30.6.11
Ni súper ni normal
26.5.11
La lamparita que nunca se apaga
17.5.11
La fórmula que el hijo no aplicó
16.5.11
Vacasa
13.5.11
168 fotos
9.5.11
Comer solo
2.5.11
¿Me hamacás?
28.4.11
Kilómetros de radio
Que el robo de dos mil pesos en un supermercado chino es mucho más robo en Arrecifes que en Buenos Aires. Que en Colón un conductor puede putear al aire a un panelista por hablar de los resultados de las internas radicales en Córdoba sin conocer los porcentajes finales. Que una FM de Santa Rosa de Conlara puede tomarse el tiempo de recitar ¡entero! el cuento Casa tomada, de Julio Cortázar. Que en la Villa de Merlo un oyente puede criticar a un conductor por su excesiva “simpatía” (de cara a las próximas elecciones) con Sergio Guardia, el intendente local. Y él, la cabeza del programa, puede admitir alegremente que no sólo apoya al líder comunal sino que además trabaja en la Municipalidad. Y hasta puede rematar con un: “¡Aguante Sergio!”.
21.4.11
En el camino
9.4.11
Desde las vías del tren
16.3.11
Segura de su inseguridad
14.3.11
La barca urbana
9.3.11
Baradero
19.2.11
Tarde de bossa nova
31.10.10
Ese sueño

11.10.10
El exilio de Perón
1.10.10
Los mundos, el mundo
A todos ellos miré hoy. A todos ellos. Con sus simplezas y complejidades. Sus vidas enormes y profundas. Llenas de cosas. Vacías, tal vez. Pero siempre llenas de cosas. Asuntos nimios o relevantes. Siempre importantes para cada uno. Complejidades. Cientos de miles de vidas complejas entremezclándose. Miles de millones de mundos. Haciendo a este mundo aún más infinito.
¿Qué estarán pensando? ¿Qué canción estarán cantando? ¿Qué comerán hoy a la noche? ¿Qué comprarán en el supermercado? ¿Qué les esperará cuando lleguen a sus casas? ¿Llegarán? ¿Qué palabras dirán al cruzar la puerta? ¿Habrá para ellos una sonrisa o tal vez un gesto adusto? ¿Habrá alguien para ellos o sólo un ambiente vacío? ¿A quién amarán? ¿En quién pensarán? ¿Con quién soñarán? ¿Con qué soñarán?
23.9.10
¿Alguna vez vieron tanta facha junta?

15.9.10
El abogado Sinley
Pasan las estaciones y el abogado Sinley cuenta y cuenta. A su novia actual se la presentó una prostituta que él solía frecuentar. “Se quedó uno, dos, tres días y ahora hace nueve meses que está conmigo”, confiesa. Su nieto Valentino le dice “puta” y eso a él parece encantarle. Valentino es su debilidad. Por eso, lo visita todos los días, aunque sea cinco minutos. Cuando se despide, el pequeño no se hace problemas: “Ahora viene mi otro abuelo”, le tira.
El abogado Sinley asegura que el chiquito no llega a los tres años, pero que ya putea como un experto. “El otro día hicimos un piquete de calesita. Fuimos y la calesita estaba cerrada. ‘Puta madre’, gritó el pendejo. Y después se la agarró con el calesitero: ‘Puto, abrí’”. La mamá de Valentino no está muy contenta con la forma de vida de su papá, el abogado Sinley. “Perdoname, es el papá que me tocó”, le dijo a la nueva novia del letrado cuando se la presentaron.
Pierdo la noción de las estaciones. De repente, un colega lo saluda desde el otro lado del vagón. Le pregunta por su nieto y sue nueva novia. Todo lo que me ha contado Sinley parece cierto. Después, este otro boga dice que estuvo ternado otra vez para no sé qué puesto y que no lo eligieron, pero que la próxima vez le pedirá ayuda para salir seleccionado. Sinley parece haber sido alguien importante. Bah, al menos un tipo con contactos. Uno de esos abogados que, aunque en decadencia, se conocen todos los pasillos de Tribunales y también es conocido por todos en el ambiente judicial.
Estación Palermo. El abogado Sinley hace un gesto como para levantarse. Tiene que bajar. Saluda a su colega. Y también a mí. “Chau, pibe, un gusto para vos haberme conocido”, bromea. “Igualmente”, repito sin pensar. Y allá va él. Rumbo a la escalera mecánica. Sinley. Que se pierde entre la gente.
17.8.10
No pasarán
7.8.10
El spray
30.7.10
Creer o reventar
26.7.10
El paso incómodo
15.7.10
Reincidente
12.7.10
El fútbol, a sol y sombra
De repente, me sobresalto. Ya estoy en el subte, camino a casa. No hay gritos ni bocinazos ni rostros pintados de celeste y blanco. Sólo las mismas caras largas que siempre viajan bajo tierra y el sonido de las ruedas pegando contra las vías. El Mundial terminó. Y pienso en Galeano. En Eduardo Galeano, el escritor uruguayo, aquel que va por la vida pidiendo un poco de buen fútbol, como quien reza por una limosna. “Una linda jugadita por amor de Dios”, como dice en El fútbol a sol y sombra. Galeano feliz por el cuarto puesto de Uruguay. Levantándose de su sillón tras ver la final entre España y Holanda. Sorprendido por las patadas de los holandeses; conforme con la justa victoria española. Galeano que sale de su casa en Montevideo y por fin, luego de un mes, saca ese cartel que había colocado en la puerta: “Cerrado por fútbol”.
5.7.10
(Mi) Historia de los Mundiales
Hay cosas que no se olvidan más. Como aquella tarde nublada en la que vimos Argentina-Inglaterra en la casa del Toro Mú. Al viejo del Toro no le gustaban los relatos de la TV y por eso apagaba el sonido y ponía la radio con Víctor Hugo. Así fue que vi el mejor gol de la historia de los mundiales mientras escuchaba el mejor relato de la historia de los mundiales. Barrilete cósmico. Para la final, nos fuimos a la casa del Escandinavo. Sufrimos mucho con el empate alemán cuando parecía todo cocinado y gritamos como nunca (con montonera incluida) el gol definitorio de Burru. Después, nos subimos al Peugeot 504 verde rural de mi viejo para festejar con bocinazos y banderas en el centro de Ingeniero Maschwitz. Inolvidable.
También recuerdo que durante y después del Mundial jugábamos al fútbol con los nombres de las grandes figuras. Mi hermano y yo estábamos fascinados con la sorprendente Dinamarca que finalmente cayó en octavos por goleada contra España. Él era Michael Laudrup y yo, Eljkaer Larsen (moría por aquella camiseta número 10 danesa, de gran diseño). Fuera de los argentinos, Scifo era de los más elegidos y, a la hora de ir al arco en aquellos eternos “mete-gol-entra”, se imponía otro belga: Jean Marie Pfaff. Además, nos la pasábamos entonando la canción del Mundial (la primera que quedó en nuestras mentes): “México ’86, México ’86, el mundo unido por un balón…”.
Con Italia ’90, ya adolescentes, sufrimos como locos. Y es que ese Mundial fue un sufrimiento para Argentina. El partido inaugural lo vimos en el departamento de la calle Arcos. Compramos papas fritas, chizitos, palitos, Coca, de todo; y nos comimos ese gol increíble de Omam Biyik. Bah, se lo comió Pumpido. Era lo mismo: Argentina había perdido 1-0 contra Camerún. Sufrimos también con la lesión de Nery, el ajustado pase a la segunda fase, los penales con Goyco en Yugoslavia e Italia y la triste y mediocre final que perdimos con Alemania. Pero hubo algo que gozamos como nunca: el increíble 1-0 contra Brasil en octavos de final. Lo que pasó cuando Caniggia metió ese gol tras el jugadón de Maradona fue algo que nunca volví a ver. El festejo más loco y furibundo. Ese día estábamos en la sede de Los Horneros y se rompió todo, desde un sillón hasta las muletas de madera del Beto, que poco tiempo atrás se había lesionado feo.
Pero el Mundial de Italia fue sólo el primero dentro de una larga racha de frustraciones. En Estados Unidos ’94 sufrimos cuando le “cortaron las piernas” a Diego y nosotros no sabíamos bien qué creer. En Francia ’98, salimos a festejar cuando le ganamos a Inglaterra por penales en octavos (recuerdo una turista estadounidense entremezclada con la masa que no podía entender tanta algarabía), pero luego sucumbimos con el gol de Bergkamp que nos mandó a casa. Ni hablar de 2002, cuando el sueño se evaporó en primera ronda. Las caras largas que vi en ese subte matutino cuando iba al laburo luego del partido con Suecia tampoco podré olvidarlas jamás. En 2006 estaba desempleado, así que miré absolutamente todos los partidos. Sí, todos todos. Tenía el cable recién instalado y un laburo casi seguro que arrancaba en agosto, así que la panzada de fútbol fue feroz. El gol de Maxi Rodríguez contra México en el alargue fue el último que me dejó afónico de tanto grito. La derrota con penales en cuartos ante Alemania, el local, dejó el sinsabor de saber que se podría haber llegado más alto, pero Argentina había hecho un buen papel.
Y llegó 2010. El primer Mundial que me tocó trabajar. Y trabajando se sufre menos, claro. Hay que poner la cabeza en acción y no hay mucho tiempo para gritos ni llantos. No hubo encuentro con los pibes para ver los partidos de la Selección. Y el golpe de la goleada de cuartos de final ante Alemania lo viví en una redacción. Una redacción que, salvo alguna excepción, se sumió en el más absoluto silencio cuando terminó el partido. Allí, más que nunca, trabajar fue la mejor medicina, el único remedio contra el dolor. Ese dolor que de a poco a uno lo va invadiendo, cuando piensa que faltan cuatro años para el próximo Mundial…
19.6.10
Saramago y los ciegos
Ensayo sobre la ceguera, José Saramago.
29.5.10
Un astro que gambetea transeúntes
7.5.10
Nadar
8.4.10
Como quien besa el barrio al irlo pisando
Y sin planearlo tú acaso / como que sin quererlo va y lo hace / te vi cambiar tu paso, hasta ponerlo en fase / en la misma fase que mi propio paso...
29.3.10
humanidades VIII (el regreso)
Johanna habla con lapicera. En vez de “para”, dice “detiene”; en vez de “dijo”, “manifiesta”. Y nunca tiene “hambre”, sino “apetito”. Escribe con la boca.
Recién cuando ella se puso a hablar por celular, él pudo dejar de mirarla. Estaba dentro de un colectivo junto a otras veinte, treinta personas. Observó con detenimiento el rostro de casi cada uno de ellos. Sus ojos habían recuperado el mundo.
Cuando se acordó que tenía que devolver la película, Diego sufrió una repentina regresión. Pero duró muy poco y, al instante, lo envolvió la alegría: no iba a tener que rebobinarla.
Es un papelón. A veces, cuando uno se ríe fuerte en forma nasal, un flujo mucoso sale sin control, como disparado, y queda en evidencia ante la mirada de los terceros. Manotazo rápido. Pañuelo. Pero ya está. Tragame tierra.
Ya sabemos que a Johanna le gusta hablar con propiedad. Pero a veces tira palabras que son de otra época, como cuando para referirse a una publicidad habla de una “reclame”. Me hace acordar a mi nonna Tola.
Hubo una vez un editor que era tan pero tan fanático de Atlanta que cuando Chacarita (su clásico rival) logró el ascenso a Primera División, él se “olvidó” de publicarlo.
4.3.10
Hijueperra...
12.2.10
Este es el comienzo de mi viaje
No llevo prisa ni equipaje...
8.2.10
Montevideo llama

Montevideo llama. Y aunque no pusimos un candado en la fuente, volveremos.
8.1.10
Hola Cristina, te estamos llamando
2.1.10
Brindo
28.12.09
La crueldad de Facebook
15.12.09
Mañanas
6.12.09
Siento, luego existo
Banda de sonido oficial de Sentido Urbano.
27.11.09
El privilegio de estar despierto a las 5.28
26.11.09
Apagado
19.11.09
Tal vez sea tiempo de cambiar de piel
12.11.09
6.11.09
Aprendizajes (de un tiempo a esta parte)
4.11.09
Fórmula infalible contra el estrés
26.10.09
humanidades (hasta agotar stock)
Diego es particular hasta para atarse las zapatillas. De chico, quiso aprender el modo “normal”, pero no lo logró. Bah, obtuvo el mismo resultado final a través de un camino diferente. Un cordón que vuela para allá, otro para acá, ajustar, pasar y listo. Ver para creer.
Marcos no necesitaba echar a nadie de su casa cuando tenía invitados y quería irse a dormir. Con su clásico “Bueno, muchachos…”, todos sabían que era tiempo de partir. Y aún lo saben.
Emiliano instaló la técnica, pero el Beto la llevó a la perfección. Cuando ansían abandonar una fiesta o un boliche y no quieren ser convencidos de lo contrario, tiran la famosa “bomba de humo” y se van sin saludar.
Le dicen “El incondicional”. Y es que no se pierde cumpleaños, fiesta, bautismo, despedida, asado, reunión o salida a la que lo convoquen.
Gabriel trabaja de noche en un octavo piso desolado y casi en penumbras. Pero no está solo. Una vez vio una silla moviéndose de acá para allá por sus propios medios. Y también asegura que las computadoras se prenden y apagan solas. “Hay fantasmas”, dice.
Diego tiene muy poca maña para arreglar las cosas del hogar. Y una gran capacidad de adaptación. Por eso, cada vez que quiere usar la cocina, tiene que abrir la llave de gas y encender siempre la misma hornalla que pierde. Por eso, ahora que se le rompió la soga de la persiana del living, ese ambiente parece condenado a la oscuridad.
En Malasia, Carolina y Ezequiel se metieron en un curso de meditación Vipassana. Tenían miedo de no aguantar los diez días que dura aquella experiencia, así que fijaron una contraseña por si querían darse a la fuga. “Está todo bien”, era la clave. El problema es que allí adentro no los dejaban hablar. Carolina no tardó en cansarse, pero no sabía cómo comunicarse con Ezequiel, que parecía muy concentrado en las técnicas de meditación. Hasta que, luego de varios días, él se levantó la remera cuando nadie miraba. En su panza, escrito con marcador, decía: “Tomo el desayuno y me voy”.
22.10.09
Esa utopía recurrente de romper con todo
17.10.09
Vino (y se fue)
9.10.09
La cátedra
La cátedra, Nicolás Casullo
Como recuerda Ricardo Forster hoy en una columna publicada en Página/12, hace un año fallecía Nicolás Casullo. El Doctor Chapatín, como muchos estudiantes de Comunicación le decíamos desde las sombras, fue quizás el profesor que más impacto me causó en mis años de paso por Ramos Mejía. Pasión. Eso es lo que uno llegaba a sentir a veces en sus téoricos y a lo largo de buena parte de esa historia del pensamiento trazada en el libro Itinerarios de la modernidad.
Todavía recuerdo aquella mañana del 19 de diciembre de 2001, cuando Casullo, el titular de la cátedra, me tomó el final de Principales Corrientes del Pensamiento Contemporáneo (PCPC, en la jerga estudiantil). Sí, el 19 de diciembre. Apenas un rato antes que la historia argentina inmediata diera un vuelco. Estaba nervioso, como siempre antes de un exámen oral. Pero el Doctor Chapatín transmitía paz y serenidad. Y pude aprobar sin problemas.
Casullo me hizo conocer, entre otras, la obra de tipos como Karl Kraus, aquel ácido periodista vienés que en soledad escribía, editaba y vendía su propio periódico (La Antorcha) y que ya en 1910 decía cosas como esta: “Estoy convencido de que los acontecimientos ya ni siquiera acontecen. Son los clichés, la fraseología la que trabaja por su cuenta. El lenguaje ha podrido la cosa, el tiempo tiene hedor de frase periodística”.
Hoy, un año después de la muerte de Casullo, casi con seguridad tengamos una nueva Ley de Medios. Ojalá así sea, aunque la norma pueda tener sus deficiencias. Al menos, para que podamos respirar mejor. Para que ese hedor no sea tan nauseabundo.
Rebelde
5.10.09
Código genético
25.9.09
Un Lacar de lágrimas
24.9.09
Sí, Tano
Por supuesto, su avión no se cayó. Pero, pocos meses después, la vida del Tano se apagó inexplicablemente. Y ahora, a kilómetros de distancia, absorto, triste y aún incrédulo, recuerdo aquella pregunta, entre seria e irónica: "¿Me vas a llorar, Rueda?".
18.9.09
Elogio de la ilusión
Desgarradura, E.M Cioran.
15.9.09
El silencio
Tremenda tortura sería encerrar a alguien allí, un día entero o más. Ante la ausencia absoluta de signos externos, aparece todo el peso de la existencia, la conciencia de ser. Un ser cuya vida parece estar pendiendo de una fina hebra, increíble fragilidad. ¿Es posible mantener el equilibrio emocional ante la súbita desaparición del resto del mundo? Ese radical vacío debe llevarlo rápidamente a uno hacia los terrenos de la locura. Simplemente, no parece haber manera de llenar esa nada agobiante.
Esa misma angustia aparece, a veces, cuando uno se va a dormir y se enfrenta consigo mismo en el silencio de la noche. No es extraño que en ese único momento en que podemos percibir el ritmo respiratorio de nuestro cuerpo, aparezcan algunos miedos. No tanto a la muerte; es más bien la vida lo que nos aterra en esos momentos previos al sueño. Es como dice Alain Finkielkraut, en La sabiduría del amor: "En el silencio nocturno lo que horroriza es, no la muerte, sino el ser. Uno está menos aterrado por la cesación de la existencia que por esa existencia incesante que lo envuelve a uno".
9.9.09
Pequeños sueños
7.9.09
Mandarina mandarina
1.9.09
Si llueve, la gente se pone a cubierto...

Si llueve, el pasto se pone contento.
31.8.09
Vampiros de las palabras
26.8.09
El secreto de sus ojos
21.8.09
Palabras menos
11.8.09
humanidades recargadas
Para el mal de amores, Vano tiene una receta infalible: mirar de un tirón El Padrino I, II y III. Ella dice que la trilogía de Francis Ford Coppola es la mejor opción en esos casos por la ausencia total de conflictos de pareja. José probó la fórmula y asegura que funciona.
Cuando Diego come, su mandíbula cruje. Clank, clank, clank. Parece que en vez de boca tuviese una procesadora.
Adrián llevó el cochecito de Julieta al service de Perego (sí, Perego tiene un service para cochecitos). Allí, lo dejaron 0 km para cuando llegue Camila y hasta le pusieron aceite en las rueditas. Pero eso no es lo más extraño. Créase o no, el insólito “taller” queda en la calle Warnes.
De madrugada, cuando uno llega borracho (o algo más) a su casa, debería pensar bien antes de ponerse a cocinar. Santiago no lo hizo. Una vez, "preparó" unos fideos durante seis horas y se despertó con un humo denso proveniente de una olla que no sirvió nunca más. También dos chorizos a la plancha que quedaron como rocas fueron víctimas de esa fatal mezcla de hambre voraz y sueño.
Paola tuvo una gran idea: regalarle a su querida amiga un pececito. Llenó un frasco con agua de la canilla y allí depositó su inusual presente. Al momento de abrir el “paquete”, la sorpresa de la cumpleañera fue mayúscula: el acuático amiguito no se movía. Le habían regalado un pececito muerto. El acuario no aceptó devoluciones.
Esa no fue la única historia desafortunada (y animal) que tuvo Paola. En otra oportunidad, puso a su conejito arriba de la estufa (“estaba en piloto”) para protegerlo del frío. Se fue a hacer unas cosas y volvió tiempo después. El resultado: conejito disecado.
Cuando M entró a su nuevo laburo, pensó que allí tenía un Plan A, un Plan B y un Plan Z. Al final, tuvo un hijo con Plan B.
Entre la ropa recién lavada que puso sobre la cama, Diego encontró no una sino cuatro vaquitas de San Antonio. Qué manera de pedir deseos...
9.8.09
Que no se apaguen las bombitas amarillas
7.8.09
Sinrazón
Apenas unos minutos después, arriba del 140 y ya camino a casa, me dispongo a comenzar a leer el libro que ella me acaba de regalar: Todos los cuentos, de la española Cristina Fernández Cubas. La obra arranca con una cita de Blaise Pascal: “La suprema adquisición de la razón consiste en reconocer que hay una infinidad de cosas que la sobrepasan”.
Hablando de sinrazones…
3.8.09
Mudar
31.7.09
Destellos de la mañana
Nota: En itálica, fragmentos de "Destellos", tema incluido en "Despierta", el último disco de Las Pelotas.
25.7.09
La película del sábado (con banda de sonido)
20.7.09
Peluffo en un gran día

"Si ese magnífico esfuerzo no se vio compensado en los guarismos del score, hay que buscar la causa en la brillante actuación que cumplió nuevamente Peluffo, gran arquero piazzista, que menos empleado que el domingo anterior, tuvo intervenciones arriesgadas y de gran eficacia", decía la crónica de la época.

"Salió la redonda del centro. Fintas de ambos lados y los cinco delanteros locales se lanzaron como indios en un malón contra el arco de Peluffo. No obstante ello, la visita se puso en ventaja y se puede decir que desde ese momento comenzó la fiesta. Nunca público alguno sufrió más que el local al ver que pasaban los minutos y pese a que los de Olavarría pocas veces llegaron hasta la casa de Esterelles, en el otro lado de Peluffo, hombre de resoluciones enérgicas, había tomado a su cargo la venganza de la disminuida personalidad del presidente de la Liga y copiándole el lema al vigilante, dijo: 'No pasarán'."
El guardavalla también aparece en una foto (fecha incierta) que refleja un encuentro entre el equipo de Azul y su similar de Plaza Huincul. El epígrafe dice: "En la primer nota, círculo superior puede verse completamente vencido al arquero de Azul, Peluffo, ante un inteligente golpe de cabeza de Fausto. En la otra puede observarse una excelente intervención de Peluffo en un momento de apremio para su valla, mientras la defensa azuleña para evitar cualquier otra ulterioridad."

Aquel arquero de apellido Peluffo no era otro que mi abuelo Héctor. El que se fue demasiado pronto. El que durante esos cinco o seis años que mi hermano y yo lo pudimos disfrutar nos enseñó a querer a la camiseta de la banda roja. El que nos dejó un legado eterno: el amor por el fútbol.
Nota: Gracias a mi tía Mariela por rescatar estos recortes y fotos de algún rincón olvidado.
10.7.09
humanidades (continuación)
Mia no retuerce el trapo. Tampoco la "balerina". Además, no puede agarrar con la mano los restos de comida que quedan en la rejilla de la pileta de la cocina.
Verónica tiene una hipótesis: la chocotorta es mucho más rica después de un día en la heladera. Tiene razón. Y después de dos días, ni te cuento.
Juan Pablo se relaciona a partir de la hostilidad. Cuanto más te bardea, más te quiere.
Cuando termina de hablar con su papá, Julieta siempre se fija en el “relojito” del celular. Cero cincuenta y cinco. Cero cincuenta. Cero cincuenta y ocho. Las conversaciones entre ambos nunca exceden el minuto.
La máxima de Patricio indica que “si una chica se para a hablar con vos en el pasillo de la Facultad, es porque tiene onda”. Habría que ir a preguntar allá por Ramos Mejía.
Abril no llega a los tres años, pero ya demuestra ser toda una fanática de los postres. Después de la comida, viene el helado. Después del helado, las uvas. Después de las uvas, el Serenito.
Finalmente, Nacho se va a “convivir solo”, pero con su novia.
7.7.09
Ahora sí, con todas las letras
Es cierto, no es lo mismo si en la guitarra no está Angelus (un tipo capaz de sorprender con una extraña versión de La cucaracha). Pero es mejor escucharla de boca de Andrés. Con todas las letras.
6.7.09
Corazoncito quemero
29.6.09
Cuando uno sabe en sueños que sueña
El espejo en el espejo, Michael Ende.
Sueños. Algunos nos asaltan de noche y con los ojos cerrados. Otros, los elaboramos y saboreamos a plena luz del día. A veces nos abandonan, pero también somos nosotros quienes solemos renunciar a ellos o -al menos- postergarlos. A veces son tan placenteros que nos gustaría que no terminen nunca. A veces llegamos a concretarlos.
Después de ver Revolutionary Road, la película de Sam Mendes que acá se llamó Sólo un sueño, recordé aquellas líneas de Michael Ende y también una extraña capacidad que he tenido de tanto en tanto: cuando me encuentro inmerso en un pasaje onírico que no me gusta, puedo interrumpirlo. Es decir, me concentro y hago todo lo posible para que mis ojos se abran. Ellos, obedientes, lo hacen. Y fin del sueño.
Durante la vigilia, por cierto, las cosas son distintas. No hay dudas: con los ojos abiertos, es mucho más difícil dejar de soñar.
23.6.09
Fuerza tranquila

Hacía treinta años que mi padrino y yo no nos veíamos. Francois se fue del país en el ’77, cuando quien escribe apenas tenía un año. Desde entonces, jamás nos habíamos vuelto a encontrar. Hasta aquella tarde en la terminal Delicias, claro. Nos habíamos mandado fotos por correo electrónico, así que no costó mucho reconocernos. Sin dudas, le habrá sorprendido igual mi profusa barba, mi metro ochenta y un rostro para nada angelical, muy lejano al de un inocente bebé. Cruzamos unas pocas palabras de rigor (el viaje, el clima), bajamos al estacionamiento y él fue a pagar la estadía. Apenas entramos al auto, me dijo: “Seguís teniendo la misma mirada, esa que tenía tu padre. Fuerza tranquila, tu mirada transmite una fuerza tranquila”.
17.6.09
Los martes, de principio a fin
Los martes todo vuelve a empezar. Pero, también, todo termina.
15.6.09
El arte puede ser el mejor remedio
5.6.09
Un amor perjudicial para la salud
25.5.09
Caminando con Bowie bajo la lluvia
20.5.09
Carefree por Gauguin
A partir de allí, cada vez que iba a aquella farmacia de Chile y Defensa a comprar toallitas, la joven artista se llevaba un libro de alguno de los grandes de la pintura de regalo. Carefree por Gauguin, aunque suene raro. La colección fue así pasando del farmacéutico-pintor a la artista-cliente. Pero la cosa no quedó ahí. Siguió, luego, una serie de videos sobre otros grandes artistas: desde Picasso a Warhol y tantos otros.
Así fue que un buen día, en gratitud, Laura se acercó hasta la farmacia con un cuadro especialmente dedicado al bondadoso señor de los libros y las cintas, ese extraño salvador. Y es que así lo entendía aquella joven por ese entonces. El farmacéutico era un ser único, un tipo capaz de un gesto casi imposible de concebir en la ciudad: el del regalo a un extraño. Una señal fundamental de humanidad, una razón para seguir creyendo en utopías y vidas mejores. Llegó, entonces, ese cuadro a manos de aquel salvador con delantal. Era una reproducción de un modelo vivo que ella había pintado en la facultad.
El otro día pasé por aquella esquina de Chile y Defensa, pero la farmacia ya no estaba. Me pregunto dónde habrá quedado guardado ese cuadro, cuáles serán las palabras que Laura eligió para la dedicatoria y que no recuerda bien y, fundamentalmente, qué habrá pasado con aquel altruista farmacéutico.
17.5.09
No te salves
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo
Mario Benedetti
Uno de sus poemas que más me gusta. Un pequeño homenaje.
Su vida y obra, acá.
15.5.09
Cuestión de tiempo

10.5.09
Me pasó un tren por encima
Pedí tres deseos.
7.5.09
Un edificio delgado en la calle ídem

28.4.09
Una mañana muy especial en Villa Mitre

Carolina y Diego se miraban, emocionados y extrañados a la vez. ¿Cómo imaginarse que esos chicos de siete u ocho años los iban a llenar de preguntas, pero sobre todo de afecto? Que les iban a regalar un librito hecho en clase con el título “Yo soy igual… Sus cuentos nos inspiraron”, lleno de dibujos relativos a la colección que habían lanzado hace poco más de un mes. Y que para el acto del 1 de mayo estaban preparando canciones, dramatizaciones e ilustraciones basadas en esos cuentos, en esas historias de mujeres taxistas, electricistas, albañiles, árbitros, conductoras de subte, cirujanas.
Lo único que habían imaginado eran precisamente esas seis historias. Y ahora estaban en esa escuela, tomando Nesquik y comiendo galletitas con esos chicos llenos de inquietudes. Con una sonrisa de oreja a oreja. Plena, casi infantil. ¿No se imaginaban esto, no?, preguntaban las docentes. No, jamás habían pensado que podían generar algo semejante. No tienen tanta imaginación. Gracias, chicos.
Si quieren, pueden visitar el blog de la Escuela Nº9, D.E.7º de Villa Mitre.
26.4.09
Mis 15
2- La luz amarilla que entra por la ventana esmerilada de mi cuarto.
3- Una ducha caliente.
4- Comer una milanesa con papas fritas o puré o ensalada o.
5- Hamaca paraguaya y sol en el balcón terraza de mi casa.
6- Escribir (aunque sea una línea).
7- Un tema de Massacre o Pearl Jam mientras camino por una calle solitaria.
8- Escupir un chicle y darle de volea antes que toque el suelo.
9- Un pucho en el balcón. De noche. Liberando pensamientos.
10- El olor a pasto cortado. O a lluvia inminente.
11- Cuando mi pequeña sobrina Abril me llama: “Tío, tío, tío, tiítooooo…!!!”
12- Hacer un gol. Golazo. Y gritarlo con todo.
13- Un sándwich de bondiola en la Costanera Sur.
14- Viajar en tren. Mirando para afuera. El sol me pega en la frente.
15- Soñar con ella.
Cumplo con la invitación de mi amiga Lore Tapia y acá estan: 15 momentos de mi vida cotidiana que me causan placer.