22.11.05

Cinismo situacional

Hay situaciones, a veces, momentos y lugares en los que las piezas se ensamblan perfecta y nefastamente, dando notas estridentemente paradojales, cínicas casi sin quererlo.

Sucedió en el subte. Un pibe joven, ciego, entra al vagón ayudado por una mujer y su bastón habitual. La mujer ve que hay dos lugares libres, ambos se sientan y se ponen a charlar. Ella es genial. No tanto por lo que hace, sino porque lo hace con naturalidad. No parece inquietarle el hecho de estar embarcándose en esa conversación. Él, por su lado, habla gustosamente. Le ha dicho a la mujer dónde se baja (creo que es Pueyrredón). Estudia periodismo y ahora mismo está yendo a una clase. Luego, un bache y el tema del clima, como siempre.

Los escucho atentamente. Quiero que sigan hablando, que todo fluya como hasta ahora. Llego a imaginar, incluso, que quedan en encontrarse otro día y al final se enamoran. Ella le ha dicho que se baja en Callao, así que no hay mucho tiempo para el surgimiento del idilio. Pero, de repente, una imagen brutal llega a mis ojos y me sacude. Casi no llego a pensarla totalmente. Me doy cuenta antes de lo terriblemente tragicómico que resulta aquello, la paradoja nefasta de la que les hablaba al principio. Justo al lado de la cabeza del muchacho, algo más atrás, sobre la pared del vagón del subte, una publicidad dispara su mensaje sin misericordia ni consideración alguna: “La lente de contacto semanal que estabas esperando”.

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