22.11.05

De la ausencia de registros en los rituales post-mortem de nuestra sociedad (¿hasta cuándo?)

Me pregunto por qué nadie saca fotos en los velorios. Ni en las cremaciones. O en los entierros. En los casamientos, las reproducciones de los presentes llueven a montones y hasta se contrata a alguien para que se encargue de la ardua tarea de confeccionar un amplio álbum para guardar por siempre como recuerdo. Tampoco faltan las instantáneas en los cumpleaños, bautismos, comuniones, recibimientos, y tantos otros eventos que percibimos como relevantes. Y si hay un poco más de recursos, se pasa directamente a las filmadoras o cámaras digitales, que registran cada momento, cada movimiento de los protagonistas. Pero no recuerdo haber visto cinta o archivo pixelado alguno que se haya registrado con motivo de los rituales post-mortem que ostenta nuestra sociedad.

Nadie se saca una foto junto al féretro del difunto, para atesorar una última imagen con el amigo, el esposo o el abuelo. Tampoco se acostumbra tomar una junto a la familia del fallecido, lo cual sería de gran utilidad para que estos últimos puedan saber con exactitud, pasado ya el trance, quiénes se hicieron presentes en aquel momento crucial y quiénes se ausentaron flagrantemente. Es decir, serviría como un ayuda-memoria para recordar a los que están presentes en las paradas más difíciles. A los casamientos vamos todos, brindamos con champagne, nos tomamos todo el vino y comemos hasta reventar. Pero, es en los rituales post-mortem, donde se ven los amigos de verdad. Unas cuantas fotos vendrían de lo más bien. Hasta se me ocurre, como final, una buena grupal de todos los presentes, rodeando el cajón o con la capilla de fondo o algo así. Con una filmadora podrían tomarse momentos memorables, como la bendición del cura o las primeras paladas que comienzan a cubrir el ataúd. Y no estoy siendo irónico. Por supuesto, es duro guardar todas aquellas imágenes de llantos desconsolados y tristeza profunda. Dudo que alguien quiera recordar aquel sufrimiento incontenible y ver el propio llanto descarnado que no encuentra explicación a los hechos. Tal vez sólo se trate de una cuestión de masoquismo extremo, es cierto, pero cabe ponerse a reflexionar por qué no atesoramos estos momentos al igual que aquellos otros que se suponen de júbilo. Por supuesto, algunos dirían que habría que evitar decir whisky y todas esas sandeces, dominar el rictus y mantener la solemnidad, pero sin dudas, se trata de algo que se puede manejar.

En fin, creo que es una barrera que aún no hemos cruzado, a pesar del avance de la tecnología y la furia registradora que empieza a prevalecer en nuestra manera de percibir el mundo. Cada vez miramos más a través de una cámara y menos por los ojos. Pero la muerte aún es tabú y pone sus límites. Lo que no sabemos es hasta cuándo.

1 comentario:

ecasual dijo...

Muy interesante y cierto. Saludos.