28.12.05

Calles con sentidos (varios)

Los nombres de las calles comunican, transmiten sentidos, ideas acerca de lo que es importante, lo que merece ser resaltado. Por ejemplo, nos indican cuáles fueron los próceres que forjaron nuestra patria, las personalidades que deben ser recordadas por sus actuaciones cruciales para la historia nacional. Recuerdo haber escuchado más de una vez a Pacho O’Donnell preguntándose por qué Juan Manuel de Rosas no tenía una calle propia.

Resulta interesante, entonces, observar una práctica que viene teniendo lugar hace ya un tiempo y que consiste en el renombramiento informal de las calles de nuestra ciudad. Gente que ahí donde dice “Estados Unidos” pone “Pueblo de Irak” o que encima de “Hipólito Yrigoyen” inscribe a su propio prócer, “Sergio Almirón”, luchador social, también conocido como “Petete”. Es el caso, también, de aquellos otros, que queriendo hacer justicia intergeneracional reemplazaron el “Julio A. Roca” por ese “Pueblos originarios” que designa y recuerda a los aborígenes que el dueño de la Diagonal Sur borrara del territorio con su Campaña del Desierto.

Pero analicemos qué nos dice esta práctica que, si ajustamos un poco la mirada, podemos observar en algunas zonas de nuestra ciudad. Por un lado, que los sentidos imperantes, las ideas establecidas, son pasibles de ser resignificadas a través de acciones como éstas. Algo que, en principio, se supone tan estático y permanente como el nombre de una calle o avenida, puede ser cambiado mediante la acción de un grupo de ciudadanos con la intención de comunicar algo bien distinto a lo que allí está escrito (aunque creamos que eso ya no nos dice nada). Se está modificando algo que, por otra parte, parece inmutable, pues son las autoridades, los legisladores, los que históricamente han decidido cómo se van a llamar las arterias de nuestras urbes. Acciones como ésta, entonces, pasan a constituir una suerte de desafío a la autoridad, al sentido imperante, aquello que ha sido dictado por el establishment. Con esto quiero decir –y éste sería otro punto a remarcar- que aquí se ve claramente como existe una lucha por los sentidos, por un imaginario que está instituido, pero que puede ser re-instituido a través de nuevas prácticas culturales.
Aquel que le cambia el nombre a una calle, nos está diciendo que la historia puede reescribirse, que debe ser repensada y vuelta a enunciar todos los días, no sólo a través de una revisión del pasado sino también por medio de una crítica interpretación del presente.

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