30.12.05

Una torre es una sensación

Hay construcciones que me conmueven. Puede ser una casa, un PH, un patio, o tan sólo una terraza que –siento- rompe la normalidad gris de esta enorme ciudad. Es una sensación de esas que atacan el estómago y suben hasta transformarse en una suerte de emoción que queda varada cerca de la boca.

Mis preferidas son las torres, esas que coronan algunos edificios céntricos de la ciudad. Quizás es porque escasean, aunque creo que lo que me seduce es su poca practicidad en términos de habitabilidad. No creo que sea muy cómodo vivir en el pequeño espacio de una torre, pero se debe sentir como la puta madre. Es una sensación poderosa. Eso. Más que una construcción elevada, una torre es una sensación.
También me emocionan las terrazas. Evidentemente, algo especial tienen las alturas. Pero, ojo, no las alturas de modernas torres. Desprecio, por ejemplo, la terraza en un piso 25. Me conmueven aquellas que están apenas en la segunda o tercera planta, en lo más alto de una casita o un pintoresco PH. Allí imagino intensas noches, parrilla, amigos, estrellas, etc.

Pero no sólo sucede con las construcciones elevadas. Hace poco mi amigo el Maqui me comentó sentir algo parecido con un enorme jardín de un departamento en planta baja, cerca de Scalabrini Ortiz y Santa Fé. Se imaginó tocando plácidamente la guitarra y a su pequeña hija arriba de un triciclo. Creo que simplemente nos encanta soñar.

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