17.5.11

La fórmula que el hijo no aplicó

- ¿Sabés cuántos años tengo? -le preguntó el viejito al muchacho, ya sentado en el lugar que éste le había cedido.

- No sé, me pone en un compromiso -respondió el joven.

- Dale, ¿cuántos años tengo? -repitió aquel veterano pasajero del subte, de cabellera gris y piel arrugada.

- Setenta y cinco -arriesgó, tirando un poco para abajo adrede.

- Noventa, tengo noventa.

- Ah, estás enterísimo.

- ¿Querés que te diga la fórmula para llegar a mi edad?

- A ver, ¿cuál es? -se interesó el treintañero.

- Tratar de no morir en el camino -se burló el viejito.

Y le contó que aún iba a la cancha. Que era socio vitalicio de Boca (le mostró el carnet). Que se había alegrado con la victoria en el superclásico, pero también entristecido por Carrizo. Y por sus nietos, que eran todos de River. Que su hijo era hincha xeneize como él. Y que había fallecido hace sólo dos meses. Así, de repente, se había ido, desoyendo la fórmula de su padre.

- Tratá de no morir en el camino -repitió, antes de bajarse del subte.

Y el joven prometió seguir su consejo.

16.5.11

Vacasa

Está en Las Calles, cerca de Nono, en medio de un campito que como fondo tiene las sierras. No tiene techo. Ni puertas. Ni ventanas. Aquella casa parece abandonada. Parece.

13.5.11

168 fotos

Toqué el timbre. Estaba a punto de bajar del 168 cuando vi el cartel pegado en la puerta:

"Señor pasajero: le ruego que si encontró una bolsa con fotos se comunique al 15-5501-9640. Son de gran valor personal!!! Muchas gracias!".

9.5.11

Comer solo

La primera noche zafé. En aquel restorán tipo cantina de la Villa de Merlo pasaban Unión-Gimnasia de Jujuy. Elegí una mesa justo enfrente del televisor y me devoré una milanesa con papas fritas mientras miraba la sorprendente victoria de los jujeños sobre uno de los –por entonces- punteros de la B Nacional. No hubo vacíos ni aburrimiento: sólo un apetito voraz y una panzada de fútbol.

A la noche siguiente, también la piloteé bastante bien. La pizzería "Cunto" tiene unas mesas en la vereda, lo que me permitió seguir las acciones de la juventud en la plaza central de aquella ciudad de San Luis. Las infinitas vueltas en motito (y los sonoros ruidos de los escapes), las piruetas con las bicis buscando impresionar a las chicas, los saludos y las charlas de aquellos que se pretenden. Mientras degustaba aquella pizza de muzzarella, era una suerte de espectador de lujo de los ritos de los adolescentes de Merlo. Al final, me terminé aburriendo un poco, sin poder comentar lo buena que estaba la muzza, pero apuré el vaso de Coca, pedí la cuenta y listo.

Las cosas empezaron a empeorar la tercera noche, cuando me metí en el restorán “La Vieja Bodega”. No había tele, tampoco vista externa; sólo varios grupos de jubilados aquí y allá. Y me di cuenta de lo difícil que puede ser comer solo. Mientras uno está masticando, no hay problema alguno, pero al antes y el después son bastante insoportables. Sin nadie con quien hablar (ni siquiera para hacer comentarios intrascendentes sobre la comida), no me quedó otra que escrutar a los vejetes de las otras mesas. Sobre todo, me dediqué a tratar de discernir quién era la septuagenaria que emitía un particular (y molesto) tono de voz. Pero una vez que la descubrí, abandoné todo aquello. Y, más allá de seguir con la mirada a un grillo que volaba de cortina en cortina, me hundí en la soledad. Tan desesperado estaba que llegué incluso a leer el sobrecito de queso rallado que había usado para acompañar mis ravioles de verdura con salsa filetto. Y me enteré que provenía de algún lugar de Entre Ríos. Eso. Gran cosa. Por fin, llegó la cuenta. Pagué, fui al baño y escapé de aquel lugar. Los jubilados aún seguían comiendo, indiferentes. Al igual que yo, algunos no habían pronunciado palabra durante toda la cena: sus mandíbulas sólo se movían al ritmo de los bocados. Pero lo peor estaba por llegar.

La cuarta noche –mi última velada en Merlo- tuve la experiencia más cabal y aterradora de esto que estoy contando: me senté a comer total y absolutamente solo en un restorán vacío. Sin TV, sin vista exterior posible, ni siquiera otros comensales: una docena de mesas sin protagonistas. De principio a fin, mastiqué en la más extrema soledad. A mis espaldas, la chica que atendía pareció apiadarse de mí: puso la radio y subió el volúmen. En un momento, cuando aún no había pedido un bife de chorizo con fritas, pensé en huir, pero entonces fui yo quien se compadeció y entendí que debía asumir mi rol de único cliente de aquel triste lugar. “El Rincón de los Amigos”. Así se llamaba aquel recinto desolado. Pero los amigos no estaban. Ni ellos ni nadie. Tan sólo un hombre perdido en un restorán vacío, un esqueleto de comensales.

28.4.11

Kilómetros de radio

Es un viejo estéreo. Tan viejo que no tiene CD; sólo un pasacassettes que no anda. La radio tampoco funciona mucho mejor: pierde la sintonía con cada bache, enloquece y hay que estar metiendo mano (o más bien dedo) para que se digne a parar. Es un viejo éstero que tiene una extraña ventaja: en un viaje largo, te obliga a escuchar las radios locales. Kilómetro a kilómetro, las señales van y vienen mientras un pueblo y otro y otro van quedando atrás. Y entonces uno se da cuenta de algunas cosas interesantes.

Que el robo de dos mil pesos en un supermercado chino es mucho más robo en Arrecifes que en Buenos Aires. Que en Colón un conductor puede putear al aire a un panelista por hablar de los resultados de las internas radicales en Córdoba sin conocer los porcentajes finales. Que una FM de Santa Rosa de Conlara puede tomarse el tiempo de recitar ¡entero! el cuento Casa tomada, de Julio Cortázar. Que en la Villa de Merlo un oyente puede criticar a un conductor por su excesiva “simpatía” (de cara a las próximas elecciones) con Sergio Guardia, el intendente local. Y él, la cabeza del programa, puede admitir alegremente que no sólo apoya al líder comunal sino que además trabaja en la Municipalidad. Y hasta puede rematar con un: “¡Aguante Sergio!”.

9.4.11

Desde las vías del tren

"No sé si ustedes me entienden: desde las vías del tren es frecuente ver una casa; ignoramos el nombre del pueblo, no conocemos a nadie en la comarca, pero tenemos la impresión de que podríamos ser felices en ese lugar..."

Clarissa, Stefan Zweig (Extraído de Historias encontradas, Eduardo Berti)

16.3.11

Segura de su inseguridad

Está segura. Los delincuentes acechan a la vuelta de la esquina. Por eso lleva el spray para defensa personal en la mano. Sí, en la mano. "¿Para qué sirve guardado?", pregunta ella, que ya lo usó un par de veces. Está insegura. Por eso sale a la calle con un silbato colgado al cuello. Y lo hace sonar en situaciones sospechosas. Para alertar a posibles víctimas. O asustar a eventuales malhechores. Está segura. Puede pasar en cualquier momento, ante la más mínima distracción. Por eso cuando traspasa la puerta y pone un pie en la vereda, mira a ambos lados con ojos rápidos y punzantes. Y nunca deja de sujetar fuerte a su pequeño caniche. Está segura: está insegura. Está segura de su inseguridad.

9.3.11

Baradero

El sol que empieza a irse

Los bancos vacíos

Y el angelito de la medianoche

19.2.11

Tarde de bossa nova

Muita calma pra pensar...

janela

........Corcovado

.....................triste

...........................felicidade

.......................................paixão

...............................................ilusão

......................................................sozinho

................................................................cidade

........................................................................bonita
.................................................................................
........ ............................................................. ............ você

........ .............................................................. natureza

............. .................................................... cor

....................................................... saudade

.................................................depois

....................................Guanabara

.............................noite

..............Copacabana

princesinha

31.10.10

Ese sueño


Estábamos almorzando, comiendo un asado. Néstor, mi viejo, yo y algunas personas más. Todos alrededor de la larga mesa de aquella casa de Ingeniero Maschwitz. Aquella entrañable casa que construyó El Negro y que todos queríamos tanto. Néstor, mi viejo y yo, charlando sobre algo que ahora no recuerdo. Sólo me acuerdo que la estábamos pasando bien. Y que al otro día no podía creer haber tenido ese sueño.

11.10.10

El exilio de Perón

De la pared del living a un oscuro espacio al costado de la heladera. Luche y vuelve.

1.10.10

Los mundos, el mundo

La parejita que paseaba al perro. El hombre de sobretodo que aguardaba para cruzar carpeta en mano. El peluquero que charlaba con su cliente. El muchacho que llevaba el CPU. La niña que miraba hacia la calle desde la ventana de aquel primer piso. La piba que mandaba y mandaba mensajes de texto y sonreía y sonreía. El viejo desaliñado de aquel kiosco medio sucio donde compré los Sugus confitados del día. La mujer que se enojó cuando la empujé sin querer en el subte (y que se enojó un poco menos cuando le pedí perdón y atribuí el empujón a una “reacción en cadena”).

A todos ellos miré hoy. A todos ellos. Con sus simplezas y complejidades. Sus vidas enormes y profundas. Llenas de cosas. Vacías, tal vez. Pero siempre llenas de cosas. Asuntos nimios o relevantes. Siempre importantes para cada uno. Complejidades. Cientos de miles de vidas complejas entremezclándose. Miles de millones de mundos. Haciendo a este mundo aún más infinito.

¿Qué estarán pensando? ¿Qué canción estarán cantando? ¿Qué comerán hoy a la noche? ¿Qué comprarán en el supermercado? ¿Qué les esperará cuando lleguen a sus casas? ¿Llegarán? ¿Qué palabras dirán al cruzar la puerta? ¿Habrá para ellos una sonrisa o tal vez un gesto adusto? ¿Habrá alguien para ellos o sólo un ambiente vacío? ¿A quién amarán? ¿En quién pensarán? ¿Con quién soñarán? ¿Con qué soñarán?

23.9.10

¿Alguna vez vieron tanta facha junta?

Eso solía preguntar una y otra vez, con su habitual humor, El Tano. Hace un año que nos quedamos sin su "tormenta de facha", sin La Boba ni El Fantasmita de Villa Lía. Sin sus ironías y sus graciosos relatos. Sin sus increíbles pasos de baile. Sin un amigo.

15.9.10

El abogado Sinley

El otro día viajé en el subte con el abogado Sinley. El de la vida sin normas. Putas, alcohol y despilfarro. Hablaba y se reía, sin importarle su deteriorada dentadura. “A las mujeres les digo: ‘Hoy es Puerto Madero y champagne, pero mañana puede ser pan y cebolla’”.

Pasan las estaciones y el abogado Sinley cuenta y cuenta. A su novia actual se la presentó una prostituta que él solía frecuentar. “Se quedó uno, dos, tres días y ahora hace nueve meses que está conmigo”, confiesa. Su nieto Valentino le dice “puta” y eso a él parece encantarle. Valentino es su debilidad. Por eso, lo visita todos los días, aunque sea cinco minutos. Cuando se despide, el pequeño no se hace problemas: “Ahora viene mi otro abuelo”, le tira.

El abogado Sinley asegura que el chiquito no llega a los tres años, pero que ya putea como un experto. “El otro día hicimos un piquete de calesita. Fuimos y la calesita estaba cerrada. ‘Puta madre’, gritó el pendejo. Y después se la agarró con el calesitero: ‘Puto, abrí’”. La mamá de Valentino no está muy contenta con la forma de vida de su papá, el abogado Sinley. “Perdoname, es el papá que me tocó”, le dijo a la nueva novia del letrado cuando se la presentaron.

Pierdo la noción de las estaciones. De repente, un colega lo saluda desde el otro lado del vagón. Le pregunta por su nieto y sue nueva novia. Todo lo que me ha contado Sinley parece cierto. Después, este otro boga dice que estuvo ternado otra vez para no sé qué puesto y que no lo eligieron, pero que la próxima vez le pedirá ayuda para salir seleccionado. Sinley parece haber sido alguien importante. Bah, al menos un tipo con contactos. Uno de esos abogados que, aunque en decadencia, se conocen todos los pasillos de Tribunales y también es conocido por todos en el ambiente judicial.

Estación Palermo. El abogado Sinley hace un gesto como para levantarse. Tiene que bajar. Saluda a su colega. Y también a mí. “Chau, pibe, un gusto para vos haberme conocido”, bromea. “Igualmente”, repito sin pensar. Y allá va él. Rumbo a la escalera mecánica. Sinley. Que se pierde entre la gente.

17.8.10

No pasarán

Puede pasar en una vereda, una esquina o una bocacalle. A la salida de un ascensor, en la puerta de entrada a un restaurant o en el andén del subte. A veces, dos personas quedan frente a frente y seguir adelante parece imposible. Cuando uno se mueve hacia la derecha, el otro lo hace hacia la izquierda. Cuando uno va hacia la izquierda, el otro va hacia la derecha. Así, en espejo, lo intentan una y otra vez, hasta que uno se detiene o el otro se ríe. Y la galleta se desanuda. Y el paso prosigue.

7.8.10

El spray

A veces, cuando bostezamos, nuestra boca puede llegar a lanzar un gracioso spray de saliva hacia el exterior. Sólo sucede cuando nuestra garganta adopta cierta posición única con la parte posterior de la lengua. Es un punto justo. Una extraña alineación bucal. Algo que se da muy poco. Sin embargo, cada tanto, corremos el riesgo de empapar a quien tenemos en frente. Como si fuésemos un Rey Momo. O una cobra venenosa. Asqueroso pero real.

30.7.10

Creer o reventar

Un canoso que hojea una mini-Biblia. Al lado, una chica con un catálogo de cosméticos. Y al lado, un pibe con una BlackBerry. Y al lado, una señora con una revista Casa Country.

26.7.10

El paso incómodo

Cuando, por cuestiones del azar, caminamos lado a lado, al mismo ritmo que un extraño, el paso se torna incómodo. Entonces, suele suceder que uno acelera. O el extraño baja un cambio. O viceversa.

15.7.10

Reincidente

El hombre es el único animal capaz de pisar dos veces la misma baldosa floja. Todo un reincidente en eso de empaparse las zapatillas.

12.7.10

El fútbol, a sol y sombra

Son apenas pasadas las nueve de la noche del domingo y Florida está casi desierta. Unos bocinazos de un auto que pasa por Corrientes interrumpen la calma. “Deben ser españoles que vienen del Obelisco”, pienso. Sí, hay españoles festejando en el Obelisco por el primer campeonato del mundo de La Roja. Por unos segundos, me imagino lo que hubiesen sido esas calles si Argentina hubiese alzado la Copa. La 9 de Julio a reventar, con miles de hinchas en celeste y blanco gritando, saltando, agitando banderas. Y los bocinazos que no hubiesen parado por horas, en un concierto que hubiese llegado hasta la madrugada del lunes. Los titulares grandilocuentes de los diarios. El recibimiento multitudinario a la Selección. El balcón de la Rosada, tal vez. La Plaza de Mayo que explota. Y Diego que cumple su promesa y se desnuda en el Obelisco. “No dije cuándo ni a qué hora”, había advertido desde Sudáfrica el DT. Tal vez lo hubiese hecho de madrugada, bajando de un auto que lo hubiese dejado ahí mismo, al pie del espigado monumento. No importa. Siempre hay gente en el Obelisco. Al menos dos mendigos, tres policías y diez taxistas hubiesen asistido a la graciosa escena. Y luego un video tomado por una cámara de tránsito del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hubiese recorrido el mundo…

De repente, me sobresalto. Ya estoy en el subte, camino a casa. No hay gritos ni bocinazos ni rostros pintados de celeste y blanco. Sólo las mismas caras largas que siempre viajan bajo tierra y el sonido de las ruedas pegando contra las vías. El Mundial terminó. Y pienso en Galeano. En Eduardo Galeano, el escritor uruguayo, aquel que va por la vida pidiendo un poco de buen fútbol, como quien reza por una limosna. “Una linda jugadita por amor de Dios”, como dice en El fútbol a sol y sombra. Galeano feliz por el cuarto puesto de Uruguay. Levantándose de su sillón tras ver la final entre España y Holanda. Sorprendido por las patadas de los holandeses; conforme con la justa victoria española. Galeano que sale de su casa en Montevideo y por fin, luego de un mes, saca ese cartel que había colocado en la puerta: “Cerrado por fútbol”.

5.7.10

(Mi) Historia de los Mundiales

En el ’78 tenía apenas dos años y cero registro de aquel título que consiguió el equipo de César Luis Menotti. Del ’82 tampoco recuerdo nada, ni el 1-3 con Brasil, ni la eliminación argentina, ni aquel patadón de pura impotencia de Diego y su expulsión. El primer Mundial que viví como todo un futbolero de ley (que efectivamente ya era a los 10 años), fue México ’86.

Hay cosas que no se olvidan más. Como aquella tarde nublada en la que vimos Argentina-Inglaterra en la casa del Toro Mú. Al viejo del Toro no le gustaban los relatos de la TV y por eso apagaba el sonido y ponía la radio con Víctor Hugo. Así fue que vi el mejor gol de la historia de los mundiales mientras escuchaba el mejor relato de la historia de los mundiales. Barrilete cósmico. Para la final, nos fuimos a la casa del Escandinavo. Sufrimos mucho con el empate alemán cuando parecía todo cocinado y gritamos como nunca (con montonera incluida) el gol definitorio de Burru. Después, nos subimos al Peugeot 504 verde rural de mi viejo para festejar con bocinazos y banderas en el centro de Ingeniero Maschwitz. Inolvidable.

También recuerdo que durante y después del Mundial jugábamos al fútbol con los nombres de las grandes figuras. Mi hermano y yo estábamos fascinados con la sorprendente Dinamarca que finalmente cayó en octavos por goleada contra España. Él era Michael Laudrup y yo, Eljkaer Larsen (moría por aquella camiseta número 10 danesa, de gran diseño). Fuera de los argentinos, Scifo era de los más elegidos y, a la hora de ir al arco en aquellos eternos “mete-gol-entra”, se imponía otro belga: Jean Marie Pfaff. Además, nos la pasábamos entonando la canción del Mundial (la primera que quedó en nuestras mentes): “México ’86, México ’86, el mundo unido por un balón…”.

Con Italia ’90, ya adolescentes, sufrimos como locos. Y es que ese Mundial fue un sufrimiento para Argentina. El partido inaugural lo vimos en el departamento de la calle Arcos. Compramos papas fritas, chizitos, palitos, Coca, de todo; y nos comimos ese gol increíble de Omam Biyik. Bah, se lo comió Pumpido. Era lo mismo: Argentina había perdido 1-0 contra Camerún. Sufrimos también con la lesión de Nery, el ajustado pase a la segunda fase, los penales con Goyco en Yugoslavia e Italia y la triste y mediocre final que perdimos con Alemania. Pero hubo algo que gozamos como nunca: el increíble 1-0 contra Brasil en octavos de final. Lo que pasó cuando Caniggia metió ese gol tras el jugadón de Maradona fue algo que nunca volví a ver. El festejo más loco y furibundo. Ese día estábamos en la sede de Los Horneros y se rompió todo, desde un sillón hasta las muletas de madera del Beto, que poco tiempo atrás se había lesionado feo.

Pero el Mundial de Italia fue sólo el primero dentro de una larga racha de frustraciones. En Estados Unidos ’94 sufrimos cuando le “cortaron las piernas” a Diego y nosotros no sabíamos bien qué creer. En Francia ’98, salimos a festejar cuando le ganamos a Inglaterra por penales en octavos (recuerdo una turista estadounidense entremezclada con la masa que no podía entender tanta algarabía), pero luego sucumbimos con el gol de Bergkamp que nos mandó a casa. Ni hablar de 2002, cuando el sueño se evaporó en primera ronda. Las caras largas que vi en ese subte matutino cuando iba al laburo luego del partido con Suecia tampoco podré olvidarlas jamás. En 2006 estaba desempleado, así que miré absolutamente todos los partidos. Sí, todos todos. Tenía el cable recién instalado y un laburo casi seguro que arrancaba en agosto, así que la panzada de fútbol fue feroz. El gol de Maxi Rodríguez contra México en el alargue fue el último que me dejó afónico de tanto grito. La derrota con penales en cuartos ante Alemania, el local, dejó el sinsabor de saber que se podría haber llegado más alto, pero Argentina había hecho un buen papel.

Y llegó 2010. El primer Mundial que me tocó trabajar. Y trabajando se sufre menos, claro. Hay que poner la cabeza en acción y no hay mucho tiempo para gritos ni llantos. No hubo encuentro con los pibes para ver los partidos de la Selección. Y el golpe de la goleada de cuartos de final ante Alemania lo viví en una redacción. Una redacción que, salvo alguna excepción, se sumió en el más absoluto silencio cuando terminó el partido. Allí, más que nunca, trabajar fue la mejor medicina, el único remedio contra el dolor. Ese dolor que de a poco a uno lo va invadiendo, cuando piensa que faltan cuatro años para el próximo Mundial…

19.6.10

Saramago y los ciegos

"Antes, cuando veíamos, también había ciegos, Pocos en comparación con los que hay hoy, los sentimientos normales eran los de quien ve, y los ciegos sentían entonces con sentimientos ajenos, no como los ciegos que eran, ahora, sí, lo que está naciendo es el auténtico sentir de los ciegos, y sólo estamos en el inicio, por ahora aún vivimos de la memoria de lo que sentíamos, no precisas tener ojos para saber cómo es hoy la vida..."

Ensayo sobre la ceguera, José Saramago.

29.5.10

Un astro que gambetea transeúntes

Ahí va él. Zapatillas y medias blancas. Pantaloncito azul. Casaca verdeamarela con el "10" en la espalda. Pero arriba del número no dice "Pelé", sino simplemente "Astro". Ahí va. Zigzagueante por Avenida de Mayo. Dando pequeños saltos y gambeteando transeúntes, aunque sin pelota (o tal vez con una imaginaria). Ahí va. Como si fueran conitos, va dejando atónitos peatones en el camino. A toda velocidad, esquivando oficinistas y secretarias. Un crack.

7.5.10

Nadar

A veces para el mismo lado. A veces para lados diferentes. Se siguen. Se cruzan. Cada uno con su estilo. Pero siempre por el mismo carril. Nadan.

8.4.10

Como quien besa el barrio al irlo pisando

Y sin planearlo tú acaso / como que sin quererlo va y lo hace / te vi cambiar tu paso, hasta ponerlo en fase / en la misma fase que mi propio paso...

29.3.10

humanidades VIII (el regreso)

¿Qué son esas cosas? ¿Hormigas? ¿Mierda de murciélago? No, son las “gomitas” de la cancha de fútbol 5, esas que desparramás por toda la casa cuando te sacás las zapatillas.

Johanna habla con lapicera. En vez de “para”, dice “detiene”; en vez de “dijo”, “manifiesta”. Y nunca tiene “hambre”, sino “apetito”. Escribe con la boca.

Recién cuando ella se puso a hablar por celular, él pudo dejar de mirarla. Estaba dentro de un colectivo junto a otras veinte, treinta personas. Observó con detenimiento el rostro de casi cada uno de ellos. Sus ojos habían recuperado el mundo.

Cuando se acordó que tenía que devolver la película, Diego sufrió una repentina regresión. Pero duró muy poco y, al instante, lo envolvió la alegría: no iba a tener que rebobinarla.

Es un papelón. A veces, cuando uno se ríe fuerte en forma nasal, un flujo mucoso sale sin control, como disparado, y queda en evidencia ante la mirada de los terceros. Manotazo rápido. Pañuelo. Pero ya está. Tragame tierra.

Ya sabemos que a Johanna le gusta hablar con propiedad. Pero a veces tira palabras que son de otra época, como cuando para referirse a una publicidad habla de una “reclame”. Me hace acordar a mi nonna Tola.

Hubo una vez un editor que era tan pero tan fanático de Atlanta que cuando Chacarita (su clásico rival) logró el ascenso a Primera División, él se “olvidó” de publicarlo.

4.3.10

Hijueperra...

El corazón pega un salto y queda al borde del infarto. Un crepitar de células inquietas sube desde las entrañas, hace escala y estremecimiento en el estómago y se va directo a la capocha. La boca abierta como un túnel deja entrar una ráfaga de aire y después queda ahí, congelada. Un perro acaba de ladrar desde el otro lado de la reja, justo cuando aquel desprevenido peatón menos lo esperaba...

8.2.10

Montevideo llama

Por el Carnaval. Por sus llamadas. Por las murgas que derrochan ironía (la ligan hasta el perro de Mujica y Canarias, el “mate del país” que se cultiva en otro país). Por la tranquilidad de las calles de Malvín. Por la exquisita bondiola de "La fonda del puertito". Por la pizza de "El subte". Por esa playa sobre ese río que parece mar. Por el placer de tirarse en la arena, Drexler al oído. Por esa rambla que (a pesar de la lluvia) invita a caminar, termo bajo el brazo, mate en mano.

Montevideo llama. Y aunque no pusimos un candado en la fuente, volveremos.

8.1.10

Hola Cristina, te estamos llamando

Estaba cansado. Eran cerca de las 22 y había sido una tarde agitada. Cristina, Redrado, Cristina, Redrado, Cristina, Redrado. Se acercaba la hora de irse y se le partía la cabeza. Tenía que llamar a su amiga Vicky. Agarró el celular, entró en la "agenda" y empezó a buscar. Buscaba y buscaba y nada: no podía encontrar el número de su amiga. Entonces, se dio cuenta: no estaba buscando en la "V" sino en la "C". Se rió solo. Estaba muy quemado. Estaba buscando el teléfono de Cristina Kirchner.

2.1.10

Brindo

Por un Pan Dulce sin frutas. Por más mañanas al sol en la hamaca paraguaya. Por los amigos incondicionales. Por El Tano. Por más asados y charlas con los pibes. Por la carita de Abril cuando mira los fuegos artificiales (“las lucecitas”). Por la sonrisa de Jazmín. Por balances menos duros. Por los paseos en bici y los mates en la plaza. Por el fin de los miedos. Por los pocos acordes que aprendí y los muchos que vendrán. Por vos. Por ese guiso prometido. Por esa mágica fusión.

28.12.09

6.11.09

Aprendizajes (de un tiempo a esta parte)

Que no hay que callarse nada, pero que las palabras muchas veces no alcanzan. Que el pase es la mejor manera de dejar rivales en el camino (mucho mejor que la gambeta). Que los obsecuentes siempre van a tener trabajo, pero nunca respeto. Que los panchos y las hamburguesas son el mejor antídoto contra la resaca. Que hay que vivir más y contar menos. Que después de las 12 de la noche es mejor no esperar el 140. Que entre jugar y jugarse hay un abismo. Que siempre hay que llevar encima una birome y un papel. Que un rato al sol te puede cambiar el día. Que con un poco de limón, la bondiola de cerdo es mucho más rica. Que la música puede ser una excelente compañía. Que el helado de menta contamina fácilmente el pote entero. Que si uno quiere volar no puede tener siempre los pies sobre la tierra. Que nunca voy a poder dejar ciertos vicios como los Sugus confitados, el Nesquik frío o las milanesas con lo que sea. Que los sectarismos no llevan a ninguna parte. Que en el cable uno siempre termina viendo las mismas películas que ya vio. Que cuando las papas queman algunos se borran. Que conviene ir lavando día a día y no acumular una tremenda pila de platos sucios. Que a veces hay que “pensar” con el cuerpo. Que demasiado mate te deja la lengua verde y demasiado vino los labios morados. Que para estar despierto nunca hay que dejar de soñar.

26.10.09

humanidades (hasta agotar stock)

Patricio y Natalia estaban tan ansiosos por ir a ese cumpleaños que llegaron con una semana de anticipación. Su determinación era tal que hasta se pelearon con el “patovica” de la puerta del bar donde se realizaba (siete días después) la fiesta (a la que finalmente no fueron).

Diego es particular hasta para atarse las zapatillas. De chico, quiso aprender el modo “normal”, pero no lo logró. Bah, obtuvo el mismo resultado final a través de un camino diferente. Un cordón que vuela para allá, otro para acá, ajustar, pasar y listo. Ver para creer.

Marcos no necesitaba echar a nadie de su casa cuando tenía invitados y quería irse a dormir. Con su clásico “Bueno, muchachos…”, todos sabían que era tiempo de partir. Y aún lo saben.

Emiliano instaló la técnica, pero el Beto la llevó a la perfección. Cuando ansían abandonar una fiesta o un boliche y no quieren ser convencidos de lo contrario, tiran la famosa “bomba de humo” y se van sin saludar.

Le dicen “El incondicional”. Y es que no se pierde cumpleaños, fiesta, bautismo, despedida, asado, reunión o salida a la que lo convoquen.

Gabriel trabaja de noche en un octavo piso desolado y casi en penumbras. Pero no está solo. Una vez vio una silla moviéndose de acá para allá por sus propios medios. Y también asegura que las computadoras se prenden y apagan solas. “Hay fantasmas”, dice.

Diego tiene muy poca maña para arreglar las cosas del hogar. Y una gran capacidad de adaptación. Por eso, cada vez que quiere usar la cocina, tiene que abrir la llave de gas y encender siempre la misma hornalla que pierde. Por eso, ahora que se le rompió la soga de la persiana del living, ese ambiente parece condenado a la oscuridad.

En Malasia, Carolina y Ezequiel se metieron en un curso de meditación Vipassana. Tenían miedo de no aguantar los diez días que dura aquella experiencia, así que fijaron una contraseña por si querían darse a la fuga. “Está todo bien”, era la clave. El problema es que allí adentro no los dejaban hablar. Carolina no tardó en cansarse, pero no sabía cómo comunicarse con Ezequiel, que parecía muy concentrado en las técnicas de meditación. Hasta que, luego de varios días, él se levantó la remera cuando nadie miraba. En su panza, escrito con marcador, decía: “Tomo el desayuno y me voy”.

22.10.09

Esa utopía recurrente de romper con todo

¿Quién no la tuvo alguna vez? ¿Cuántos realmente la cumplen?

Música: Society, Eddie Vedder (Banda de sonido de la película Into the wild)

17.10.09

Vino (y se fue)

Un vasito. Y otro. Y otro más. Malbec. Syrah. Cabernet. Otro corcho que se va. Otro vaso que se llena. Un par de patadas por debajo de la mesa. Y otro vaso de tinto. Salud. Y otro. Y otro más. Hasta que la cabeza dice basta. Qué bueno el futón. Y la mañana que llega. Con cierto mareo. Y una sorpresa. Se había ido. Ya no estaba. Por fin se fue.

9.10.09

La cátedra

“Con el tiempo, no esta noche, Humberto va a saber que sólo le falta su propia historia. Encontrarla. Conseguirá precisar algo de eso en una caminata por los entrepisos del shopping, o al aplastar entre dos porciones y el moscato su masa cerebral contra el mostrador de la pizzería: su historia no tenía imágenes dentro de él. Parpadeaba en alguna otra parte. En el espanto, llegará a decir Humberto. Recién entonces empezará a comprender que lo abominable, eso apagado, raspando, persiste siempre en los bordes de las cosas.”

La cátedra, Nicolás Casullo

Como recuerda Ricardo Forster hoy en una columna publicada en Página/12, hace un año fallecía Nicolás Casullo. El Doctor Chapatín, como muchos estudiantes de Comunicación le decíamos desde las sombras, fue quizás el profesor que más impacto me causó en mis años de paso por Ramos Mejía. Pasión. Eso es lo que uno llegaba a sentir a veces en sus téoricos y a lo largo de buena parte de esa historia del pensamiento trazada en el libro Itinerarios de la modernidad.

Todavía recuerdo aquella mañana del 19 de diciembre de 2001, cuando Casullo, el titular de la cátedra, me tomó el final de Principales Corrientes del Pensamiento Contemporáneo (PCPC, en la jerga estudiantil). Sí, el 19 de diciembre. Apenas un rato antes que la historia argentina inmediata diera un vuelco. Estaba nervioso, como siempre antes de un exámen oral. Pero el Doctor Chapatín transmitía paz y serenidad. Y pude aprobar sin problemas.

Casullo me hizo conocer, entre otras, la obra de tipos como Karl Kraus, aquel ácido periodista vienés que en soledad escribía, editaba y vendía su propio periódico (La Antorcha) y que ya en 1910 decía cosas como esta: “Estoy convencido de que los acontecimientos ya ni siquiera acontecen. Son los clichés, la fraseología la que trabaja por su cuenta. El lenguaje ha podrido la cosa, el tiempo tiene hedor de frase periodística”.

Hoy, un año después de la muerte de Casullo, casi con seguridad tengamos una nueva Ley de Medios. Ojalá así sea, aunque la norma pueda tener sus deficiencias. Al menos, para que podamos respirar mejor. Para que ese hedor no sea tan nauseabundo.

Rebelde

5.10.09

Código genético

H(82) N(94) MV(07) V(07) – H(05) L – 12 01 76 – D – M S J – L – L – A J – K L I A L L M M J – 86 95 99 04 – H M M P – M F MV JM L MV – A L L J Z C – 1619 408 601 1701 2027 3915 – 12A 11 20A 14A 9C 717 – M E I E G E P – BB CS CA – CC UBA ISCEA – 88 93 – RP – LH – M A S I E N D G S S(09) D – C R E L L L M R L – MV – ML – G D – S M T C P A T F M S L L JI I J A E C E P V JP R F J – BUE MAS PDE MON FLO SAL MIA CAN HAB SAN CIE TRI SCU BAR MAD ZAR BCN MAL PRA NIZ ROM FLO VEN AMS PAR LON COL PIN MDP MAD BAR SMA PEN RAF CAR MAR CHO RIO NAT ITA FOR PIP CQU LIM CUZ PUN COP IDS ARE PAR HUA MAN QUI YAV HUM IRU MAI TIL PUR SAL CAF ANG CAC TUC TAF IGU ASU SPE CHA VLI VGE LAP CPA RCE AZU MSP CAR – GNR NIR PJ SS RH MASS R LG MN CT JD STP BV BAB – MMET MMER MMEA – … ¿?

24.9.09

Sí, Tano

"¿Me vas a llorar, Rueda?" La pregunta salió -unos meses atrés- de boca del Tano. Tal vez estaba deprimido o quizás era otra de sus habituales bromas. Lo cierto es que en unos días viajaba por laburo a Chicago e insistía en que su avión se iba a caer. "¿Me van a llorar?", preguntaba una y otra vez. "Dejate de joder, Tano", contestábamos casi a coro con Paco y El Beto.

Por supuesto, su avión no se cayó. Pero, pocos meses después, la vida del Tano se apagó inexplicablemente. Y ahora, a kilómetros de distancia, absorto, triste y aún incrédulo, recuerdo aquella pregunta, entre seria e irónica: "¿Me vas a llorar, Rueda?".

18.9.09

Elogio de la ilusión

“La ilusión engendra y sostiene al mundo; no se la destruye sin destruir a éste. Eso es lo que yo hago cada día. Operación en apariencia ineficaz, puesto que tengo que volver a iniciarla el día siguiente”.

Desgarradura, E.M Cioran.

15.9.09

El silencio

Una vez visité una sala totalmente insonorizada que tiene el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) para realizar ensayos de laboratorio. Allí, el silencio es absoluto. Las paredes se encuentran perfectamente selladas y están tratadas con materiales especiales para que no entre ningún ruido del exterior. Lo único que se escucha ahí adentro son los sonidos que uno mismo genera: el roce de la ropa ante algún movimiento, el acto de tragar saliva, la propia respiración. Es eso que llaman un “silencio ensordecedor”. Uno siente como si la nada se agolpara al borde de los oídos, crepitando, lista para estallar. El ambiente se torna denso, se satura -paradójicamente- de un vacío que comienza a hacerse insoportable.

Tremenda tortura sería encerrar a alguien allí, un día entero o más. Ante la ausencia absoluta de signos externos, aparece todo el peso de la existencia, la conciencia de ser. Un ser cuya vida parece estar pendiendo de una fina hebra, increíble fragilidad. ¿Es posible mantener el equilibrio emocional ante la súbita desaparición del resto del mundo? Ese radical vacío debe llevarlo rápidamente a uno hacia los terrenos de la locura. Simplemente, no parece haber manera de llenar esa nada agobiante.

Esa misma angustia aparece, a veces, cuando uno se va a dormir y se enfrenta consigo mismo en el silencio de la noche. No es extraño que en ese único momento en que podemos percibir el ritmo respiratorio de nuestro cuerpo, aparezcan algunos miedos. No tanto a la muerte; es más bien la vida lo que nos aterra en esos momentos previos al sueño. Es como dice Alain Finkielkraut, en La sabiduría del amor: "En el silencio nocturno lo que horroriza es, no la muerte, sino el ser. Uno está menos aterrado por la cesación de la existencia que por esa existencia incesante que lo envuelve a uno".

9.9.09

Pequeños sueños

Jazmín todavía no cumplió los seis meses, pero ya es toda una fanática del grupo Árbol. Cuando llora, su mamá le pone algún tema de la banda y ella se calma enseguida. Pero no cualquier canción, eh. Sus preferidas son Ya lo sabemos, El fantasma, Ya me voy y Pequeños sueños, claro.

31.8.09

Vampiros de las palabras

“Somos vampiros de las palabras”, dice Ariel, un director de teatro que me explica la “sed de sangre textual” que suele asaltar a los de su género. Esa misma sed que comparte con María José y que hoy los encuentra armando una obra en base a la colección de cuentos infantiles Yo soy igual.

26.8.09

El secreto de sus ojos

Los ojos hablan. Aunque a veces se los quiera silenciar. Aunque intenten guardar secretos. Es imposible. ¿Cómo se hace para callar una mirada?

21.8.09

Palabras menos

Todo el día rodeados de ellas. Cientos, miles de palabras. Muchas. Demasiadas. Cuando lo que se necesita no es más que una. Quizás dos. O ninguna.

11.8.09

humanidades recargadas

El Beto es la única persona que conozco que faltó a su propio cumpleaños. Lo esperábamos en un bar y terminamos cantándole el felizcumpleaños por celular. También lo puteamos, claro.

Para el mal de amores, Vano tiene una receta infalible: mirar de un tirón El Padrino I, II y III. Ella dice que la trilogía de Francis Ford Coppola es la mejor opción en esos casos por la ausencia total de conflictos de pareja. José probó la fórmula y asegura que funciona.

Cuando Diego come, su mandíbula cruje. Clank, clank, clank. Parece que en vez de boca tuviese una procesadora.

Adrián llevó el cochecito de Julieta al service de Perego (sí, Perego tiene un service para cochecitos). Allí, lo dejaron 0 km para cuando llegue Camila y hasta le pusieron aceite en las rueditas. Pero eso no es lo más extraño. Créase o no, el insólito “taller” queda en la calle Warnes.

De madrugada, cuando uno llega borracho (o algo más) a su casa, debería pensar bien antes de ponerse a cocinar. Santiago no lo hizo. Una vez, "preparó" unos fideos durante seis horas y se despertó con un humo denso proveniente de una olla que no sirvió nunca más. También dos chorizos a la plancha que quedaron como rocas fueron víctimas de esa fatal mezcla de hambre voraz y sueño.

Paola tuvo una gran idea: regalarle a su querida amiga un pececito. Llenó un frasco con agua de la canilla y allí depositó su inusual presente. Al momento de abrir el “paquete”, la sorpresa de la cumpleañera fue mayúscula: el acuático amiguito no se movía. Le habían regalado un pececito muerto. El acuario no aceptó devoluciones.

Esa no fue la única historia desafortunada (y animal) que tuvo Paola. En otra oportunidad, puso a su conejito arriba de la estufa (“estaba en piloto”) para protegerlo del frío. Se fue a hacer unas cosas y volvió tiempo después. El resultado: conejito disecado.

Cuando M entró a su nuevo laburo, pensó que allí tenía un Plan A, un Plan B y un Plan Z. Al final, tuvo un hijo con Plan B.

Entre la ropa recién lavada que puso sobre la cama, Diego encontró no una sino cuatro vaquitas de San Antonio. Qué manera de pedir deseos...

9.8.09

Que no se apaguen las bombitas amarillas

Y que no falte la polenta con almóndigas (con m). Ni el vino tinto. Ni la música. Ni las sonrisas. Ni las palabras. Mucho menos los buenos amigos...

7.8.09

Sinrazón

Hay una frase –le digo a Victoria, hablando sobre la ridícula complejización que a veces adquiere la vida- que me viene a la cabeza de tanto en tanto: “El pensamiento más elevado será aquel que dé cuenta de su propia inutilidad”.

Apenas unos minutos después, arriba del 140 y ya camino a casa, me dispongo a comenzar a leer el libro que ella me acaba de regalar: Todos los cuentos, de la española Cristina Fernández Cubas. La obra arranca con una cita de Blaise Pascal: “La suprema adquisición de la razón consiste en reconocer que hay una infinidad de cosas que la sobrepasan”.

Hablando de sinrazones…

3.8.09

Mudar

Una computadora. Un equipo de música. Ciento cincuenta remeritas. Ropa y más ropa. Demasiados zapatos. Como diez ojotas. Tantas carteras. Una veintena de cajas con apuntes de la Facultad. Los libros de Le Corbusier que heredó de su viejo. Un acolchado. Una cortina. Los dibujitos que con mucho amor le hicieron Poli y el pequeño Guille. Algunas copas y platos. Unos cuantos CD’s. Un tablero de dibujo. Una maqueta. Varios bocetos. Un portarretratos y ninguna foto. Sofía. Y sus proyectos.

31.7.09

Destellos de la mañana

Una viejita se calienta con un fuego improvisado al costado de la estación Colegiales. Despierta que está el día. Los muchachos esperan para entrar a trabajar en la esquina de la Casa de las Bibliotecas. A ver si hoy podemos. Un hombre duerme sentado dentro de un micro naranja de “Escolares” mientras el sol le pega en la frente. Destellos de la mañana. Un automovilista frena y hace un típico gesto con la mano para invitarme a cruzar. Cubriéndote con el cielo. Una chica espera nerviosa quizás una entrevista de laburo. Nunca lo supiste eso. El guardia del Instituto Alexander Fleming custodia todo desde la vereda del sol. Nunca lo supiste eso. Un portero habla y habla por celular. Si al fin nunca creía. Y la sombra de una mujer que camina detrás de mí. Te miro hoy y puedo. Un linyera lee una revista sentado con la espalda contra la pared. Seremos dueños de algo. Y la sombra de una mujer que sigue caminando detrás de mí. La vida es un sentimiento. Otro automovilista frena y hace un típico gesto con la mano para invitarme a cruzar. Nunca más te olvides esto. Y la sombra de una mujer que de pronto desaparece. Nunca más te olvides esto.

Nota:
En itálica, fragmentos de "Destellos", tema incluido en "Despierta", el último disco de Las Pelotas.

25.7.09

La película del sábado (con banda de sonido)



Momento cinematográfico. El muchacho de jean azul y campera negra sale de su casa. Tiene cara de dormido y gesto adusto. Otro sábado y hay que ir a trabajar. Llega a la esquina y el semáforo lo detiene. Pasa un colectivo a todo lo que da, escupiéndole humo y viento en la cara. Camina, una, dos, seis cuadras. En la boca del subte, una pareja se despide con besos en la boca. El muchacho de jean azul y campera negra sonríe. Y se deja llevar por las escaleras mecánicas.

20.7.09

Peluffo en un gran día

El 14 de mayo de 1937 Sportivo Piazza le ganaba 2-1 a San Martín de Sierras Bayas. Los medios azuleños hablaban de un partido de "alta calidad" y destacaban la labor del arquero piazzista, un tal Peluffo, que con su "magnífica actuación" había impedido el empate de los esforzados visitantes.

"Si ese magnífico esfuerzo no se vio compensado en los guarismos del score, hay que buscar la causa en la brillante actuación que cumplió nuevamente Peluffo, gran arquero piazzista, que menos empleado que el domingo anterior, tuvo intervenciones arriesgadas y de gran eficacia", decía la crónica de la época.

Y también: "Lo vimos así en muchas intervenciones felices, matizadas con una magistral estirada junto al poste en el primer tiempo, ante un remate potente y sorpresivo de Dellasantina, que en última instancia sacó al córner. Luego en la segunda etapa y casi al promediar ésta tuvo oportunidad de lucirse una vez más al ser exigido con cierta frecuencia, realizando algunas atajadas verdaderamente brillantes."

Sportivo Piazza ganaba 2-0 pero llegó el descuento: "Un rápido avance de San Martín por el lado derecho lo finalizó Marfurt con un violento remate, logrando por fin vencer la tenaz resistencia de Peluffo".

Y los visitantes fueron con todo a buscar el empate: "Allí surgió una vez más la figura arrogante y segura de Peluffo, que era un obstáculo my serio puesto frente al once aurinegro […] Una serie de tiros de esquina consecutivos favorables a San Martín y otras tantas proezas de Peluffo pusieron una nota de mayor emoción en este final casi dramático […] Poco después, una atajada espectacular y arriesgada de Peluffo junto a un poste, trajo un momento de angustia para los locales y de decepción para los visitantes al no poder vencer su obstinada resistencia."

La crónica termina con un comentario bastante peculiar: "Finalizado el partido, delegados y jugadores de San Martín fueron obsequiados con un té con leche en la sede social de Piazza."

Algún tiempo más tarde, en una edición del 30 de agosto de 1941, se anunciaba la reaparición del "entusiasta jugador Peluffo, el buen guardavalla que ha cumplido actuaciones altamente calificadas". Y por esa misma época aparece un artículo bastante gracioso titulado "Peluffo vengador", en el que un comentarista del diario azuleño El Popular se refiere al partido jugado entre Olavarría y el de General Lamadrid, diciendo en un párrafo lo siguiente:

"Salió la redonda del centro. Fintas de ambos lados y los cinco delanteros locales se lanzaron como indios en un malón contra el arco de Peluffo. No obstante ello, la visita se puso en ventaja y se puede decir que desde ese momento comenzó la fiesta. Nunca público alguno sufrió más que el local al ver que pasaban los minutos y pese a que los de Olavarría pocas veces llegaron hasta la casa de Esterelles, en el otro lado de Peluffo, hombre de resoluciones enérgicas, había tomado a su cargo la venganza de la disminuida personalidad del presidente de la Liga y copiándole el lema al vigilante, dijo: 'No pasarán'."


El guardavalla también aparece en una foto (fecha incierta) que refleja un encuentro entre el equipo de Azul y su similar de Plaza Huincul. El epígrafe dice: "En la primer nota, círculo superior puede verse completamente vencido al arquero de Azul, Peluffo, ante un inteligente golpe de cabeza de Fausto. En la otra puede observarse una excelente intervención de Peluffo en un momento de apremio para su valla, mientras la defensa azuleña para evitar cualquier otra ulterioridad."

Aquel arquero de apellido Peluffo no era otro que mi abuelo Héctor. El que se fue demasiado pronto. El que durante esos cinco o seis años que mi hermano y yo lo pudimos disfrutar nos enseñó a querer a la camiseta de la banda roja. El que nos dejó un legado eterno: el amor por el fútbol.

Nota: Gracias a mi tía Mariela por rescatar estos recortes y fotos de algún rincón olvidado.

10.7.09

humanidades (continuación)

Después de tomar varias copas, si Santiago dice que está “impecable”, es porque ya se encuentra inmerso en una borrachera sin retorno.

Mia no retuerce el trapo. Tampoco la "balerina". Además, no puede agarrar con la mano los restos de comida que quedan en la rejilla de la pileta de la cocina.

Verónica tiene una hipótesis: la chocotorta es mucho más rica después de un día en la heladera. Tiene razón. Y después de dos días, ni te cuento.

Juan Pablo se relaciona a partir de la hostilidad. Cuanto más te bardea, más te quiere.

Cuando termina de hablar con su papá, Julieta siempre se fija en el “relojito” del celular. Cero cincuenta y cinco. Cero cincuenta. Cero cincuenta y ocho. Las conversaciones entre ambos nunca exceden el minuto.

La máxima de Patricio indica que “si una chica se para a hablar con vos en el pasillo de la Facultad, es porque tiene onda”. Habría que ir a preguntar allá por Ramos Mejía.

Abril no llega a los tres años, pero ya demuestra ser toda una fanática de los postres. Después de la comida, viene el helado. Después del helado, las uvas. Después de las uvas, el Serenito.

Finalmente, Nacho se va a “convivir solo”, pero con su novia.

7.7.09

Ahora sí, con todas las letras

Es cierto, no es lo mismo si en la guitarra no está Angelus (un tipo capaz de sorprender con una extraña versión de La cucaracha). Pero es mejor escucharla de boca de Andrés. Con todas las letras.

6.7.09

Corazoncito quemero

Desde Famatina y Atuel hasta Urquiza y Casacuberta. Desde el 150 hasta el 41. Desde los besos en el Parque hasta algo más ahí al lado de la cortadita. Desde las empanadas armenias de la abuela hasta las increíbles pastas de Inés. Desde la ternura de la pequeña Aldana hasta la confianza del no tan pequeño Gabriel. Desde el graffiti de “Tal vez vivir cueste el pecado” hasta “la Perito sigue desierta”. Desde I hasta L. Mi corazoncito quemero comparte esta tristeza.

29.6.09

Cuando uno sabe en sueños que sueña

“Cuando uno sabe en sueños que sueña, está a punto de despertarse. Yo me despertaré enseguida. Quizás este fuego no es otra cosa que el primer rayo de sol del amanecer de otra realidad que se cuela debajo de mis párpados cerrados”.

El espejo en el espejo, Michael Ende.

Sueños. Algunos nos asaltan de noche y con los ojos cerrados. Otros, los elaboramos y saboreamos a plena luz del día. A veces nos abandonan, pero también somos nosotros quienes solemos renunciar a ellos o -al menos- postergarlos. A veces son tan placenteros que nos gustaría que no terminen nunca. A veces llegamos a concretarlos.

Después de ver Revolutionary Road, la película de Sam Mendes que acá se llamó Sólo un sueño, recordé aquellas líneas de Michael Ende y también una extraña capacidad que he tenido de tanto en tanto: cuando me encuentro inmerso en un pasaje onírico que no me gusta, puedo interrumpirlo. Es decir, me concentro y hago todo lo posible para que mis ojos se abran. Ellos, obedientes, lo hacen. Y fin del sueño.

Durante la vigilia, por cierto, las cosas son distintas. No hay dudas: con los ojos abiertos, es mucho más difícil dejar de soñar.

23.6.09

Fuerza tranquila

Siempre, desde que era muy chico, me dijeron que me parecía a mi viejo. Estaba bastante claro: yo había salido al Negro, mientras que mi hermano mayor, Marcos, tenía rasgos más parecidos a los de mi mamá, Laura. Pero, sin dudas, la definición que más me impactó sobre el parecido entre padre e hijo fue la que escuché hace algo más de dos años de boca de mi padrino Francois aquella fría tarde en la terminal de trenes de Zaragoza.

Hacía treinta años que mi padrino y yo no nos veíamos. Francois se fue del país en el ’77, cuando quien escribe apenas tenía un año. Desde entonces, jamás nos habíamos vuelto a encontrar. Hasta aquella tarde en la terminal Delicias, claro. Nos habíamos mandado fotos por correo electrónico, así que no costó mucho reconocernos. Sin dudas, le habrá sorprendido igual mi profusa barba, mi metro ochenta y un rostro para nada angelical, muy lejano al de un inocente bebé. Cruzamos unas pocas palabras de rigor (el viaje, el clima), bajamos al estacionamiento y él fue a pagar la estadía. Apenas entramos al auto, me dijo: “Seguís teniendo la misma mirada, esa que tenía tu padre. Fuerza tranquila, tu mirada transmite una fuerza tranquila”.

La frase me produjo una gran conmoción y me quedé pensando en ello un largo rato. Cuando llegué a Buenos Aires, me dediqué a terminar de leer Conversaciones con Kafka, un libro que había llevado para aquel viaje y que contiene los intercambios de Gustav Janouch -el autor- con el gran escritor praguense. En una de sus últimas páginas, el “Doctor” Kafka, como lo llama Janouch, decía algo que me hizo recordar las palabras de mi padrino: “La calma es la expresión de la fuerza, aunque también podamos obtener fuerza a través de la calma. Es la ley de la polaridad. […] Quedarnos inmóviles y calmados nos hace libres…, incluso momentos antes de la ejecución”.

17.6.09

Los martes, de principio a fin

Los martes todo vuelve a empezar. La cama que no suelta. El Nesquik y las dos tostadas. La ropa colgada. La caminata musical por Tronador. El subte lleno de gente que conozco y no. Las bandas en Avenida de Mayo y Perú. Publicar, publicar, publicar. Siete mil revoluciones por minuto. Mate y medialunas con los compañeros. Sonrisas. Las pulsaciones que bajan por una Florida desierta. Algún encuentro, quizás. Algún desencuentro, puede ser.

Los martes todo vuelve a empezar. Pero, también, todo termina.

15.6.09

El arte puede ser el mejor remedio

El altruista farmacéutico que era pintor de ratos libres se llama Carlos y ahora es un artista de tiempo completo. A su salud.

20.5.09

Carefree por Gauguin

La primera vez que la joven artista entró a la farmacia de San Telmo para comprar toallitas femeninas, se quedó contemplando unos cuadros que colgaban de las paredes. El farmacéutico era pintor de ratos libres y ella le hizo ciertos comentarios acerca de su obra. Charlaron un rato y quedaron en buenos términos. Laura tenía unos 20 años y comenzaba a estudiar en la Pueyrredón. Él le contó que tenía un hijo que era escritor, casi de la misma edad. Y que, además, poseía una colección repetida de libros de arte que de nada le servían.

A partir de allí, cada vez que iba a aquella farmacia de Chile y Defensa a comprar toallitas, la joven artista se llevaba un libro de alguno de los grandes de la pintura de regalo. Carefree por Gauguin, aunque suene raro. La colección fue así pasando del farmacéutico-pintor a la artista-cliente. Pero la cosa no quedó ahí. Siguió, luego, una serie de videos sobre otros grandes artistas: desde Picasso a Warhol y tantos otros.

Así fue que un buen día, en gratitud, Laura se acercó hasta la farmacia con un cuadro especialmente dedicado al bondadoso señor de los libros y las cintas, ese extraño salvador. Y es que así lo entendía aquella joven por ese entonces. El farmacéutico era un ser único, un tipo capaz de un gesto casi imposible de concebir en la ciudad: el del regalo a un extraño. Una señal fundamental de humanidad, una razón para seguir creyendo en utopías y vidas mejores. Llegó, entonces, ese cuadro a manos de aquel salvador con delantal. Era una reproducción de un modelo vivo que ella había pintado en la facultad.

El otro día pasé por aquella esquina de Chile y Defensa, pero la farmacia ya no estaba. Me pregunto dónde habrá quedado guardado ese cuadro, cuáles serán las palabras que Laura eligió para la dedicatoria y que no recuerda bien y, fundamentalmente, qué habrá pasado con aquel altruista farmacéutico.

17.5.09

No te salves

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo

Mario Benedetti

Uno de sus poemas que más me gusta. Un pequeño homenaje.

Su vida y obra, acá.

15.5.09

Cuestión de tiempo

En el Pasaje Rivarola el tiempo parece detenido. Y lo está. En ese rincón escondido de la ciudad se encuentra el Cementerio de los relojes, como alguna vez lo denominó Juan Miguel Raab, dueño de “Casa Raab”, un lugar donde cientos de estos viejos aparatejos aguardan para ser reparados. Un apabullante silencio de tic-tac.

7.5.09

Un edificio delgado en la calle ídem

No debería llamar la atención, pero sí. Allí donde comienza la calle Delgado, justo en la intersección con Forest y Avenida de los Incas, hay un edificio para flacos.

28.4.09

Una mañana muy especial en Villa Mitre

No se lo habían imaginado. No, de ninguna manera. ¿Cómo imaginarse que al abrir la puerta de la biblioteca de aquella escuela de Villa Mitre unos veinte chicos de tercer grado iban a gritar sus nombres? ¡Ella es Carolina! ¡Él es Diego!

Carolina y Diego se miraban, emocionados y extrañados a la vez. ¿Cómo imaginarse que esos chicos de siete u ocho años los iban a llenar de preguntas, pero sobre todo de afecto? Que les iban a regalar un librito hecho en clase con el título “Yo soy igual… Sus cuentos nos inspiraron”, lleno de dibujos relativos a la colección que habían lanzado hace poco más de un mes. Y que para el acto del 1 de mayo estaban preparando canciones, dramatizaciones e ilustraciones basadas en esos cuentos, en esas historias de mujeres taxistas, electricistas, albañiles, árbitros, conductoras de subte, cirujanas.

Lo único que habían imaginado eran precisamente esas seis historias. Y ahora estaban en esa escuela, tomando Nesquik y comiendo galletitas con esos chicos llenos de inquietudes. Con una sonrisa de oreja a oreja. Plena, casi infantil. ¿No se imaginaban esto, no?, preguntaban las docentes. No, jamás habían pensado que podían generar algo semejante. No tienen tanta imaginación. Gracias, chicos.

Gracias también a las maestras Graciela y Laura. Y a Vicky Pereyra Rozas, editora y autora material e intelectual de la colección "Yo soy igual", que no pudo estar en esa mañana tan especial.

Si quieren, pueden visitar el blog de la Escuela Nº9, D.E.7º de Villa Mitre.

26.4.09

Mis 15

1- El Nesquik frío de todas las mañanas (y algunas tardes también).
2- La luz amarilla que entra por la ventana esmerilada de mi cuarto.
3- Una ducha caliente.
4- Comer una milanesa con papas fritas o puré o ensalada o.
5- Hamaca paraguaya y sol en el balcón terraza de mi casa.
6- Escribir (aunque sea una línea).
7- Un tema de Massacre o Pearl Jam mientras camino por una calle solitaria.
8- Escupir un chicle y darle de volea antes que toque el suelo.
9- Un pucho en el balcón. De noche. Liberando pensamientos.
10- El olor a pasto cortado. O a lluvia inminente.
11- Cuando mi pequeña sobrina Abril me llama: “Tío, tío, tío, tiítooooo…!!!”
12- Hacer un gol. Golazo. Y gritarlo con todo.
13- Un sándwich de bondiola en la Costanera Sur.
14- Viajar en tren. Mirando para afuera. El sol me pega en la frente.
15- Soñar con ella.

Cumplo con la
invitación de mi amiga Lore Tapia y acá estan: 15 momentos de mi vida cotidiana que me causan placer.

21.4.09

Esas clásicas señales

"Uno recupera, de pronto, aquel instinto primario y animal que infructuosamente trataran de legarnos nuestros ancestros aborígenes. Comienza a rastrear señales en la copa de los árboles, a adivinar conductas en la actitud de los animales, a bucear respuestas en los indicios de la naturaleza, en la interpretación del vuelo de los pájaros. Desde una persiana cerrada llega la bocanada fugaz de un relator de radio. Uno apura el paso pero la voz lo persigue como un misil de cabeza inteligente. ¿Qué inflexión ignota había en su voz? ¿La entusiasta y exitista del cronista ante la vibración de una victoria? ¿La cadencia monótona y desilusionada ante la mediocridad de un nuevo empate? Uno es un radar, es una antena, es el cervatillo frágil que eleva el morro húmedo en la espesura, el oráculo que adivina el destino en la lectura sutil de los guijarros. Recuerda sin duda la última tarde en que se perdió —catastróficamente— un clásico. Aquella mañana previa al hecho los perros ladraron alocados, las aves enmudecieron y los gatos tuvieron un comportamiento errático y equívoco revolcándose, aparatosos, sobre sus propias heces."

La observación de los pájaros, Roberto Fontanarrosa.

Un post de Lorena a raíz del último superclásico entre Boca y River me hizo recordar este genial cuento de Fontanarrosa sobre las infinitas señales que nos pueden indicar el resultado de un partido importante, quiera o no uno enterarse. Acá se puede leer el desopilante texto completo.