28.12.09
La crueldad de Facebook
15.12.09
Mañanas
6.12.09
Siento, luego existo
Banda de sonido oficial de Sentido Urbano.
27.11.09
El privilegio de estar despierto a las 5.28
26.11.09
Apagado
19.11.09
Tal vez sea tiempo de cambiar de piel
12.11.09
6.11.09
Aprendizajes (de un tiempo a esta parte)
4.11.09
Fórmula infalible contra el estrés
26.10.09
humanidades (hasta agotar stock)
Diego es particular hasta para atarse las zapatillas. De chico, quiso aprender el modo “normal”, pero no lo logró. Bah, obtuvo el mismo resultado final a través de un camino diferente. Un cordón que vuela para allá, otro para acá, ajustar, pasar y listo. Ver para creer.
Marcos no necesitaba echar a nadie de su casa cuando tenía invitados y quería irse a dormir. Con su clásico “Bueno, muchachos…”, todos sabían que era tiempo de partir. Y aún lo saben.
Emiliano instaló la técnica, pero el Beto la llevó a la perfección. Cuando ansían abandonar una fiesta o un boliche y no quieren ser convencidos de lo contrario, tiran la famosa “bomba de humo” y se van sin saludar.
Le dicen “El incondicional”. Y es que no se pierde cumpleaños, fiesta, bautismo, despedida, asado, reunión o salida a la que lo convoquen.
Gabriel trabaja de noche en un octavo piso desolado y casi en penumbras. Pero no está solo. Una vez vio una silla moviéndose de acá para allá por sus propios medios. Y también asegura que las computadoras se prenden y apagan solas. “Hay fantasmas”, dice.
Diego tiene muy poca maña para arreglar las cosas del hogar. Y una gran capacidad de adaptación. Por eso, cada vez que quiere usar la cocina, tiene que abrir la llave de gas y encender siempre la misma hornalla que pierde. Por eso, ahora que se le rompió la soga de la persiana del living, ese ambiente parece condenado a la oscuridad.
En Malasia, Carolina y Ezequiel se metieron en un curso de meditación Vipassana. Tenían miedo de no aguantar los diez días que dura aquella experiencia, así que fijaron una contraseña por si querían darse a la fuga. “Está todo bien”, era la clave. El problema es que allí adentro no los dejaban hablar. Carolina no tardó en cansarse, pero no sabía cómo comunicarse con Ezequiel, que parecía muy concentrado en las técnicas de meditación. Hasta que, luego de varios días, él se levantó la remera cuando nadie miraba. En su panza, escrito con marcador, decía: “Tomo el desayuno y me voy”.
22.10.09
Esa utopía recurrente de romper con todo
17.10.09
Vino (y se fue)
9.10.09
La cátedra
La cátedra, Nicolás Casullo
Como recuerda Ricardo Forster hoy en una columna publicada en Página/12, hace un año fallecía Nicolás Casullo. El Doctor Chapatín, como muchos estudiantes de Comunicación le decíamos desde las sombras, fue quizás el profesor que más impacto me causó en mis años de paso por Ramos Mejía. Pasión. Eso es lo que uno llegaba a sentir a veces en sus téoricos y a lo largo de buena parte de esa historia del pensamiento trazada en el libro Itinerarios de la modernidad.
Todavía recuerdo aquella mañana del 19 de diciembre de 2001, cuando Casullo, el titular de la cátedra, me tomó el final de Principales Corrientes del Pensamiento Contemporáneo (PCPC, en la jerga estudiantil). Sí, el 19 de diciembre. Apenas un rato antes que la historia argentina inmediata diera un vuelco. Estaba nervioso, como siempre antes de un exámen oral. Pero el Doctor Chapatín transmitía paz y serenidad. Y pude aprobar sin problemas.
Casullo me hizo conocer, entre otras, la obra de tipos como Karl Kraus, aquel ácido periodista vienés que en soledad escribía, editaba y vendía su propio periódico (La Antorcha) y que ya en 1910 decía cosas como esta: “Estoy convencido de que los acontecimientos ya ni siquiera acontecen. Son los clichés, la fraseología la que trabaja por su cuenta. El lenguaje ha podrido la cosa, el tiempo tiene hedor de frase periodística”.
Hoy, un año después de la muerte de Casullo, casi con seguridad tengamos una nueva Ley de Medios. Ojalá así sea, aunque la norma pueda tener sus deficiencias. Al menos, para que podamos respirar mejor. Para que ese hedor no sea tan nauseabundo.
Rebelde
5.10.09
Código genético
25.9.09
Un Lacar de lágrimas
24.9.09
Sí, Tano
Por supuesto, su avión no se cayó. Pero, pocos meses después, la vida del Tano se apagó inexplicablemente. Y ahora, a kilómetros de distancia, absorto, triste y aún incrédulo, recuerdo aquella pregunta, entre seria e irónica: "¿Me vas a llorar, Rueda?".
18.9.09
Elogio de la ilusión
Desgarradura, E.M Cioran.
15.9.09
El silencio
Tremenda tortura sería encerrar a alguien allí, un día entero o más. Ante la ausencia absoluta de signos externos, aparece todo el peso de la existencia, la conciencia de ser. Un ser cuya vida parece estar pendiendo de una fina hebra, increíble fragilidad. ¿Es posible mantener el equilibrio emocional ante la súbita desaparición del resto del mundo? Ese radical vacío debe llevarlo rápidamente a uno hacia los terrenos de la locura. Simplemente, no parece haber manera de llenar esa nada agobiante.
Esa misma angustia aparece, a veces, cuando uno se va a dormir y se enfrenta consigo mismo en el silencio de la noche. No es extraño que en ese único momento en que podemos percibir el ritmo respiratorio de nuestro cuerpo, aparezcan algunos miedos. No tanto a la muerte; es más bien la vida lo que nos aterra en esos momentos previos al sueño. Es como dice Alain Finkielkraut, en La sabiduría del amor: "En el silencio nocturno lo que horroriza es, no la muerte, sino el ser. Uno está menos aterrado por la cesación de la existencia que por esa existencia incesante que lo envuelve a uno".
9.9.09
Pequeños sueños
7.9.09
Mandarina mandarina
1.9.09
Si llueve, la gente se pone a cubierto...

Si llueve, el pasto se pone contento.
31.8.09
Vampiros de las palabras
26.8.09
El secreto de sus ojos
21.8.09
Palabras menos
11.8.09
humanidades recargadas
Para el mal de amores, Vano tiene una receta infalible: mirar de un tirón El Padrino I, II y III. Ella dice que la trilogía de Francis Ford Coppola es la mejor opción en esos casos por la ausencia total de conflictos de pareja. José probó la fórmula y asegura que funciona.
Cuando Diego come, su mandíbula cruje. Clank, clank, clank. Parece que en vez de boca tuviese una procesadora.
Adrián llevó el cochecito de Julieta al service de Perego (sí, Perego tiene un service para cochecitos). Allí, lo dejaron 0 km para cuando llegue Camila y hasta le pusieron aceite en las rueditas. Pero eso no es lo más extraño. Créase o no, el insólito “taller” queda en la calle Warnes.
De madrugada, cuando uno llega borracho (o algo más) a su casa, debería pensar bien antes de ponerse a cocinar. Santiago no lo hizo. Una vez, "preparó" unos fideos durante seis horas y se despertó con un humo denso proveniente de una olla que no sirvió nunca más. También dos chorizos a la plancha que quedaron como rocas fueron víctimas de esa fatal mezcla de hambre voraz y sueño.
Paola tuvo una gran idea: regalarle a su querida amiga un pececito. Llenó un frasco con agua de la canilla y allí depositó su inusual presente. Al momento de abrir el “paquete”, la sorpresa de la cumpleañera fue mayúscula: el acuático amiguito no se movía. Le habían regalado un pececito muerto. El acuario no aceptó devoluciones.
Esa no fue la única historia desafortunada (y animal) que tuvo Paola. En otra oportunidad, puso a su conejito arriba de la estufa (“estaba en piloto”) para protegerlo del frío. Se fue a hacer unas cosas y volvió tiempo después. El resultado: conejito disecado.
Cuando M entró a su nuevo laburo, pensó que allí tenía un Plan A, un Plan B y un Plan Z. Al final, tuvo un hijo con Plan B.
Entre la ropa recién lavada que puso sobre la cama, Diego encontró no una sino cuatro vaquitas de San Antonio. Qué manera de pedir deseos...
9.8.09
Que no se apaguen las bombitas amarillas
7.8.09
Sinrazón
Apenas unos minutos después, arriba del 140 y ya camino a casa, me dispongo a comenzar a leer el libro que ella me acaba de regalar: Todos los cuentos, de la española Cristina Fernández Cubas. La obra arranca con una cita de Blaise Pascal: “La suprema adquisición de la razón consiste en reconocer que hay una infinidad de cosas que la sobrepasan”.
Hablando de sinrazones…
3.8.09
Mudar
31.7.09
Destellos de la mañana
Nota: En itálica, fragmentos de "Destellos", tema incluido en "Despierta", el último disco de Las Pelotas.
25.7.09
La película del sábado (con banda de sonido)
20.7.09
Peluffo en un gran día

"Si ese magnífico esfuerzo no se vio compensado en los guarismos del score, hay que buscar la causa en la brillante actuación que cumplió nuevamente Peluffo, gran arquero piazzista, que menos empleado que el domingo anterior, tuvo intervenciones arriesgadas y de gran eficacia", decía la crónica de la época.

"Salió la redonda del centro. Fintas de ambos lados y los cinco delanteros locales se lanzaron como indios en un malón contra el arco de Peluffo. No obstante ello, la visita se puso en ventaja y se puede decir que desde ese momento comenzó la fiesta. Nunca público alguno sufrió más que el local al ver que pasaban los minutos y pese a que los de Olavarría pocas veces llegaron hasta la casa de Esterelles, en el otro lado de Peluffo, hombre de resoluciones enérgicas, había tomado a su cargo la venganza de la disminuida personalidad del presidente de la Liga y copiándole el lema al vigilante, dijo: 'No pasarán'."
El guardavalla también aparece en una foto (fecha incierta) que refleja un encuentro entre el equipo de Azul y su similar de Plaza Huincul. El epígrafe dice: "En la primer nota, círculo superior puede verse completamente vencido al arquero de Azul, Peluffo, ante un inteligente golpe de cabeza de Fausto. En la otra puede observarse una excelente intervención de Peluffo en un momento de apremio para su valla, mientras la defensa azuleña para evitar cualquier otra ulterioridad."

Aquel arquero de apellido Peluffo no era otro que mi abuelo Héctor. El que se fue demasiado pronto. El que durante esos cinco o seis años que mi hermano y yo lo pudimos disfrutar nos enseñó a querer a la camiseta de la banda roja. El que nos dejó un legado eterno: el amor por el fútbol.
Nota: Gracias a mi tía Mariela por rescatar estos recortes y fotos de algún rincón olvidado.
10.7.09
humanidades (continuación)
Mia no retuerce el trapo. Tampoco la "balerina". Además, no puede agarrar con la mano los restos de comida que quedan en la rejilla de la pileta de la cocina.
Verónica tiene una hipótesis: la chocotorta es mucho más rica después de un día en la heladera. Tiene razón. Y después de dos días, ni te cuento.
Juan Pablo se relaciona a partir de la hostilidad. Cuanto más te bardea, más te quiere.
Cuando termina de hablar con su papá, Julieta siempre se fija en el “relojito” del celular. Cero cincuenta y cinco. Cero cincuenta. Cero cincuenta y ocho. Las conversaciones entre ambos nunca exceden el minuto.
La máxima de Patricio indica que “si una chica se para a hablar con vos en el pasillo de la Facultad, es porque tiene onda”. Habría que ir a preguntar allá por Ramos Mejía.
Abril no llega a los tres años, pero ya demuestra ser toda una fanática de los postres. Después de la comida, viene el helado. Después del helado, las uvas. Después de las uvas, el Serenito.
Finalmente, Nacho se va a “convivir solo”, pero con su novia.
7.7.09
Ahora sí, con todas las letras
Es cierto, no es lo mismo si en la guitarra no está Angelus (un tipo capaz de sorprender con una extraña versión de La cucaracha). Pero es mejor escucharla de boca de Andrés. Con todas las letras.
6.7.09
Corazoncito quemero
29.6.09
Cuando uno sabe en sueños que sueña
El espejo en el espejo, Michael Ende.
Sueños. Algunos nos asaltan de noche y con los ojos cerrados. Otros, los elaboramos y saboreamos a plena luz del día. A veces nos abandonan, pero también somos nosotros quienes solemos renunciar a ellos o -al menos- postergarlos. A veces son tan placenteros que nos gustaría que no terminen nunca. A veces llegamos a concretarlos.
Después de ver Revolutionary Road, la película de Sam Mendes que acá se llamó Sólo un sueño, recordé aquellas líneas de Michael Ende y también una extraña capacidad que he tenido de tanto en tanto: cuando me encuentro inmerso en un pasaje onírico que no me gusta, puedo interrumpirlo. Es decir, me concentro y hago todo lo posible para que mis ojos se abran. Ellos, obedientes, lo hacen. Y fin del sueño.
Durante la vigilia, por cierto, las cosas son distintas. No hay dudas: con los ojos abiertos, es mucho más difícil dejar de soñar.
23.6.09
Fuerza tranquila

Hacía treinta años que mi padrino y yo no nos veíamos. Francois se fue del país en el ’77, cuando quien escribe apenas tenía un año. Desde entonces, jamás nos habíamos vuelto a encontrar. Hasta aquella tarde en la terminal Delicias, claro. Nos habíamos mandado fotos por correo electrónico, así que no costó mucho reconocernos. Sin dudas, le habrá sorprendido igual mi profusa barba, mi metro ochenta y un rostro para nada angelical, muy lejano al de un inocente bebé. Cruzamos unas pocas palabras de rigor (el viaje, el clima), bajamos al estacionamiento y él fue a pagar la estadía. Apenas entramos al auto, me dijo: “Seguís teniendo la misma mirada, esa que tenía tu padre. Fuerza tranquila, tu mirada transmite una fuerza tranquila”.
17.6.09
Los martes, de principio a fin
Los martes todo vuelve a empezar. Pero, también, todo termina.
15.6.09
El arte puede ser el mejor remedio
5.6.09
Un amor perjudicial para la salud
25.5.09
Caminando con Bowie bajo la lluvia
20.5.09
Carefree por Gauguin
A partir de allí, cada vez que iba a aquella farmacia de Chile y Defensa a comprar toallitas, la joven artista se llevaba un libro de alguno de los grandes de la pintura de regalo. Carefree por Gauguin, aunque suene raro. La colección fue así pasando del farmacéutico-pintor a la artista-cliente. Pero la cosa no quedó ahí. Siguió, luego, una serie de videos sobre otros grandes artistas: desde Picasso a Warhol y tantos otros.
Así fue que un buen día, en gratitud, Laura se acercó hasta la farmacia con un cuadro especialmente dedicado al bondadoso señor de los libros y las cintas, ese extraño salvador. Y es que así lo entendía aquella joven por ese entonces. El farmacéutico era un ser único, un tipo capaz de un gesto casi imposible de concebir en la ciudad: el del regalo a un extraño. Una señal fundamental de humanidad, una razón para seguir creyendo en utopías y vidas mejores. Llegó, entonces, ese cuadro a manos de aquel salvador con delantal. Era una reproducción de un modelo vivo que ella había pintado en la facultad.
El otro día pasé por aquella esquina de Chile y Defensa, pero la farmacia ya no estaba. Me pregunto dónde habrá quedado guardado ese cuadro, cuáles serán las palabras que Laura eligió para la dedicatoria y que no recuerda bien y, fundamentalmente, qué habrá pasado con aquel altruista farmacéutico.
17.5.09
No te salves
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo
Mario Benedetti
Uno de sus poemas que más me gusta. Un pequeño homenaje.
Su vida y obra, acá.
15.5.09
Cuestión de tiempo

10.5.09
Me pasó un tren por encima
Pedí tres deseos.
7.5.09
Un edificio delgado en la calle ídem

28.4.09
Una mañana muy especial en Villa Mitre

Carolina y Diego se miraban, emocionados y extrañados a la vez. ¿Cómo imaginarse que esos chicos de siete u ocho años los iban a llenar de preguntas, pero sobre todo de afecto? Que les iban a regalar un librito hecho en clase con el título “Yo soy igual… Sus cuentos nos inspiraron”, lleno de dibujos relativos a la colección que habían lanzado hace poco más de un mes. Y que para el acto del 1 de mayo estaban preparando canciones, dramatizaciones e ilustraciones basadas en esos cuentos, en esas historias de mujeres taxistas, electricistas, albañiles, árbitros, conductoras de subte, cirujanas.
Lo único que habían imaginado eran precisamente esas seis historias. Y ahora estaban en esa escuela, tomando Nesquik y comiendo galletitas con esos chicos llenos de inquietudes. Con una sonrisa de oreja a oreja. Plena, casi infantil. ¿No se imaginaban esto, no?, preguntaban las docentes. No, jamás habían pensado que podían generar algo semejante. No tienen tanta imaginación. Gracias, chicos.
Si quieren, pueden visitar el blog de la Escuela Nº9, D.E.7º de Villa Mitre.
26.4.09
Mis 15
2- La luz amarilla que entra por la ventana esmerilada de mi cuarto.
3- Una ducha caliente.
4- Comer una milanesa con papas fritas o puré o ensalada o.
5- Hamaca paraguaya y sol en el balcón terraza de mi casa.
6- Escribir (aunque sea una línea).
7- Un tema de Massacre o Pearl Jam mientras camino por una calle solitaria.
8- Escupir un chicle y darle de volea antes que toque el suelo.
9- Un pucho en el balcón. De noche. Liberando pensamientos.
10- El olor a pasto cortado. O a lluvia inminente.
11- Cuando mi pequeña sobrina Abril me llama: “Tío, tío, tío, tiítooooo…!!!”
12- Hacer un gol. Golazo. Y gritarlo con todo.
13- Un sándwich de bondiola en la Costanera Sur.
14- Viajar en tren. Mirando para afuera. El sol me pega en la frente.
15- Soñar con ella.
Cumplo con la invitación de mi amiga Lore Tapia y acá estan: 15 momentos de mi vida cotidiana que me causan placer.
21.4.09
Esas clásicas señales
13.4.09
No va más
8.4.09
Cerca y lejos
3.4.09
La pelota
31.3.09
Guía Che



Cienfuegos

Cienfuegos

Cienfuegos

La Habana

Santa Clara

Santa Clara
Santa Clara
26.3.09
Elogio de la tristeza
23.3.09
Entera o a pedazos


20.3.09
Momento perfecto

16.3.09
Lucha sin cartel
13.3.09
En la vidriera
12.2.09
Cortázar y el 168

4.2.09
¿Dónde están mis Playmobil?

28.1.09
Las “coincidencias” y la ley de Kammerer
En particular, recuerdo algunos sucesos no tan cotidianos pero que, en su momento, me hicieron pensar en la existencia de un extraño orden cósmico, como si las coincidencias no existieran realmente, como si todo estuviera fina y sutilmente orquestado y nosotros no fuéramos más que piezas que se mueven y cumplen con su designio anticipadamente planeado vaya a saber uno por quién.
Una fue aquella vez que diez amigos fuimos a veranear a la costa. Diez amigos, todos metidos en un diminuto departamento, como suele pasar. Todavía esperábamos la llegada de Nicolás (“El Negro”), que estaba en Brasil y no sabíamos a ciencia cierta qué día iba a caer. Una mañana, entonces, me encontraba barriendo el living, que estaba en pésimo estado luego de una noche de juerga. Mientras pasaba la escoba, escuchaba la radio. Estaba totalmente absorto en mi tarea, cuando desde el aparato empezó a sonar un tema brasileño que al Negro y a mí nos gustaba especialmente. Nos identificaba como amigos, porque era una de esas canciones que cuando suenan uno busca al otro automáticamente para compartir (era Toda menina baiana, de Gilberto Gil). Inmediatamente, claro está, me acordé de Nicolás. Pero él no me dio tiempo para nada, porque justo en ese momento (no pasaron ni tres segundos), apareció en la puerta de aquel departamento. Enseguida nos dimos cuenta de la increíble ¿casualidad? y nos fundimos en un gran abrazo.
¿Cuáles eran las probabilidades de que algo así sucediera? Si él hubiese llegado cinco minutos más tarde (y no en el preciso momento en que empezaba la canción), si no me hubiese tocado a mi barrer aquella mañana ese mugroso departamento, si hubiese puesto otra radio, si ni siquiera la hubiese encendido…
Otra curiosa casualidad tuvo lugar en Yavi, aquel mágico pueblito jujeño que queda a pocos kilómetros de La Quiaca. Caminábamos con Laura por un pequeño camino lateral, el que lleva a la histórica Iglesia de estilo colonial. Cuando llegamos a la esquina con la calle principal, exactamente en el mismo instante en que arribamos al cruce, chocamos con Adriana, amiga-socia de Lau, aunque en ese momento estaban distanciadas (de hecho, ninguna de las dos sabía que la otra iba al Norte). Entonces, se ven y hay un mágico segundo en el que reconocen lo increíble de la situación y la magnitud de esa ¿coincidencia? Encontrarse allí, en ese pequeñísimo lugar cercano a la frontera con Bolivia, parecía el cuento de un loco que se había tomado toda la chicha de Jujuy. Como si estuviera todo armado: “sincronización cósmica”. Claro, los abrazos fueron fuertes y las sonrisas amplísimas.
Hubo una persona, un científico muy reconocido en su época (aunque luego cayó en desgracia por un aparente fraude en un experimento evolutivo con “sapos parteros” y se suicidó en 1926), que estudió las “coincidencias” cotidianas y elaboró toda una teoría a partir de ellas. Se llamaba Paul Kammerer y sus investigaciones lo llevaron a proclamar lo que denominó como la “Ley de la Serialidad”. Lo descubrí mientras leía Instrucciones para salvar el mundo, una novela de la periodista española Rosa Montero.
Kammerer, que desde que tenía 20 años empezó a registrar cientos de coincidencias en un “diario” personal, sostenía que los hechos de nuestra vida están conectados por oleadas de serialidad. Lo que sugería este biólogo austríaco es que una casualidad era sólo la punta de un iceberg dentro de un principio cósmico más grande que la humanidad apenas podía reconocer. Es decir, las coincidencias se daban en serie, en secuencias coherentes, lo que implicaba que había una interconexión más profunda entre hechos aparentemente fortuitos. Vale la pena pensarlo.
23.1.09
Vivir o contar
“Pero hay que escoger: o vivir o contar. Por ejemplo, cuando estuve en Hamburgo con aquella Erna de quien yo desconfiaba y que me temía, llevé una vida extraña. Pero estaba metido, y no lo pensaba. Y una noche, en un pequeño café de San Pauli, Erna me dejó para ir al lavabo. Me quedé solo; un fonógrafo tocaba Blue Sky. Empecé a contarme lo que había pasado desde mi desembarco. Me dije: ‘La tercera noche, al entrar en un dancing llamado La Gruta Azul, vi a una mujer alta, medio borracha. Y a esa mujer estoy esperando, y vendrá a sentarse a mi derecha, y rodeará mi cuello con sus brazos’. Entonces, sentí con violencia que tenía una aventura. Pero Erna volvió, se sentó a mi lado, rodeó mi cuello con sus brazos y la detesté sin saber bien por qué. Ahora comprendo: había que empezar a vivir de nuevo, y la impresión de aventura acababa de desvanecerse.”
Jean-Paul Sartre, La náusea.
En esta época de blogs, fotologs, facebook, twitter; tiempos en los que el registro de la vida parece más importante que la vida misma y uno puede enterarse que X está haciendo una torta de chocolate, Y se hizo fanática de una marca de carteras y Z pasó de una relación “complicada” a estar “soltera”; en esta época en la cual la palabra quiere igualar (y a veces hasta superar) a la experiencia, no está de más recordar estas líneas de Sartre.
12.1.09
Renacimiento
