Caminando por la calle Juramento veo una vieja como de cera, apostada junto a una ventana de un departamento de planta baja. La señora en cuestión tiene ya sus cuantos años y mira para afuera como esperando que el dinamismo de la gente le sacuda la monotonía. Parece como de Museo de Madame Tussaud porque está muy dura y tiene en el rostro un maquillaje blanquecino que le da un tono irreal y medio fantasmagórico. Su figura, además, aparece entre el vidrio y la cortina, lo que da un aspecto de vitrina de un local, como si fuera un maniquí en un escaparate, un muñeco en exhibición.
Esto me hace pensar que existen muchas otras señoras como ésta que se acercan a la ventana a ver la gente pasar, a curiosear un poco y distraerse con la circulación del mundo exterior. Señoras que ya casi no salen y que encuentran en la ventana algo así como una segunda televisión, una forma de ver qué es lo que está sucediendo en el barrio sin salir de su casa. Es triste, parece que ya estuvieran afuera de la vida.
Esto me hace pensar que existen muchas otras señoras como ésta que se acercan a la ventana a ver la gente pasar, a curiosear un poco y distraerse con la circulación del mundo exterior. Señoras que ya casi no salen y que encuentran en la ventana algo así como una segunda televisión, una forma de ver qué es lo que está sucediendo en el barrio sin salir de su casa. Es triste, parece que ya estuvieran afuera de la vida.
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