sus respectivas investigaciones. Cuando se largaban a conversar de los temas que los desvelaban era difícil parar y pronto quedó claro que los viajes en auto resultaban demasiado cortos. Entonces, descubrieron que a sólo dos cuadras de la Estación Federico Lacroze había un barcito en una esquina donde podían sentarse a tomar un par de cafés y charlar tranquilos de sus cosas.
Esta rutina de dos historiadores de la fotografía sentándose en un bar a hablar solamente de historia de la fotografía duró alrededor de diez años, hasta que Miguel Angel falleció de forma repentina a los 51. Desde aquel entonces, Abel decidió no volver más al lugar. Hasta que una vez, ojeando una publicación que se dedica a promocionar las muestras fotográficas que hay en Buenos Aires, Abel leyó algo acerca de un lugar llamado “Bar Palacio” y decidió darse una vuelta para ver de qué se trataba. Cuando entró, no lo podía creer: ese bar, aquel mismísimo lugar donde por el lapso de diez años se había juntado con Miguel Angel a hablar de la historia de la fotografía, se había transformado mágicamente en un museo de la fotografía. Lo sorprendente es que Abel y Miguel Angel nunca habían llegado a conocer al dueño del lugar; no había ninguna relación, nunca se habían hablado, jamás se habían visto. El dueño era un fotógrafo publicitario que tenía su estudio arriba, un tipo que coleccionaba cámaras y había decidido exhibirlas como un atractivo para la gente.
El Bar Palacio - Museo Simik está ubicado en Federico Lacroze y Fraga. A diferencia de cualquier museo fotográfico, permanece abierto día y noche. Solamente cierra los domingos, pero uno puede ir a las tres, cuatro de la mañana y echarle un vistazo a la historia de la fotografía. Además, si se presta mucha atención, entre las tantísimas vitrinas que allí se exhiben, se puede apreciar una sección dedicada a Miguel Angel Cuarterolo. Se trata de unos daguerrotipos hechos en porcelana, bajo los cuales puede leerse: “Daguerrotipos, amigos, café”.
Cuando salían del diario, Miguel Angel llevaba a Abel hasta Chacarita, dónde éste tomaba el tren para volver a su casa en San Miguel. En el trayecto, aprovechaban para intercambiar ideas y ponerse al día respecto al curso de sus respectivas investigaciones. Cuando se largaban a conversar de los temas que los desvelaban era difícil parar y pronto quedó claro que los viajes en auto resultaban demasiado cortos. Entonces, descubrieron que a sólo dos cuadras de la Estación Federico Lacroze había un barcito en una esquina donde podían sentarse a tomar un par de cafés y charlar tranquilos de sus cosas.
Esta rutina de dos historiadores de la fotografía sentándose en un bar a hablar solamente de historia de la fotografía duró alrededor de diez años, hasta que Miguel Angel falleció de forma repentina a los 51. Desde aquel entonces, Abel decidió no volver más al lugar. Hasta que una vez, ojeando una publicación que se dedica a promocionar las muestras fotográficas que hay en Buenos Aires, Abel leyó algo acerca de un lugar llamado “Bar Palacio” y decidió darse una vuelta para ver de qué se trataba. Cuando entró, no lo podía creer: ese bar, aquel mismísimo lugar donde por el lapso de diez años se había juntado con Miguel Angel a hablar de la historia de la fotografía, se había transformado mágicamente en un museo de la fotografía. Lo sorprendente es que Abel y Miguel Angel nunca habían llegado a conocer al dueño del lugar; no había ninguna relación, nunca se habían hablado, jamás se habían visto. El dueño era un fotógrafo publicitario que tenía su estudio arriba, un tipo que coleccionaba cámaras y había decidido exhibirlas como un atractivo para la gente.
El Bar Palacio - Museo Simik está ubicado en Federico Lacroze y Fraga. A diferencia de cualquier museo fotográfico, permanece abierto día y noche. Solamente cierra los domingos, pero uno puede ir a las tres, cuatro de la mañana y echarle un vistazo a la historia de la fotografía. Además, si se presta mucha atención, entre las tantísimas vitrinas que allí se exhiben, se puede apreciar una sección dedicada a Miguel Angel Cuarterolo. Se trata de unos daguerrotipos hechos en porcelana, bajo los cuales puede leerse: “Daguerrotipos, amigos, café”.
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